Hoy se cumplen exactamente diez años de uno de los mayores escándalos de indisciplina protagonizados por futbolistas chilenos en el marco de un torneo disputado con su selección. En la Copa América de 2007, esa que Brasil le ganó con justicia a Argentina en la final. Y en Venezuela, el país elegido para albergar ese año el certamen sudamericano.
Pero el Puerto Ordazo, el nombre con el que terminó siendo bautizado el desagradable altercado que involucró a seis seleccionados chilenos en el hotel de concentración del equipo dos días antes de afrontar los cuartos de final ante Brasil, no sólo marcó un antes y un después en el nutrido historial de episodios de desobediencia perpetrados por jugadores. La dureza con la que fue castigado el desacato por parte de la ANFP sentó también un precedente (pocas veces replicado más tarde) y el relevo en la dirección técnica que siguió al fracaso continental motivó el inicio de un nuevo ciclo, la era Bielsa, la verdadera génesis de la llamada generación dorada.
En la citada Copa América de Venezuela, Chile quedó encuadrado en el Grupo B junto a las selecciones de México, Brasil y Ecuador. El combinado nacional, dirigido entonces por Nelson Acosta –quien afrontaba su segunda etapa al frente de la Selección luego de su estadía entre los años 1996 y 2001-, arrancó su participación en el torneo con un sufrido triunfo por 2-3 ante Ecuador, en el Estadio Cochamay de Puerto Ordaz, el 27 de junio. Un doblete de Suazo y un gol agónico de José Luis Villanueva en el minuto 86, permitieron a la Roja remontar hasta en dos ocasiones las ventajas del combinado ecuatoriano para adjudicarse los tres puntos. Pero la derrota por 3-0 ante Brasil, cuatro días más tarde y con triplete incluido de Robinho, hizo planear las primeras dudas sobre la real capacidad del equipo.
El 4 de julio, sin embargo, un empate sin goles ante México, a quien la igualdad le bastaba para asegurarse la primera posición del grupo, permitió a Chile sellar en Puerto La Cruz su pase a la segunda ronda de la Copa América. Como uno de los mejores terceros –o, en rigor, como un buen penúltimo-, pues cada grupo estaba conformado por cuatro selecciones. Una actuación más bien discreta y ramplona que no invitaba al desmedido festejo, aunque los acontecimientos posteriores terminaran por demostrar lo contrario.
Porque tras el encuentro ante la escuadra azteca, disputado el 4 de julio a las 18.35 horas, la expedición de la Roja regresó directamente a su hotel de concentración en Puerto Ordaz. Algo que no hicieron la mayoría de los periodistas desplazados para cubrir el evento, que pernoctaron en Puerto La Cruz para viajar de retorno al punto de concentración del equipo al día siguiente. Y la noche doblemente libre de los seleccionados (con su deber principal cumplido y sin ojos inquisidores fiscalizándolos) terminó en escándalo. Uno de los más grandes registrados en toda la historia reciente de la Roja.
Y es que la esperpéntica y lamentable performance protagonizada en torno a las 7 de la mañana del día 5 de julio de 2007 por seis jugadores del plantel en el restaurant del hotel Mara Inn; Jorge Valdivia, Rodrigo Tello, Reinaldo Navia, Pablo Contreras, Jorge Vargas y Álvaro Ormeño; tuvo de todo. Lanzamiento de productos alimenticios primero (jamón y mermelada fundamentalmente); un vergonzoso comportamiento en el recinto, con inaceptables provocaciones al personal del hotel, más tarde; y unas presuntas y desagradables insinuaciones con ribetes de acoso sexual a una de las encargadas del servicio, como colofón final. Y todo ello presentando, por si fuera poco, evidentes síntomas de ebriedad. En pleno proceso de concentración. En plena Copa América.
Dos días después del lamentable altercado, y cuando no habían trascendido todavía todos los detalles del "festejo", la Roja viajó de nuevo a Puerto La Cruz para disputar su encuentro de cuartos de final. Pero Brasil no tuvo piedad de un combinado chileno que terminó claudicando por 6-1 (el gol del honor lo hizo el Chupete Suazo), despidiéndose así de la Copa, de Venezuela y del hotel Mara Inn de Puerto Ordaz tras ofrecer una pobre imagen.
