Sólo un día después de que Donald Trump asumiera como el nuevo Presidente de Estados Unidos, más de un millón de personas salieron a protestar en Washington. La "Marcha de las mujeres", realizada ese sábado 21 de enero, y que incluyó discursos públicos de celebridades como Scarlett Johansson, rechazaba la inminente aprobación por parte de Trump de políticas contrarias al aborto en varios estados norteamericanos y el retiro de fondos estatales para programas de salud que financiaban mamografías, la entrega de anticonceptivos y la píldora del día después.
Mientras la gente se apoderaba de la capital norteamericana, el celular de la escritora canadiense Margaret Atwood comenzó a sonar una y otra vez con notificaciones de Twitter y Facebook. Eran mensajes de sus seguidores con imágenes de manifestantes que portaban carteles alusivos a su clásica novela The Handmaid's Tale (El cuento de la criada). "¡Hagamos que Margaret Atwood vuelva a ser ficción!", decía una pancarta, mientras otra señalaba "¡El cuento de la criada NO es un manual de instrucciones!".
Para entender el nexo entre un libro publicado en 1985 y una protesta de mujeres realizada hace dos meses hay que conocer la trama de El cuento de la criada, que se se desarrolla en el futuro cercano en la República de Gilead, una dictadura teocrática y militar que derroca al gobierno estadounidense. En ese nuevo régimen, los avances del movimiento feminista son erradicados sistemáticamente: las mujeres son consideradas inferiores a los hombres, tienen prohibido leer, cada uno de sus actos son controlados, el aborto es ilegal y las mujeres fértiles de las clases más bajas deben engendrar hijos para los estratos más altos.
Cuando la campaña presidencial estadounidense estaba en su apogeo, las ventas del libro aumentaron 60 por ciento respecto de 2015. Tras la elección de Trump en noviembre, la cifra subió a 200 por ciento y este año la editorial Anchor Books tuvo que imprimir 100 mil copias para satisfacer una creciente demanda que también se ha extendido a otras novelas que exploran el género de la distopía. Este término fue acuñado a fines del siglo XIX en Inglaterra y es el antónimo de la utopía, aquella sociedad ideal concebida por Tomás Moro en su libro de 1516: según la Real Academia Española, la distopía es la "representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana".
A comienzos de febrero, el interés por El cuento de la criada era tan alto, que el libro llegó al primer lugar de la lista de best sellers de Amazon. Dos puestos más abajo aparecía 1984, la novela publicada en 1949 por el británico George Orwell y que transcurre en un régimen donde el gobierno vigila todo bajo la atenta mirada del Gran Hermano. Otro libro que se volvió superventas es Un mundo feliz, publicado en 1932 por Aldous Huxley y que muestra a la Inglaterra de 2540, un país que ya eliminó la guerra y la pobreza a costa de erradicar el arte y la filosofía. Algo similar ocurrió con Fahrenheit 451, novela de Ray Bradbury lanzada en 1953 y que muestra un futuro donde los libros están prohibidos. Incluso la sátira Eso no puede pasar aquí, editada en 1935 por el norteamericano Sinclair Lewis, llegó al top 10 de Amazon gracias a su historia sobre un candidato que usa el populismo para convertirse en Presidente de Estados Unidos.
Para Atwood, cuya novela fue adaptada a una serie televisiva que Hulu estrenará el 26 de este mes, la nueva popularidad de estos relatos es una reacción casi visceral a la retórica exhibida por Trump. Por ejemplo, en octubre, el hashtag #Repealthe19th (#RevoquemoslaDécimoNovena) se propagó entre los seguidores del entonces candidato republicano, luego que un analista calculara que si sólo votaran las mujeres, Hillary Clinton ganaría con holgura. "La Decimonovena Enmienda es la que les dio a las mujeres el derecho a voto en Estados Unidos. Así que existen partidarios de Trump que quieren arrebatarles el sufragio a las mujeres. Eso es El cuento de la criada desarrollándose ante nuestros propios ojos", dijo en su momento la autora al diario The Guardian.
Un mundo alternativo
Peter C. Herman, profesor de literatura inglesa de la Universidad Estatal de San Diego, en Estados Unidos, enseña un curso que explora las promesas y peligros de la tecnología. Antes de Trump sus alumnos se interesaban principalmente en temas como el potencial de internet, pero hoy el debate en cada clase está dominado por 1984, una obra donde el pensamiento individual es un crimen, el Ministerio de la Verdad maneja los hechos a su antojo y el gobierno monitorea a sus ciudadanos las 24 horas.
