PREOCUPACIÓN denota el análisis de Luis Larraín, director ejecutivo del Instituto Libertad y Desarrollo (LyD), sobre la propuesta tributaria dada a conocer el jueves por Michelle Bachelet. El aumento de 20% a 25% del impuesto a las empresas y el cambio en la base impositiva, de retirada a devengada, con el consiguiente fin del FUT (Fondo de Utilidades Tributables), constituyen, a su juicio, la reforma más profunda del sistema desde principios de los 90, lo que no le cabe duda golpeará a la inversión y al crecimiento del país en una magnitud todavía difícil de precisar. Por de pronto, en LyD estiman que sólo el incremento del impuesto de primera categoría podría significar medio punto menos de crecimiento del PIB por año.
¿Cómo evalúa la propuesta tributaria de Michelle Bachelet?
Es una propuesta de una magnitud importante, que representa un cambio en la arquitectura tributaria que ha tenido Chile en los últimos 30 años. En magnitud, es de un 3% del PIB, unos US$ 8.200 millones, lo que significa aumentar la tributación en 15%. Obviamente, eso tiene que tener un efecto sobre el proceso productivo chileno, es inevitable.
¿Es la reforma impositiva más importante desde los 90, desde la que hizo Foxley?
Así es. Hay que considerar que las empresas pasan de una tasa de 20% a 25% en el período, es decir, suben 25%, lo que rompe algunos de los equilibrios que tiene nuestro sistema tributario. Por ejemplo, en el caso del impuesto a las empresas, tasa relativamente baja y base muy amplia, donde prácticamente no hay exenciones. Eso hace que en la Ocde estemos de la mitad para abajo en las tasas, pero que seamos el tercer país que más recauda desde el punto de vista de la base.
¿Cuál es el cambio que puede generar mayor impacto?
Tenemos, por una parte, el aumento del impuesto a las empresas. Pero hay otro cambio que es conceptual y práctico, que es el pasar a tributar sobre base devengada y ya no sobre base retirada, con lo cual se elimina el registro que hoy se conoce como FUT. Al haber casi dos puntos del PIB, de un total de tres, que provienen del tema del impuesto a las empresas, en el fondo lo que estás haciendo es que de estos US$ 8.000 millones, un poco más de US$ 5 mil millones los estás retirando del ciclo productivo. Entonces, no me vengan a mí con que no va a tener efectos sobre la inversión y el crecimiento. Sí los va a tener.
Ellos han planteado que la depreciación inmediata que proponen es el nuevo mecanismo pro inversión y que compensa la eliminación del FUT.
Es cosa de ver la tabla que ellos mismos pasaron para darse cuenta de que no es así. Según la recaudación de las distintas medidas, se ve que el impuesto a la renta significa 1,92% del PIB y las franquicias de depreciación inmediata y otras significan sólo 0,21% del PIB. Lo que pasa con la depreciación instantánea es que va a ser sujeto de este beneficio solamente la maquinaria y equipos dentro del total de la inversión, que corresponde a un 40% de la formación bruta de capital. El resto son otro tipo de componentes de inversión, como el capital de trabajo. Entonces, como sustituto, la depreciación instantánea es muy pobre y no es efectivo que este concepto sea más moderno; por el contrario, encuentro un poco anticuado pensar que toda la inversión tiene que ver sólo con maquinarias y equipos.
¿Cuánto puede pegar, en definitiva, esta reforma en la inversión y el crecimiento?
Soy bastante pesimista respecto del impacto que esto puede tener sobre la inversión. Se está afectando lo que ha sido la base del ahorro nacional, del cual dos tercios corresponden a las empresas y un tercio a las personas. Ahí está el financiamiento de la inversión. Entonces, si me dicen que con una reforma de esta magnitud y con esta nueva estructura no vamos a afectar la inversión, usando una analogía de otras discusiones, nos quieren hacer fumar opio tributario. Nuestro economista Luis Felipe Lagos estima que si sube la tasa del impuesto de las empresas de 20% a 25%, podría tener un efecto en el crecimiento de medio punto anual menos.
