Ni siquiera el triste mensaje que le entregaron unos preocupados boleteros lo hicieron recular. Debió doler, sin duda. Y cómo no: los funcionarios le acababan de informar que su función no tendría ningún espectador. Cero, eh. Ninguno. Pero ahí, sentado frente al espejo mientras lo maquillaban, Giovanni Mongiano, un reconocido actor italiano de 65 años, más profesional que nunca, tomó una valiente y acaso desconcertante decisión: "Voy a escena igual, esta noche el espectáculo se hace".

Decidido, salió a escena minutos después. El Teatro del Pueblo, de la ciudad de Gallarate, fue el encargado de albergar una de las funciones más especiales del último tiempo. No importó nada: aunque no hubiese una sola alma que lo presenciara, Mongiano llevó a cabo su monólogo de una hora y veinte minutos, "Improvisación de un actor que lee".

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Esta situación, como era de esperar, le valió la aprobación del mundo del teatro, la admiración de sus colegas, muchos de los que aún no logran entender cómo un tipo que no es cualquiera, con más de 45 años de trayectoria, decidió que el show debía continuar.

El propio Mongiano ensayó una respuesta: "Fue un impulso irresistible, debía hacerlo. Un acto de amor pero también un gesto provocativo y simbólico".

"Nunca me pasó algo igual. Como actor hay que aprender que no importa cuántas personas hay en la sala, la función se hace por respeto al teatro y a la gente. Cuando hice esta función sólo había cuatro personas en la sala. Yo sobre el escenario, el técnico de iluminación, mi asistente y una boletera en la puerta de la sala. Pero ni ella se quedó. Sentí que sonó su celular y se fue", asegura.

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Aún no se sabe qué pasó exactamente. Llama la atención: Gallarate es un pueblo que cuenta con más de 50 mil habitantes y que, además, tiene cuatro teatros que suelen repletarse. ¿Falta de publicidad? ¿Culpa de los organizadores, de los medios? Como fuese, lo único cierto es que la imagen del actor frente a una soledad abrumadora, sin importarle nada más que cumplir con su papel, demostrando una pasión desmedida por el teatro, no sólo dio la vuelta en Italia, sino que traspasó fronteras.