De repente no sé qué le urge más a Arturo Vidal: que todo el mundo lo quiera o clasificar al Mundial. Porque, tras la derrota con Paraguay, el jugador más importante de la selección chilena se ha dedicado a reclamar de todas las formas, entrevistas y redes sociales, que lo atacan, que lo molestan, que no toda la gente lo quiere. Bueno, uno de los rasgos de la inteligencia es saber que no existen los unánimes. Siempre habrá gente que te quiere y gente que no te quiere. Pensar que el 100% de las personas se tiene que postrar ante ti es un signo de megalomanía o delirio. Ya lo tuvo Jorge Sampaoli cuando salió escapando de la selección: uno de sus argumentos fue que no todos los hinchas lo querían. Como un niño malcriado en la juguetería: quería todos los juguetes. Peor, exigía todos los juguetes. Lo mismo Vidal. No puede soportar no ser amado o idolatrado. Gasta más energía en eso, al parecer, que en hacer lo que sabe hacer bien: jugar al fútbol.
En un sendero igual de perdido, pero distinto, anda Alexis Sánchez. Estuvo negociando su pase al Manchester City hasta el calentamiento en el Monumental. Eso, más su elenfantiásicamente mediática relación amorosa, tiene al delantero con la cabeza en cualquier lado menos en la cancha. Y contra Paraguay se notó demasiado. Como bien observó José Sulantay, estaba hasta fuera de forma.
Total, el TAS nos dio los dos puntos y el resto venía de manera automática. Porque la confusión estriba en creer que con la chapa "generación dorada" basta para ganar. Que da lo mismo andar con la cabeza en armarle un mambo a los amigotes como Vidal o entrenar día por medio porque me tengo que ir a pololear a París como Sánchez. Están seguros de que se juega bien por inercia.
Al final se contagiaron todos. El equipo fue un desastre absoluto. No metieron una ocasión clara de gol.
Como dije antes, con la chapa no se gana ni se clasifica. A los paraguayos no les importa si esta es o no la mejor generación de la historia, a los bolivianos hoy no les quita ni les pone nada el video de la final de la Copa Confederaciones.
Si quieren ganar en La Paz tienen que bajar a la tierra. Dejar de lloriquear o exigir el amor y la postración de un país entero, olvidarse por un rato de la polola, los amigotes, el pase millonario. Esto se juega con la pelota y van a enfrentar a un equipo motivado, sin nada que perder, con ganas de arruinarle la fiesta a Chile y de seguro incentivado económicamente por los argentinos, uruguayos, ecuatorianos y colombianos. Los jugadores bolivianos tienen cientos de miles de razones esperando en un maletín para ganarle a Chile.
Muy aplaudido, reconocido, hasta con monumentos y calles, lo hecho para atrás por este equipo. El problema es que el partido se juega en el futuro, no en el pasado. O se enfocan y se ponen las pilas o el Mundial lo van a ver igual que yo: sentado frente al televisor.