"Las personas a menudo buscan en la literatura algo que les ayude a darle sentido al mundo. Antes de Trump, nadie en la política estadounidense había mostrado un desprecio tan claro por la diferencia entre hechos y ficción. Nadie había sido capaz de afirmar dichos que cualquier persona cuerda reconocería como totalmente falsos", explica Herman a Tendencias.
Precisamente, la renovada popularidad de 1984 se activó pocos días después de la asunción de Trump, cuando su secretario de prensa, Sean Spicer, aseguró que el público que asistió a la toma de mando era el mayor "jamás visto en una ceremonia inaugural". Las fotos y videos de medios como CNN, The Washington Post y The New York Times refutaban claramente esa afirmación, pero la Casa Blanca insistió. La controversia llegó a un nivel insólito el 23 de enero, cuando Kellyanne Conway, asesora de Trump, dijo a la cadena NBC que Spicer no había mentido, sino que sólo había presentado "hechos alternativos".
Según Twitter, durante la semana siguiente a esa entrevista, la novela 1984 fue mencionada más de 290 mil veces en esa red social. Además, la editorial Penguin tuvo que editar 75 mil copias para satisfacer la demanda. El autor británico Gordon Bowker, uno de los más connotados biógrafos de Orwell, comenta a Tendencias que este fenómeno es "un recordatorio de la amenaza para la democracia que representan las personas en el poder que proclaman 'hechos alternativos' y niegan verdades objetivas. Los pronunciamientos del Gran Hermano –el líder del régimen totalitario de 1984- son tratados como verdades absolutas por sus acólitos, aun cuando desafían el pensamiento racional. Así, lo negro se vuelve blanco, dos más dos es igual a cinco, la guerra es la paz, la libertad es esclavitud y la ignorancia es una señal de fuerza".
Anne Prescott, profesora de inglés del Barnard College en Nueva York y que este año dictará un seminario sobre utopías y distopías, advierte que esta renovada popularidad de Orwell y Atwood podría dejar de ser exclusiva de Norteamérica. "En Europa hay varios políticos de extrema derecha, como Marine Le Pen que están estimulando el odio. En este contexto, leer distopías es, aunque suene extraño, un alivio o consuelo. Lo peor imaginable nos hace sentirnos un poco mejor", señala a Tendencias. Incluso en el mercado nacional el interés por estas obras es alto y según Héctor Velis-Meza, asesor editorial y comunicacional de Feria Chilena del Libro, en esa cadena cada semana se venden entre 10 y 15 copias del libro de Orwell: "Muchos lectores ven a estos narradores como verdaderos profetas del porvenir, como lo fue Julio Verne".
En Estados Unidos las ideas de 1984 siguen propagándose: esta semana, casi 200 cines volvieron a exhibir la versión fílmica y en junio se estrenará una obra en Broadway. En televisión estas distopías también se popularizan, ya que a la serie de El cuento de la criada se suma The Man in the High Castle, programa de Amazon basado en un libro de 1962 que muestra cómo los nazis dominan Estados Unidos tras ganar la II Guerra Mundial.
Tal como señaló el crítico Jackson McHenry en un artículo publicado por el portal Vulture, ahora hay que "rogar porque no ocurra nada que haga que todos quieran leer El camino". Este libro de Cormac McCarthy fue publicado en 2006 y muestra a un padre y su hijo mientras intentan sobrevivir en un mundo postapocalíptico: "En ese libro no hay esperanza. No se sabe muy bien qué desató el colapso de la civilización, y si bien hay ciertos atisbos de decencia, no existe ningún indicio de recuperación. El camino es el fin. Esperemos que no lleguemos a eso", señala Peter C. Herman.
EL CASO ZWEIG
En Europa, otro autor que vive un particular renacimiento es Stefan Zweig. Entre 1920 y 1930, el escritor austríaco fue muy popular, pero ante el ascenso de Hitler huyó a Brasil, donde su temor ante un inminente colapso de Europa lo llevó al suicidio en 1942. Su autobiografía El mundo de ayer no es una distopía, pero describe de manera desesperanzada el colapso de Europa luego de dos guerras y a comienzos de 2016 fue adaptada como un monólogo en dos teatros parisinos. El éxito fue tal, que hubo que agregar nuevas funciones en septiembre y medios como The Economist atribuyeron el fenómeno al avance de figuras como Le Pen, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y el creciente poder de Rusia.