"Construiré una gran muralla y nadie construye murallas mejores que yo, créanme. La construiré de forma muy barata, construiré una gran muralla en nuestra frontera sur y haré que México pague por eso". Así, el entonces candidato republicano a la Presidencia, Donald Trump, puso el tema migratorio en el centro del debate político en el país.

En ese sentido, la victoria del empresario en las elecciones presidenciales de noviembre no sólo abrió un escenario de incertidumbre, tanto en el país como en las relaciones internacionales, sino que para Europa su triunfo significó una suerte de termómetro de lo que podría ocurrir en varios de sus países, donde reinan el populismo y los discursos antiinmigratorios.

La guerra en Siria, el conflicto en Irak y en otros países de Africa han provocado que el número de migrantes que llega al Viejo Continente aumente a niveles no vistos en décadas. Así, el año pasado se estima que más un millón de personas llegó a Europa en busca de asilo.

Esto provocó la molestia de los líderes de agrupaciones euroescépticas, que hicieron llamados a cerrar sus fronteras. Una de ellas es la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen. "Ellos no te dicen esto, pero la situación de la inmigración en Francia está fuera de control. Mi objetivo es claro: detener la inmigración tanto legal como ilegal", dijo el año pasado. En su programa de cara a las elecciones de abril de 2017, el Frente Nacional dice que limitarán la migración a 10 mil personas por año.

Pero Le Pen ha ido más lejos en sus discursos y señaló que "necesitamos fronteras nacionales para Francia". Además, dijo que los inmigrantes no deberían recibir cuidados médicos financiados por el Estado, seguridad social y que deberían terminar con los asilos. Hoy, lidera los sondeos presidenciales de la primera vuelta con 30% de apoyo.

Pero ella no es la única. El líder de la extrema derecha de Holanda, Geert Wilders, quien también aspira a ganar las elecciones en su país para convertirse en primer ministro, es conocido por su discurso contrario al islam y antieuropeo. Con las elecciones generales en Holanda a la vista -se celebrarán en marzo del año que viene-, el que será candidato del Partido de la Libertad (PVV) ya ha prometido algunas medidas como cerrar escuelas islámicas y mezquitas. Su programa se titula "Holanda es de nuevo nuestra", y también lidera las encuestas, con un 30%.

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, fue otro de los que celebraron el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales. Esto, porque al igual que el empresario -que prometió construir un largo muro en la frontera de México con Estados Unidos para frenar la inmigración-, el gobierno húngaro mandó construir una valla de 175 km de longitud en la frontera con Serbia, en medio de la crisis migratoria que vivió Europa el año pasado. Además, intentó convertir en ley la prohibición a que llegaran refugiados al país, algo que fue rechazado en el Parlamento.

Mientras, en Reino Unido, Nigel Farage, quien presidió la colectividad euroescéptica Ukip y que lideró la campaña por el Brexit, ha puesto en el debate el tema migratorio en el país. En la isla la llegada de polacos y rumanos a comienzos de la década pasada ha provocado el enojo de quienes consideran que los migrantes ocupan sus puestos de trabajo y reciben muchos beneficios sociales. Según la oficina de estadísticas, se estima que hasta junio de este año, 284.000 ciudadanos de la Unión Europea habían llegado al país.

Sin embargo, en un estudio del think tank Cato Institute señala que estos temores no están fundados. "A los inmigrantes les atraen las regiones en crecimiento y ellos aumentan la oferta y la demanda una vez que llegan ahí y expanden las oportunidades de trabajo. Probablemente, los inmigrantes van a competir más directamente contra otros inmigrantes, así que los efectos en los nativos con menores habilidades podría ser pequeña o incluso positiva", dice el reporte.

Por otro lado, en Alemania la situación no es muy diferente a lo que ocurre en varios países europeos. La política de la canciller Angela Merkel, de abrir las puertas a los refugiados, ha provocado la molestia en ciertos sectores y el auge de movimientos antiislam, como Pegida o Alternativa para Alemania, que ha tenido un buen desempeño en las elecciones locales. Es por eso que la Willkommenskultur (cultura de bienvenida) está siendo revisada, según un artículo del diario Financial Times.