Ya de vuelta en Santiago, los seis jugadores señalados por el imperdonable y publicitado incidente, pagaron su culpa. A la ANFP, presidida entonces por Harold Mayne-Nicholls (que había sido elegido de forma unánime como timonel a fines del año anterior) no le tembló el pulso. "La verdad es que no es mucho lo que recuerdo. No es un tema para enorgullecerse y eso me hizo dar vuelta la página rápidamente, pero se sancionó de acuerdo a la magnitud de la falta y a su trascendencia", recuerda hoy, una década después del suceso, el ex dirigente, en conversación con La Tercera.
Los seis jugadores sindicados como responsables del Puerto Ordazo fueron castigados con 20 partidos internacionales de marginación de la selección chilena, si bien a cinco de ellos -es decir, a todos menos a Álvaro Ormeño, que siempre defendió su inocencia y se negó a pedir perdón- les fue rebajado el castigo a la mitad luego de firmar y entregar una carta a la ANFP manifestando públicamente sus disculpas y arrepentimiento. De los seis, tan solo cuatro de ellos; Tello, Contreras, Valdivia y el propio Ormeño- volvieron a enfundarse la casaquilla de la Roja de nuevo, si bien éste último no volvió a disputar un solo minuto de juego.
Álvaro Ormeño, el hijo del recordado volante de Colo Colo Raúl Ormeño fue, por tanto, el que más tiempo estuvo apartado del equipo. "Pedir disculpas es asumir una cosa que no he cometido y no voy a pedir disculpas ni a firmar ninguna carta porque yo no cometí ningún error", llegó a declarar el entonces lateral de Gimnasia y Esgrima de la Plata para justificar su negativa a rubricar el citado documento auto inculpatorio. El jugador cumplió su sanción completa de 20 partidos y no volvió a ser citado hasta cinco años y 2 meses después, cuando Claudio Borghi lo incorporó a la lista para la doble fecha de Eliminatorias ante Ecuador y Argentina, celebrada los días 12 y 16 de octubre de 2012. Pero nunca llegó a saltar a la cancha.
El veterano Jorge Vargas, quien a comienzos de ese mismo año había llegado a lucir incluso la jineta de capitán de la Selección; y Reinaldo Navia, en pleno declive futbolístico y señalado también por otro escándalo de indisciplina acontecido un año antes (el Dublinazo, junto al también seleccionado Mark González), no volvieron a vestir jamás la camiseta de la Roja.
Rodrigo Tello, en cambio, nominado nuevamente por Bielsa una vez expirada su sanción reducida de 10 partidos (y más tarde también por Borghi); Jorge Valdivia, rescatado también por el Loco (y presente, con cierta irregularidad, en las listas de Borghi, Sampaoli e incluso Pizzi en procesos posteriores, pero autor intelectual, en 2011, de otro sonado escándalo conocido como el "Bautizazo"); y Pablo Contreras, recuperado por Bielsa, nominado por Borghi e ignorado después por Sampaoli; pagaron su pena, pero volvieron a defender, en algún momento de su carrera, los colores de la Selección.
Una selección que después del Puerto Ordazo sufrió una transformación sin precedentes. En parte porque tocó fondo aquel día; y en parte porque cinco días después del escándalo y tres más tarde la eliminación, Nelson Acosta presentó su renuncia y asumió como seleccionador chileno un técnico llamado Marcelo Bielsa. "Obvio que al renunciar Acosta y llegar Bielsa se produce un cambio", finaliza, en alusión a todo lo que vino después, el responsable de la llegada del DT rosarino a la banca la Roja, Harold Mayne-Nicholls.
Durante el proceso de Bielsa, los sonados actos de indisciplina con seleccionados chilenos como protagonistas principales simplemente desaparecieron (aunque que habrían de venir, después de él, el Tavellazo, el Bautizazo o los escándalos automovilísticos de Vidal y Mena).
A Claudio Bravo, Gonzalo Jara, Matías Fernández, Mark González y Jorge Valdivia (los cinco hombres de la llamada generación dorada que vivieron el Puerto Ordazo) se les sumaron pronto otros nombres tan o más importantes (como Medel, Alexis o Vidal, por citar tan solo a tres de ellos), ausentes en la Copa América de Venezuela, pero presentes en el Mundial Sub 20 de Canadá celebrado aquel mismo año. Y juntos comenzaron a forjar un plantel inolvidable.
Y es que puede resultar contradictorio, o tal vez simplemente fortuito, pero fue de las cenizas del Puerto Ordazo, aquel triste episodio vivido hace exactamente diez años, que surgió la revolución chilena, el Ave Fénix del bicampeonato.