¿Y a qué plazo se puede sentir?
Se puede estar pensando en el efecto en la Bolsa y en los valores de las acciones, que empiezan a anticipar. Pero además, hay una serie de problemas con la implementación práctica de pasar a tributar sobre base devengada, porque esto significa que cuando una empresa tenga utilidades, un gran número de contribuyentes que son accionistas de empresas van a figurar con utilidades que han sido devengadas, pero no han sido percibidas, y van a enfrentar un problema de liquidez, porque van a tener que pagar impuestos por una plata que no han recibido. Tengo la impresión de que esto va a significar un cambio en las políticas de dividendos en las empresas, porque va a haber una presión desde los accionistas a las empresas para pedirles que repartan más dividendos. Hoy día se reparte cerca del 30% y creo que nos vamos a ir al otro lado, al 70% o algo similar.
Desde el comando de Bachelet se insiste en que este cambio es prudente, por la gradualidad con que se aplicaría y que no va a afectar la inversión…
Efectivamente, hay una gradualidad, pero lo segundo no lo puedo creer. Los cambios en las tasas impositivas siempre afectan la inversión, se puede discutir cuál es la magnitud y si el beneficio que vas a obtener por el gasto que vas a hacer compensa o no, pero decir que no la impacta me parece un error conceptual demasiado claro. Creo que hay un poco de ingenuidad y de falta de calle en el diseño de esta reforma tributaria. Aquí ha habido un enfoque un poco contable de lo que es el tema tributario.
¿Falta una mirada más macroeconómica?
No veo la mirada de consistencia macroeconómica en estas cifras. Del grupo que trabajó la propuesta, el único que tiene alguna experiencia importante, pero acotada, es Alberto Arenas, pero no es alguien que ha estado haciendo política económica. Además, veo que dentro de la candidatura de Michelle Bachelet están muy prisioneros de las consignas y de los mitos que se han creado. Entonces, no podían presentar una reforma tributaria que no le hiciera algo al FUT, porque era tanto lo que habían hablado del FUT que, en definitiva, políticamente no pasaba la prueba.
En la Concertación se señala que el FUT se presta para elusión y evasión.
Creo que están muy equivocados. El SII es extremadamente eficiente en el control de las empresas y en especial de las grandes empresas en el control de franquicias tributarias. Cuál es la imagen que se crea acá: que un empresario logra por estos mecanismos no pagar los impuestos que debiera, a pesar de que sí está percibiendo los dineros y consumiéndolos. Pero yo no creo en esto de que las diferencias entre las tasas se esté prestando para este masivo fraude.
¿Es un mecanismo que no requiere ajustes?
No podría decir que no requiera ajustes. Creo que el SII le hace ajustes periódicamente a través de circulares. Y tampoco descarto que pudiera haber un ajuste legal que se requiera. Pero una cosa es un ajuste y otra cosa es eliminar la diferencia entre impuesto devengado e impuesto percibido.
¿No faltó proactividad, en términos de abordar los problemas que podía tener el FUT antes que se llegara a esta idea de eliminarlo? Las críticas venían desde la época de Nicolás Eyzaguirre.
Mi percepción es que desde hace 10 años el SII ha sido extraordinariamente activo en ir cerrando cualquier espacio de ese tipo. Hay gente que tiene sociedades de inversión y acumula activos, pero con esa plata y con esos activos la economía está funcionando, invierte la plata en el mercado de capitales, en un fondo mutuo, pero no la puede gastar y cuando la quiera gastar va a tener que pagar el impuesto del 40%.
Sebastián Edwards dijo que el juicio final sobre el efecto de esta reforma tributaria en el crecimiento depende de en qué y cómo se gasten los recursos.
Es que la forma en que lo hacen es rara. Están planteando que en su eventual período harán poco, porque todo rige completo desde el cuarto año. Respecto de lo que dice Edwards en el largo plazo, es más difícil de medir.
¿Usted insiste en que no es necesaria una reforma tributaria para financiar los cambios en educación que debe acometer el próximo gobierno?
