En 2009, arqueólogos del York Archaeological Trust encontraron en un pozo en Heslington, Reino Unido, un cráneo con la mandíbula y dos vértebras unidas, sin evidencia alguna de lo ocurrido con el resto del cuerpo.
Sin embargo y aunque parecía un cráneo normal, tras los análisis los especialistas notaron algo extraño: una "sustancia floja" en su interior.
Fue entonces cuando notaron que el descubrimiento era más importante de lo que pensaban. De acuerdo a Rachel Cubitt, una de las responsables del estudio, al observar dentro del cráneo para investigar encontraron una gran cantidad de material amarillo esponjoso, que no se parecía en nada a lo que hubiesen visto anteriormente.
Así, junto a la funeraria del Hospital de York quitaron la parte superior del cráneo y revelaron su contenido, en un asombroso estado de conservación. Se trataba del cerebro humano en buenas condiciones más antiguo hasta ahora, con una data de 2.600 años de antigüedad.
Según los exámenes, el cráneo pertenece a un hombre de entre 25 y 45 años del año 600 a.C, y su muerte fue provocada por un golpe en el cuello. Posteriormente, la cabeza fue cortada con un cuchillo afilado y pequeño, y lanzada al pozo.
En cuanto al extrañamente bien conservado cerebro, a pesar que el exterior tuvo una descomposición normal, el interior se mantuvo en un ambiente libre de oxígeno gracias a un suelo rico en arcilla húmeda. Además, las grasas y proteínas del tejido se unieron, formando una masa de grandes moléculas complejas, sumando una protección extra.
Los expertos señalan que se trata de la investigación más exhaustiva jamás realizada de un cerebro en estas condiciones, lo que permite entender por qué un órgano puede sobrevivir miles de años después que los otros tejidos blandos hayan decaído.
Fuente: York Archaeological Trust