Su don era pasar desapercibido, invisible tras la lente. Sergio Larraín Echeñique (1931-2012) tomaba fotografías como si no estuviese ahí, miraba de soslayo, interponía ramas, muros y rejas entre él y su objetivo antes de disparar. Huía de la mirada frontal, buscando los ángulos menos evidentes con los que conseguía escenas llenas de encanto que terminaron siendo publicadas en las revistas más prestigiosas, como Paris Match y Life, y elogiadas por los mejores fotógrafos del mundo.
Hubo un momento, eso sí, en que esa invisibilidad la traspasó hacia su propia vida. Hastiado de su creciente fama -sumado a que siempre quiso evitar su origen acomodado- y desilusionado del rumbo que tomaba el mundo, decidió a principios de los 70 recluirse en Tulahuén, un pueblo a 33 kilómetros al interior de Ovalle, donde se dedicó principalmente a la meditación y el yoga. Atrás dejó una carrera brillante como único chileno miembro de la Agencia Magnum, la reconocida cooperativa del francés Henri Cartier-Bresson, y dio paso al nacimiento del mito de ese hombre que fotografió desde los niños vagabundos del Mapocho hasta la mafia italiana y que luego se transformó en fantasma. Sólo tras su muerte en 2012, su nombre salió a la luz pública otra vez.
Pasó sólo un año para que en 2013 se realizara su primera gran retrospectiva en el festival de fotográfia de Arles, Francia, impulsada por la curadora y directora de la Fundación Cartier-Bresson, Agnès Sire, quien la trajo a Chile en 2014. Junto con ella, se publicó una monografía con la obra de Larraín, la primera desde que en 1991 se editara Valparaíso, uno de sus libros más reconocidos aunque convertido en objeto de culto inencontrable en el mercado. Hasta ahora.
Ediciones Xavier Barral de París acaba de publicar una reedición aumentada del libro, distribuida en Chile por la Librería Francesa y presentada el lunes pasado en la Casa La Chascona de Pablo Neruda, que revela la faceta más íntima del fotógrafo. "Es la reproducción en facsímil de una maqueta cuidadosamente ideada por Sergio Larraín que agrupa todas sus preocupaciones de esa época: la meditación, salvar el planeta, el horror del dinero, la pintura, el dibujo. Es una proliferación muy distinta con la huella de un artista deseando transmitir un mensaje", dice desde Francia Agnès Sire, a quien el fotógrafo entregó el proyecto en 1993, para publicarlo tras la edición original. "Muéstraselo a Martine (Frank), Josef (Koudelka), Henri (Cartier-Bresson), les va a gustar...Haz una buena historia a partir de todas estas imágenes de la ciudad", le pide Larraín a Sire en una carta que acompaña la publicación. Luego se arrepintió.
"Era prioritario publicar la importante monografía (en 2013) y luego este libro de artista que requiere un buen conocimiento de su obra", explica Sire. Lo cierto es que desde mediados de los 90 la reclusión de Larraín se hizo más intensa. "El tema de fondo es que no quería ser perturbado", cuenta el investigador Gonzalo Leiva, quien publicó en 2012 una biografía estética del fotógrafo. "Los periodistas y otros curiosos no dejaban de asediarlo y él no quería perder su paz. En esa época lo que él editaba eran cuadernillos con sus reflexiones filosóficas que repartía gratis a quien lo visitara; de foto, nada, aunque ahora sabemos que nunca dejó de crear ni de enviar su trabajo a Magnum", agrega.
La mirada francesa
"Con nuestros atributos depredadores (empresas) y parásitos (viviendo de los impuestos), hemos perdido el amor por la realidad, por la vida. Estamos destruyendo todo lo que tiene belleza, armonía (con ciencia y técnica)", escribe Larraín en una entrada del libro titulada Reencantando el Planeta. "Nuestra actitud se puede corregir con yoga; vocación y oficio. Volviendo a la realidad, con sentido, amor, cuidado, y conciencia (Satori)", prosigue el fotógrafo, quien en los 70 conoce y se integra al grupo Arica, del boliviano Oscar Ichazo, una escuela esotérica y de meditación a la que adhirió también el siquiatra Claudio Naranjo.
En la nueva edición de Valparaíso se puede ver al fotógrafo Magnum: está el recorrido por el puerto y la vida nocturno en La Casa de los Siete Espejos, donde es "ayudado a entrar por Carmen Silva y Rebeca Yáñez, otras mujeres de la elite que se volvieron vanguardistas, porque Larraín era muy tímido", cuenta Leiva. Pero también aparece el maestro de yoga con fotos tomadas también en la ciudad puerto, pero con un estilo muy oriental: plantas, gotas de agua y la luz haciendo sombras en el suelo. Para algunos entendidos, como el fotógrafo español Miguel Angel Felipe, quien fue uno de los presentadores en el lanzamiento, este volumen es todo un descubrimiento: "Me encontré con otro libro que me resituó a Larraín en otro lugar. Aunque este libro lo humaniza, no deja de ser una operación de autoría, donde aparece casi un héroe político que llama al municipio a salvar Valparaiso. Sin duda abre la obra anterior, pero también hay una incomodidad provocada por el hecho de que te han cambiado el canon".
Otros como el fotógrafo Luis Poirot han criticado la constante mirada europea que ha teñido la obra de Larraín. Agnès Sire la defiende: "Encuentro estúpido este concepto de 'mirada francesa' y tengo curiosidad de leer esas críticas que no pueden venir más que de personas envidiosas. Cartier-Bresson ha sido mucho más mostrado en Norteamérica, y nunca se ha hablado de 'mirada norteamericana'. La mirada sobre una obra debe ser universal, nunca local, y Sergio Larraín estaba en total acuerdo con las publicaciones que hemos hecho", dice la curadora.
Gonzalo Leiva explica el sentido de ese cuestionamiento con el anhelo de analizar localmente al personaje. "La primera edición de este libro y la de 2013 tienen la marca Magnum, y esa es la mirada del gran fotógrafo, lo que debería acabar cuando se haga un libro desde acá, pero para eso hay que tener acceso a todas las imágenes y pagarle a Magnum por todas ellas para poder mostrarlas. Entonces, también hay una razón económica", dice el académico. "Sin embargo, esta edición logra rescatar esa mirada de asombro de niño frente al mundo que tenía Larraín y lo más importante: no hay duda de que este es el único libro realmente suyo", remata.