Paulo Díaz es uno de los pocos protagonistas del San Lorenzo de hoy que gambetea las dudas sobre su futuro y los cuestionamientos de los hinchas a un equipo, a un entrenador y a jugadores que no responden ni en el torneo local ni en la Libertadores. El chileno de 22 años supo viajar de la resistencia inicial a una actualidad con rendimientos sobrios que le garantizan su estabilidad. Al cabo, es una isla en ese rival lleno de incógnitas y de problemas que encontrará esta noche Universidad Católica en el Nuevo Gasómetro, un adversario que hasta perdió a su vicepresidente Marcelo Tinelli, quien la semana pasada pidió una licencia de 18 meses por razones de salud.
En un San Lorenzo turbulento y con horizonte difuso, el sol ilumina a Paulo Díaz, tanto que el presidente Matías Lammens no duda ante la consulta de La Tercera y enseguida devuelve una definición contundente: "Estamos muy contentos con Paulo. Es un jugador con unas condiciones extraordinarias, con un futuro enorme. Está destinado a jugar en equipos importantes de Europa".
El dirigente número uno del club de Boedo también aclara que la vigencia de su contrato abarca hasta 2020. Y puntualiza: "Ya recibimos sondeos desde Europa, pero por ahora nada oficial". Por lo tanto, lo seguro es que Paulo Díaz continuará en San Lorenzo, pensado como un hombre clave en la defensa, tanto para desarrollar el rol de marcador lateral derecho como el de defensor central.
Todo se lo ganó con esfuerzo, después de un arranque complicado, con algunos desaciertos. Al cabo, el gestor de su llegada, Pablo Guede, en su caso no se equivocó. Es más, tanta confianza logró generar que en este equipo de Diego Aguirre hasta fue utilizado como marcador lateral izquierdo, aunque no es su perfil más apto.
Paulo Díaz sale de una sobrecarga muscular que le impidió jugar en la derrota del viernes como local por 1-0 ante Temperley, una modesta formación del sur del Gran Buenos Aires que se ahoga en las posiciones de descenso. La idea es que el ex Palestino y Colo Colo sea titular esta noche contra Católica.
Tan convulsionado está San Lorenzo que hoy podría ser el último partido de Diego Aguirre como entrenador. Podría irse inclusive hasta con una victoria. Le reprochan que no haya manejado con mano más dura a un grupo experimentado. Como posibles sucesores suenan Gabriel Heinze, Pablo Lavallén y Eduardo Coudet.
Los futbolistas también están envueltos en incógnitas. Sebastián Torrico (el de las atajadas milagrosas que se muestra con manos frágiles y que hoy iría al banco), Juan Mercier (el equilibrista del mediocampo que no juega casi nunca) y Néstor Ortigoza (el cerebro que bajó su nivel en forma notoria) terminan sus contratos el 30 de junio. Los tres fueron decisivos en la conquista de la Libertadores 2014, la coronación más importante en la historia de San Lorenzo, pero los dirigentes no avanzan en las renovaciones de sus contratos. Es una señal nítida de fin de ciclo que ofrece como exponente mayor a Leandro Romagnoli, máximo ídolo y más campeón en la historia cuerva, casi sin minutos en este semestre (tampoco se concentró para esta noche) y sólo con chances de una continuidad simbólica si acepta un contrato bajo.
San Lorenzo había concluido 2016 llegando casi a instancias finales de la Sudamericana y peleando mano a mano el torneo local con Boca. Hoy en el ámbito doméstico está muy lejos de la punta, tanto que peligra su clasificación a la Libertadores 2018. Y en esta Copa 2017 necesita sí o sí vencer a Católica para no ser eliminado por tercera edición consecutiva en primera ronda. El modelo cercano a la perfección, de repente, cruje en todos sus ítems. También en el dirigencial: Marcelo Tinelli, el conductor de TV, pidió una licencia de 18 meses como vicepresidente 1° del club afectado por episodios de estrés, vinculados también con sus actividades en la Selección y en la AFA, dos sitios a los que directamente renunció.
En definitiva, Universidad Católica se cruzará con un San Lorenzo (la casa que fue de Pizzi, Bauza y Guede justamente antes del actual proyecto) al borde del estallido y también con Paulo Díaz, una excepción en ese marco caótico.