En el año 2000, expertos internacionales, entre los que destacaba David Rubilar, paleontólogo del Museo de Historia Natural, se adentraron en la ciudad de Conchi Viejo, en la Región de Antofagasta, en pleno desierto de Atacama, "para la prospección de restos de dinosaurios", según el relato del propio Rubilar.
La expedición reunió un fémur, algunas vértebras, un par de costillas, además de otros huesos fosilizados imposibles de determinar. Una vez que la piezas encajaron, los expertos se dieron cuenta que estaban en presencia de una nueva especie de dinosaurio que bautizaron como Atacamatitan chilensis, un saurópodo de unos 10 metros de largo.
Como sólo se trataba de restos esparcidos, Rubilar contactó a Mauricio Alvarez, uno de los más reconocidos paleoilustradores del país. Fue así como de la paleta del artista surgió una recreación artística del animal, la misma lámina con la que ahora Alvarez se ganó el derecho de exponer en la exhibición artístico científica más importante del mundo, el Focus on Nature XIII (Fon XIII), que año a año organiza el Museo del Estado de Nueva York, el museo más antiguo de EE.UU.
Alvarez está exponiendo desde el pasado 19 de abril, muestra que se mantendrá abierta hasta enero de 2015.
Se trata de la primera vez que un artista chileno expone en el lugar, un derecho que se ganó luego de sortear el dictamen de un jurado de Fon, que usa criterios muy específicos para aceptar una obra, especialmente desde el punto de vista científico. Sólo para la actual versión postularon 172 artistas de 18 países, de los que sólo se seleccionaron 90 obras.
"La ilustración nació cuando estudiaba en la universidad y me dedicaba a ilustrar especies y paisajes prehistóricos. En esa época, aparte de asistir a congresos del área en Chile y Argentina, viajé con David (Rubilar) y dos paleontólogos brasileños al norte, donde se hallaron los restos de este saurópodo. La composición del cuadro la hice leyendo papers científicos, escuchando comentarios de David y de varios paleontólogos", recuerda hoy Alvarez.
La imagen final que se expone en Nueva York sufrió varios retoques, especialmente después del hallazgo y estudio de nuevos restos, lo que mejoró la composición del cráneo. "Algunos fósiles aparecen incompletos y mediante años, excavaciones y restos de varios individuos, se puede tener una idea más completa del animal", explica Alvarez.
Los cambios son frecuentes, dice el paleoartista. Como los animales, los dibujos deben evolucionar según nuevos hallazgos de la especie que van afinando su composición física final. "El proceso de boceto y corrección es el más extenso y arduo, ya que se debe tener paciencia y perseverancia. Incluso, hay ocasiones que los cambios son tan radicales, que se debe realizar una nueva ilustración".
Pero la confección de una lámina, como la que se exhibe en Nueva York no sólo requiere fundamentos científicos, también una cuota de inspiración, la que encuentra en Chiloé, donde Alvarez vive. "Salir a terreno sirve para imaginar cómo fue el lugar hace millones de años", explica. "Siempre visito terrenos con una configuración similar al ambiente geológico de donde provino el fósil, si es costero o de selva. Intento acercarme a parajes con características similares a las que tuvo el espécimen hace millones de años, para esto consulto a varios especialistas como geólogos, paleobotánicos o paleontólogos. Chile es un buen lugar, ya que posee varios climas y situaciones geográficas inspiradoras".
Muchas de estas obras son financiadas como parte del ítem que un científico tiene en el presupuesto de su estudio, además de editoriales, museos, fundaciones o instituciones, e, incluso, por los mismos científicos.
Para Alvarez, la ilustración científica es más que una lámina ilustrativa. "Es una imagen que permite que la gente conozca de qué se trata una investigación".