"La reelegiremos en la primera vuelta". Confiado en la fortaleza de su "delfín" político, hace unos meses el ex Presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva manifestaba así su seguridad en la reelección de la actual mandataria, Dilma Rousseff, en las elecciones presidenciales de octubre próximo. Sin embargo, hoy, con más prudencia, el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) ya reconoce que estos comicios "están abiertos" a todas las incógnitas.

Las masivas manifestaciones que sacudieron al país en junio y julio pasado contra la corrupción y en demanda de mejores servicios públicos de educación, salud y transporte, cambiaron dramáticamente el escenario político. De pronto, la hasta ese momento imbatible Rousseff comenzó a caer bruscamente en las encuestas. Así, la aprobación de su gobierno cayó casi 23 puntos tras las protestas, llegando al 31,3%, según una medición de la Confederación Nacional de Transportes (CNT).

Y las últimas encuestas parecen agregar más incertidumbre al escenario electoral. El más reciente sondeo de Datafolha muestra que  Rousseff perdió seis puntos en intención de voto entre febrero y abril, al pasar de 44% a 38%. Sin embargo, estos puntos perdidos no ayudaron a sus principales adversarios. El socialdemócrata Aécio Neves se mantuvo en 16% de intención de voto, y el socialista Eduardo Campos apenas sumó un punto y pasó a 10%. Con ello, Rousseff aún resultaría electa.

Pero el sondeo de Datafolha también reveló un nuevo descenso en la evaluación positiva del gobierno de Rousseff, que cayó del 43% al 36% desde diciembre pasado, mientras que el índice de aprobación a su desempeño personal bajó del 56% al 51%. "El deterioro de las expectativas respecto de la inflación, el empleo y el poder de compra de los salarios ayuda a explicar la caída en la aprobación del gobierno", expresó Datafolha.

Otras encuestas realizadas días antes por Ibope y la Confederación Nacional de la Industria (CNI), arriban a conclusiones similares. Allí se argumenta que es la deprimida economía, la alta inflación y un escándalo que involucra a la petrolera estatal Petrobras, lo que motivó una caída en la aprobación personal de Rousseff.

En este escenario, la última cifra de inflación entregada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (Ibge) no favorece las posibilidades de reelección de la candidata del PT. El incremento del referencial Indice de Precios al Consumidor Amplio en marzo fue el más fuerte para el mes desde 2003. Al respecto, el 65% de los entrevistados por Datafolha cree que la inflación empeorará, más que el 59% que lo pensaba en febrero. Bajo el mandato de Rousseff, la mayor economía de América Latina está en un cuarto año de desaceleración, agregó la agencia Dpa. Para Lula, durante la campaña la mandataria deberá "decir claramente cómo vamos a mejorar la economía brasileña".

A los problemas de Rousseff con la economía se suma la ofensiva de la oposición en el Congreso para investigar presuntas irregularidades practicadas por Petrobras. La petrolera controlada por el Estado pagó US$ 1.180 millones por la refinería texana Pasadena, mientras en 2005, la empresa belga Astra Oil la había adquirido por US$ 42,5 millones. Es decir, Brasil pagó 27 veces más que los belgas. "La popularidad de Dilma desaparece por varias razones. Petrobras es una de ellas", dijo a la cadena alemana Deutsche Welle Adriano Pires, director de la empresa brasileña de asesoría de empresas CBIE.

Y como si fuera poco, el próximo Mundial de fútbol tampoco parece ayudar a la imagen de Rousseff. Según Datafolha, el 55% de los brasileños cree que el torneo  será más perjudicial que beneficioso para el país. En junio pasado ese índice era de sólo 44%. Además, el número de personas que apoyan la disputa del Mundial en Brasil descendió por primera  vez del 50%. Hoy, sólo el 48% se declara favorable del torneo. En 2008 el respaldo llegaba al 79%.