Efectivamente, por lo que he visto hasta ahora. Pero uno tendría que hacer un cálculo más fino y no descarto que de repente uno llegue a una estimación que diga voy a necesitar US$ 500 millones, puede ser, pero no US$ 8 mil millones, de ninguna manera. Creo que ahí hay ideologismo, en el sentido de decir "yo quiero tener un carga tributaria más alta en Chile, quiero tener un gasto más alto y después por último veo en qué lo gasto". Está claro que, según sus cálculos, en su período no necesitan la plata o no la van a ocupar, pero quieren dejar la vara allá arriba.
Otro argumento para esta reforma es que se debe invertir en cohesión y paz social, lo que también influye en el clima de negocios.
Hasta la primera parte estoy de acuerdo, pero me parece malo presentar que la única manera que tenemos de alcanzar mayor grado de igualdad es subiendo los impuestos y que esa es la papa. Sería mucho más fructífero tratar de ponernos de acuerdo en cuestiones de más largo plazo, por ejemplo, sobre cómo debe evolucionar el gasto en educación, y si se requiere incrementar tales recursos, yo no me negaría a que pudiéramos discutir un alza de impuestos, porque si quieres elevar la calidad de las prestaciones que estás dando es posible que requieras más recursos. Lo que no me gusta es esta caricatura que estamos haciendo con el tema del impuesto a las empresas y a las personas.
En ese sentido, ¿se está reaccionando de forma inadecuada a las demandas sociales?
Yo veo que la candidatura de Bachelet es muy permeable a eso, a las demandas de la calle. En educación superior, ella dijo que no encontraba justo que su hija fuera gratis a la universidad y la calle le torció la mano. Ese es el precio que tuvo que pagar para incorporar a gente de los movimientos sociales y al Partido Comunista. Pienso que de verdad, ella no cree eso, pero es prisionera de una consigna.
Lo que también se argumenta en el equipo de Bachelet es que ellos ya gobernaron, dieron muestras de responsabilidad fiscal, de manejo macroeconómico y que esa es su mejor garantía.
Ese es un mal argumento, porque ahora están planteando hacer cosas radicalmente distintas a las de antes. Además, buena parte de la conducción económica estuvo hecha por Andrés Velasco, que ahora en casi todos estos temas tiene una posición distinta a la de ellos. Entonces, uno dice, ahí estaba la prudencia en la conducción macroeconómica y todo lo demás.
Pero están planteando cosas distintas, porque toda la presión y urgencia de las demandas sociales surgieron precisamente en los últimos años.
Ok, pero la pregunta es si uno va a dar satisfacción a todas las demandas sociales, cualquiera sean ellas. ¿Eso es liderazgo? ¿Esas son convicciones? Si uno lleva años en política tiene más o menos claro lo que está pasando. Se puede equivocar, cambiar de opinión, pero no se puede ser un títere. Pueden cambiar las circunstancias, pero no lo pueden hacer todo distinto. Ese es mi punto. Yo la veo a ella, especialmente, demasiado voluble a lo que le estén diciendo. No es el concepto que yo tengo de un liderazgo político, de responsabilidad ni de seriedad.
Usted tiene contacto con el mundo empresarial. ¿Ha visto temor por el tenor de las propuestas electorales?
Percibo mayor inquietud en el sector empresarial por temas como asamblea constituyente, reforma tributaria, sistema de pensiones en general, dada su importancia para el mercado de capitales.
¿No fue en parte el propio gobierno de Sebastián Piñera el que dejó abierto el debate tributario, tras la reforma que hizo en 2012?
Yo creo que alguna responsabilidad hay del gobierno no por haber subido los impuestos necesariamente, sino que por la ligereza con que rechazó las críticas en el sentido de que el incremento de impuestos podía tener algún efecto en la inversión y en el crecimiento. Al despreciar esos argumentos, efectivamente, dejas abonado el campo para que el día de mañana, con una reforma que recaude ya no 0,8% del PIB, sino 3% del PIB, te den los mismos argumentos.