Todavía después de 50 años, la calle 12 de la ciudad de Detroit, en el estado de Michigan, es recordada por haber sido escenario del mayor disturbio racial en la historia de Estados Unidos. Entre el 23 y 28 de julio de 1967, el accionar de la policía, el ejército y la Guardia Nacional sobre la misma avenida, habitada en su mayoría por población negra, acabó con 43 muertos, más de mil heridos y otros 7 mil detenidos en solo cinco días. Ese año, 83 personas perdieron la vida producto de la violencia racial instalada en 128 ciudades de la potencia más poderosa del mundo, pero la magnitud del motín de Detroit no tenía ni tiene aún precedentes.
Al año siguiente, el mismo en que el pastor bautista y defensor de los derechos civiles para la población afroamericana Martin Luther King fue asesinado por sus detractores, en Time y Life se publicaban extensas crónicas sobre los sangrientos episodios que entintaban la historia estadounidense de mediados de siglo. Sin embargo, fue una cruda y detallada investigación periodística publicada por Detroit Free Press la que se quedó con el Pulitzer.
La cultura popular se encargó de perpetuar la memoria de las víctimas: Black day in July, del compositor canadiense Gordon Lightfoot, y Panic in Detroit, el single que formó parte del álbum Aladdin Sane de David Bowie de 1973, criticaron la persecución a afroamericanos en EEUU y particularmente la de los habitantes de la calle 12. Lo mismo hicieron, años después, las películas Dreamgirls (2006) y Across the Universe (2007).
Y ahora, la directora estadounidense Kathryn Bigelow (1951), quien no se pronunciaba desde La noche más oscura (2012), el filme sobre la captura y muerte de Osama Bin Laden, hará lo propio con Detroit, una cinta que previo a su estreno, el próximo viernes 4 de agosto en EEUU, ya avivó la memoria y ha despertado expectativas en su eventual carrera por el Oscar.
El retorno y la causa
La madrugada del 26 de julio de 1967, el guardia de seguridad Melvin Dismukes vigilaba una tienda al otro lado de la calle, cuando pasada la medianoche oyó disparos desde el conocido Motel Argel, ubicado a metros de allí. Un contingente de policías, guardias y otros uniformados, al tanto de la presencia de supuestos francotiradores, avanzaron cautelosamente hacia el edificio para rastrear la escena: en cuestión de minutos, el propio Dismukes disparó a quemarropa a tres civiles negros que se encontraban en una de las habitaciones.
Aubrey Pollard (19), Carl Cooper (17) y Fred Temple (18) se convirtieron en tres de los mártires de la noche más violenta que recuerde la historia del Argel. El mismo episodio impulsó a la directora de Point Break, quien además ostenta el récord de ser la única mujer en ganar el Oscar a Mejor director en 2010 por Vivir al límite, a escribir esta película junto al guionista Mark Boal.
Protagonizada por Will Poulter, Algee Smith, Jason Mitchell y John Boyega, este último en el rol de Dismukes, el guardia afroestadounidense que fue culpado de la muerte de tres personas y quien consiguió su libertad por una fianza de 1.500 dólares en 1968, la cinta aún sin fecha de estreno en Chile ya acumula críticas favorables.
"Esto no es un drama reconfortante de protesta social. Está más cerca de una pesadilla histórica desencadenante, de la que no puedes desprenderte", anotó el crítico Owen Gleiberman en Variety. Leah Greenblatt, su par en Entertainment Weekly, señaló que se trata de "una historia de terror estadounidense arraigada tan profunda y vergonzosamente en el país, que todavía es doloroso verla medio siglo después de que los hechos reales en los que se basa tuvieran lugar".
La realizadora de 65 años, en tanto, ya ha comentado su interés por el mismo episodio: "Estos eventos parecen repetirse. Esta es una situación que ocurrió hace 50 años, y sin embargo se siente muy como es hoy. Mira Sudáfrica, donde hay verdad y reconciliación, y aquí siento que no hay bastante conversación sobre raza. Por eso creo que la película tiene el potencial de proporcionar una oportunidad para participar en ese diálogo. Solo puedo esperar que haya una urgencia y una necesidad para ello, pues no hay otra manera de comenzar un proceso de curación", declaró en una reciente entrevista a Detroit News.
"El mundo me ha dado un tipo de micrófono, no muy diferente al tuyo (le dijo Bigelow al periodista), y siento que hay una responsabilidad que viene con eso. Si de alguna manera puedo utilizar este medio, el del cine, para impulsar una conversación hacia adelante, ya sabes, el propósito del arte es agitar y provocar un cambio. Sentí que esta historia era una tragedia americana lo suficientemente importante para ser contada. Siempre he creído eso y lo sigo haciendo", concluyó.