Fueron 10 años intensos para Jorge Desormeaux como consejero del Banco Central (BC), los que concluyeron hace casi tres semanas, el lunes 7 de diciembre. A la hora del recuento, agradece la oportunidad de servir que se le dio, cree que su principal aporte fue propiciar el consenso al interior del Consejo y delinea los desafíos que, a su juicio, tiene la institución por delante.
Para su sucesor en el cargo, Rodrigo Vergara, tiene sólo alabanzas, y estima que tanto él como Sebastián Claro están en condiciones de poder presidir el instituto emisor en dos años más, en el caso que Sebastián Piñera llegue a La Moneda. Sobre su futuro profesional, todavía lo está delineando. Seguirá haciendo clases en el MBA de la Universidad Católica y siendo parte del directorio de la UDP, y ya en marzo analizará las posibilidades de ingresar a directorios de empresas y estructurará sus asesorías privadas.
-¿Con qué balance deja el BC?
El balance es indudablemente positivo. Estoy muy agradecido de haber tenido la oportunidad de servir en un lugar en el que uno puede hacer tanto por el bienestar de su país. Fue un período en el cual el BC tuvo una transición notable. Llegué cumplidos los primeros 10 años de autonomía, cuando ya se habían alcanzado muchas metas, pero justo cuando enfrentaba una de sus principales crisis, la del 98-99. En septiembre del 99, tres meses antes de que yo llegara, comenzó la flotación cambiaria, que fue el primer paso hacia un nuevo marco de política. El BC que dejo ahora tiene un prestigio que va más allá de lo que puede justificarse considerando el tamaño o influencia del país.
-¿Cree necesario algún cambio en su manera de relacionarse con otras autoridades o con el mercado?
Con los mercados se ha avanzado mucho. El actual nivel de transparencia lo ubica dentro de los más avanzados del mundo. Pero un área donde el BC puede hacer más es en la relación con el poder político. Por la visión de que es un organismo técnico, se ha mantenido una cierta distancia del mundo político y creo que debe haber una mayor aproximación. Hay una instancia formal con la entrega de los IPoM e IEF, pero tiene que haber una vinculación más frecuente del BC con el mundo político, de manera que puedan entender mejor su rol y la complejidad de su trabajo.
-¿Se refiere a instancias más informales de encuentro con los parlamentarios?
Así es, y creo que dado su prestigio no hay por qué temer que esto pueda ser interpretado como una politización del BC. Ese riesgo no existe y el tener más información va a ser muy apreciado por el mundo político. Así éste podrá saber cuáles han sido las consideraciones que ha tenido en cuenta el BC en sus decisiones y no pensará que está en una cúpula de cristal.
-¿Algún otro desafío?
Un área en la que habrá que trabajar es en la vinculación con otros organismos de regulación financiera. El BC hace una muy adecuada vigilancia de los riesgos macro prudenciales, pero tiene pocas herramientas con qué enfrentarlos. Si detecta un riesgo prudencial asociado a alguna institución financiera, tiene que confiar en que otros entes, las superintendencias correspondientes, actúen en consecuencia. Hay una tarea pendiente que es de coordinación: esa coordinación debe estar siempre funcionando y con responsabilidades claramente asignadas.
Respuesta a las críticas
-Hay quienes ven que por no exponerse a críticas el BC ha omitido su visión sobre temas laborales y fiscales, que también impactan en lo monetario e inflación.
No comparto ese punto de vista. Si se quiere que el ámbito de las decisiones del BC sea esencialmente técnico, la institución debe tener mucho cuidado de no invadir terrenos adyacentes donde las autoridades llamadas a opinar son el Parlamento y el Poder Ejecutivo. El riesgo que se corre es que a su vez otros actores opinen sobre cómo el BC maneja la política monetaria. La autonomía es un bien muy valioso, pero sería un grave error girar a cuenta de ella para opinar sobre cosas que son mucho más contenciosas. La propia autonomía puede terminar siendo la víctima.
