"No hacemos películas realistas, las hacemos creíbles". Esa es la máxima con la que Marlon West, co-director de efectos de Moana, describe el funcionamiento de los estudios de animación Disney. Al igual que buena parte del equipo que trabajó en la cinta -que lleva más de 400 mil espectadores en la cartelera local-, West es un veterano dentro de la compañía detrás de Mickey Mouse. Pero para Moana, el desafío tenía un ingrediente extra: "Estos son lugares reales, donde gente vive hoy en día y donde nuestro equipo estuvo, entonces queremos hacerles justicias. Pero sigue siendo una película animada".
El completar la nueva película de Disney es un proceso que tomó cinco años, entre la extensa investigación que se realizó sobre la cultura polinésica en la que se centra el musical, hasta los complejos estándares de animación que se intentaron cumplir, desde aspectos tan básicos como el mar hasta los personajes. "El agua es algo muy relevante para esta cultura y para su mitología, entonces tenía que ser una parte central de la historia. Desde un punto de vista artístico, sabíamos que queríamos subir la vara respecto a lo que se ha hecho. Íbamos a necesitar cientos de tomas de agua, entonces nos reunimos con nuestras compañías hermanas, Pixar e Industrial Light & Magic, y entre todos discutimos qué es lo que se había hecho hasta ahora en esta materia, y cómo se podía hacer mejor", dice el Supervisor Técnico de la cinta, Hank Driskill.
"Mientras nos encargábamos de la pre producción durante un año, el resto del equipo, cerca de 90 animadores, estaba terminando Zootopia, entonces teníamos que ponerlos al tanto sobre cómo era el trabajo que se había definido para los personajes, desde cómo caminan hasta cómo actúan", dice Amy Smeed, directora de animación. Sólo para Moana, fue necesario crear cientos de poses y detalles: había gente encargada desde sus cejas hasta otros enfocados en sus dientes. La cara del personaje tenía 168 controles digitales para generar las expresiones. Maui, el semidiós que acompaña a regañadientes a la protagonista de la historia, también presentó un desafío inédito: es el primer personaje animado tanto a través de técnicas 3D como 2D. Sus múltiples tatuajes se mueven, sobre todo una copia de sí mismo llamado mini Maui, a través de antiguas técnicas de animación, a cargo de otro veterano de películas de Disney, Eric Goldberg.
Pero, probablemente el personaje que requirió más trabajo, es el que se roba la película: la gallina Heihei. "Era un personaje que estaba desde el principio, pero luego de una serie de cambios en el guión, estuvo cerca de ser descartado", cuenta la animadora Sunmee Joh. "Al principio era como un perro guardián, pero los directores no querían repetir lo que hicieron con Sebastián en La Sirenita. Entonces pensamos: ¿Y si lo hacemos un poco más…tonto?", agrega. Así la versión final de la película está lejos de ser brillante, lo que hace al animal la fuente de buena parte del humor de la historia.