A principios de 2007, un enjambre sísmico en la zona de Aysén encendió las alarmas: la falla Liquiñe-Ofqui, que nace en la triple unión de las placas Sudamericana, de Nazca y Antártica, provocaría en los meses siguientes una serie de 6.100 sismos, derivando el 21 de abril de ese año en un terremoto de magnitud 6,2 Richter, además de dar paso al deslizamiento de un cerro y un tsunami que provocó olas de hasta 6 metros. A casi 400 Km. de distancia, los habitantes de Chaitén sólo sentirían los efectos de la falla geológica en mayo del año siguiente, cuando el volcán del mismo nombre hizo erupción tras 10 mil años de inactividad.

Una de las medidas tomadas por la autoridad en aquél momento fue la búsqueda de zonas aptas para la relocalización de los habitantes de Chaitén, lo que derivó en el estudio "Evaluación Preliminar de los Peligros Geológicos en la localidad de Villa Santa Lucía", firmado por Hugo Moreno, Luis Lara y Manuel Arenas del Sernageomin, y al que tuvo acceso La Tercera.

En él se realiza una fotointerpretación del terreno, esto es, una evaluación en base a fotos aéreas, satelitales y topografía de distintas escalas y a diferentes años, buscando las condiciones idóneas para reubicar a los damnificados. De esta forma se llegó al sector de la Villa Santa Lucía, que con menos de 200 habitantes fue, de varias localidades cercanas, uno de los candidatos para recibir a los chaiteninos.

Así, tras la investigación correspondiente, las conclusiones del estudio, a pesar de sus limitaciones, fueron lapidarias. Se establecieron peligros como los grupos volcánicos Palvitad, Corcovado, Yelcho-Avalanchas y Yanteles-Canef, lahares (o aluviones volcánicos), peligros sísmicos asociados a fallas activas y peligro de remociones en masa, que justamente se relaciona con lo ocurrido este fin de semana y que hasta ahora alcanza 13 víctimas fatales y varios desaparecidos.

"La integración de las zonas de peligro geológico para el área de Villa Santa Lucía y alrededores muestra que este sector se encuentra expuesto a ser afectado por uno o varios de estos procesos. Se puede establecer que la localidad de Villa Santa Lucía y sus inmediaciones, dada su ubicación sobre la traza de una falla activa sismogénica, es altamente susceptible a ser afectada por sismos de magnitud superior a 6 que generaría intensidades máximas cercanas a VIII", dice el estudio.

"Consecuentemente, el área es susceptible a la ocurrencia de remociones en masa detonadas por sismos, además de aquellas más frecuentes activadas por factores meteorológicos. Por último, la localidad, situada en la confluencia de varios cursos fluviales, es susceptible de ser afectada por inundaciones debido a desborde de cauces y flujos de detritos volcánicos (lahares) asociados con la actividad de los volcanes cercanos".

En resumen, la investigación concluye que "la localidad de Villa Santa Lucía se ubica en una zona de alto peligro sísmico y sus alrededores presentan alto a moderado peligro por procesos volcánicos y de remociones en masa".

"Por lo tanto, no debería esta considerarse, a corto plazo, como un área prioritaria para los asentamientos humanos. No obstante, esta condición preliminar debe reevaluarse, a las escalas

adecuadas, con el objetivo de orientar futuras planificaciones del uso del territorio", finaliza.

Luego de aquello, el estudio quedó en el olvido, hasta hoy.

Para el geofísico Cristian Farías Vega, es importante destacar que el estudio, tal como lo dice su título, "es preliminar y no tiene una validación en terreno. Es importante realizar un análisis detallado, y en las conclusiones se especifica la recomendación de hacer una investigación más profunda para la zona, ya que no cumplía con los requisitos para relocalizar a Chaitén".

"El estudio lo dice claramente: la Villa Santa Lucía está adyacente a zonas de riesgo de aluviones por desprendimiento de masa. De acuerdo al mapa, la villa se ubica en una planicie un poco más alta que el río, rodeada por depósitos al oeste y al norte, siendo en este último lugar donde se ubica la intersección de ambos depósitos".

Farías añade que "los científicos vieron las fotos y a partir de ello establecieron las posibilidades. El problema es que los depósitos mas antiguos se pierden por la vegetación, y tampoco, por la naturaleza del estudio, se tomó en cuenta el cambio climático y el glaciar en las inmediaciones".

"El estudio pone la alerta, pero hay que establecerla de mejor manera. Además, es difícil de obtener para un ciudadano común y dudo que algún habitante de la Villa Santa Lucía haya sabido de este tipo de investigaciones", señala.

Sernageomin

Desde el Sernageomin, enfatizan en que el estudio fue de carácter preliminar y necesita ser actualizado. Su director, Mario Pereira, añade que por un tema de recursos, "es difícil poner atención en una sola investigación, y además este tipo de estudios deben ser vinculantes, lo que no ocurre en la actualidad".

Pereira afirma que hoy, cualquier investigación queda sólo en el plano científico, y no existe una obligación por ley que faculte al Sernageomin para obtener más recursos, realizar estudios más completos, implementar obras de mitigación o bien determinar qué lugares son habitables, considerando las características del territorio chileno y la gran cantidad de fenómenos naturales al que está expuesto.

"Estos eventos no tienen la relevancia que deberían tener. Hay que categorizar los riesgos y establecer un ordenamiento territorial, una tarea que debiéramos asumir como Estado", asegura.

Por ahora, el Sernageomin cuenta con una red de monitoreo volcánico, generado en 2008 a propósito del desastre en Chaitén por el primer gobierno de Michelle Bachelet. Sin embargo, el director del Sernageomin indica que es necesario crear más programas, como el de remoción de masas, o relacionados con temas ambientales.

"Siempre falta, pero vamos avanzando. Las necesidades son múltiples. Los recursos no siempre dan", sentencia.

Para Cristian Farías la situación revela tres puntos primordiales: el acceso a información, desarrollo de zonas geográficamente complejas, y presupuesto para investigación.

"Es necesario generar más investigaciones en estas áreas, debido a que son de difícil acceso y requieren mayor presupuesto por lo complejo del terreno. Es posible que a causa del cambio climático en el futuro ocurran aluviones de similares características, y debemos saber hasta que punto tenemos conocimiento de cómo vivir en esas zonas", señala, agregando que "esto también se relaciona con la baja inversión en ciencias por parte del Estado".

Debido a los acontecimientos ocurridos en la zona y por disposición del Sernageomin, los autores del estudio no estuvieron disponibles.