-¿El BC puede sentirse satisfecho de su accionar cuando en los últimos 10 años el país ha debilitado su crecimiento, tiene alto desempleo y estancó su productividad?
Todo el mundo tiene su lista favorita de reformas estructurales a emprender para revitalizar el crecimiento, pero no hay ninguna de ellas que pase por una atribución del BC.
-También existe una crítica a la efectividad del esquema de metas de inflación: en la última década se ha estado en la meta sólo el 45% de las veces.
Esa volatilidad ha estado presente básicamente los últimos años. Si uno se detuviera antes del inicio de los fuertes shocks en los precios de commodities, Chile estaría dentro de los de menor volatilidad inflacionaria. Y eso ocurrió porque somos una economía muy abierta y sin distorsiones de precios, lo que es un mérito, y porque el BC quiso evitar el efecto sobre la actividad y el empleo que habría tenido una reacción suya frente a estos shocks de oferta, optando en cambio por acomodarlos.
-Hay analistas que ven al BC demasiado pasivo ante la caída del dólar. ¿La gran volatilidad no puede afectar el crecimiento?
La política cambiaria tiene muy poco que ver con el crecimiento. Sí me hago cargo de que la volatilidad cambiaria tiene un costo importante. Pero, frente a ello, el camino a desarrollar son los seguros de cambio, no una regresión al pasado. Si el BC entra a estabilizar el tipo de cambio, se vuelve a un sistema de tipo de cambio administrado, que fracasó en la década pasada. Es más eficiente para el país que la variable de ajuste sea el tipo de cambio y no la tasa de interés.
-Sin embargo, importantes economistas como Guillermo Calvo y Stanley Fischer han valorado la intervención de los bancos centrales en la coyuntura actual.
Desde el 99 a la fecha, el BC de Chile ha intervenido en el mercado cambiario en tres ocasiones, la más reciente en 2008. Pero la racionalidad del BC es que las intervenciones sólo son eficaces cuando hay clara evidencia de que el tipo de cambio está en un nivel que no es coherente con los fundamentos de largo plazo.
-¿Y hoy con el dólar en $500, esa no ha sido la situación?
No. No se han alcanzado en ningún momento niveles del tipo de cambio real de desequilibrio, aunque hemos estado cerca de ellos. Si el BC hubiese intervenido en esas condiciones, les habría pasado lo mismo que a Brasil, Colombia y Perú en los últimos cuatro a cinco años, que intervinieron sin efecto alguno y a un alto costo patrimonial para sus bancos centrales.
Optimista 2010
-¿Cuáles son los riesgos para la economía chilena en 2010?
En el plano externo, que la recuperación global sea más débil de lo esperado y, por otro lado, que podamos tener un importante ingreso de flujos de inversión que afecten los precios del dólar y de los activos internos. Pero también veo riesgos positivos. El principal es que las mismas expectativas que fueron tan negativas en respuesta a la crisis, ahora se tornen muy positivas. Nuestra economía tiene actualmente una brecha de capacidad no utilizada superior a 4 puntos del PIB y si el crecimiento potencial está entre 4% y 4,5%, Chile puede crecer en 2010 más allá de lo que plantea incluso el escenario del BC, de 4,5% a 5,5%.
-¿Es decir que el crecimiento de 2010 puede ser del orden de 6%?
Así es. Hay un riesgo positivo de que el crecimiento se ubique por sobre el límite superior de 5,5% que prevé el BC y esté más cerca de 6%.
-¿No hay peligro de que esa salida más rápida y el nuevo boom de precios de los alimentos provoque un rebrote de inflación?
Descarto un rebrote brusco de la inflación. Hay de nuevo un shock de precios de alimentos, pero mucho menos intenso que el de 2007-2008 y además en un ambiente de grandes holguras de capacidad, lo que es desinflacionario. No veo a partir de ello una presión para normalizar las tasas antes de tiempo.