Ya tuvo que largarse de Estados Unidos una vez. Fue en el 2005, cuando hastiado de las críticas desfavorables y de un clima urbano en Nueva York que él decía no era el mejor, filmó en Londres la magnífica Match Point (1995). Luego vendrían varias películas producidas por mecenas del cine europeo, entre ellas Vicky Cristina Barcelona (2008) en España, Medianoche en París (2011) en Francia y A Roma con amor (2012) en Italia. Ahora, en medio de las acusaciones en su contra comandadas por su hija adoptiva Dylan Farrow, puede que Woody Allen tenga que pensar en mirar de nuevo al otro lado del Atlántico.
El horno no está para bollos en su país y al alero de las declaraciones de Farrow (sobre haber sido abusada sexualmente por Allen cuando ella tenía siete años), una serie de actrices y actores han lanzado dardos contra el realizador. Algunos se han arrepentido de trabajar con él, otros decidieron donar el dinero de lo que ganaron a organizaciones benéficas, pero todos le han hecho saber que cualquier sospecha de abuso sexual de su parte no es bienvenida. Woody Allen negó las afirmaciones de Dylan Farrow y blindó sus razones argumentando que la justicia estadounidense siempre le dio la razón a él.
Tal vez aquella respuesta podía tener eficacia en el Hollywood anterior a los escándalos de acoso protagonizados por el productor Harvey Weinstein y el actor Kevin Spacey, pero hoy todo es diferente: contra Allen dispararon sus ex estrellas Colin Firth, Greta Gerwig, Rebecca Hall y Mira Sorvino. Al menos, las dos últimas deben buena parte del impulso de sus carreras a dos filmes de Allen: Vicky Cristina Barcelona y Poderosa Afrodita (1995).
Con una particular capacidad para capear temporales familiares (ya en 1992 siguió con su sorprendente régimen de una película al año en medio de su separación de Mia Farrow tras relacionarse con Soon-Yi Previn, la hija adoptiva de ella), ahora el cineasta neoyorquino navega en medio de la tempestad mediática con dos películas al hombro. Una es La rueda de la maravilla, que se estrena pasado mañana en Chile, y la otra es A rainy day in New York, que llegará durante el año. Ambas son de Amazon Studios, la compañía que financió sus últimas tres cintas y que también tuvo bajas: su presidente Roy Price, debió renunciar en octubre al ser imputado de conductas sexuales impropias.
Infieles en Coney Island
En La rueda de la maravilla, Woody Allen transita por al menos dos caminos que conoce como pocos: el retrato femenino y la idealización de Norteamérica. Como en la anterior Café Society (que transcurría entre New York y Hollywood en los 30), acá el paisaje está idealizado en extremo: es Coney Island, balneario de la Costa Este que logró su esplendor a mediados del siglo pasado. A su famoso parque de entretenciones pertenece la rueda de la fortuna que da título a la cinta.
Por ahí se pasean los personajes de la trama, comandados por Ginny (Kate Winslet), una suerte de pariente pobre de la Jasmine de Cate Blanchett en Blue Jasmine (2013). Es tan neurótica como ella y su vida tiende a caerse a pedazos de similar manera, aunque acá además hay romance de por medio: Ginny, mujer casada con el operario del carrusel, Humpty (James Belushi), se relaciona con Mickey (Justin Timberlake), salvavidas de la playa local. La vida de ella, alguna vez mejor junto a su primer esposo músico, parece condenada a la implacable rutina junto a su segundo marido, un buen bruto sin mayores aspiraciones que un partido de béisbol el fin de semana.
En ese contexto, Ginny encuentra en Mickey un portal a un mundo mejor y más sensible (el muchacho estudia artes en la universidad), pero nadie está seguro de que Mickey quiera responderle a ella con la misma moneda. Es un pequeño drama que tiene algo de suspenso con la presencia de dos hampones ítaloamericanos que van en busca de Carolina (Juno Temple), la hija del primer matrimonio de Humpty. Entre Ginny, Mickey y Carolina se arma un triángulo romántico y la suerte está echada.
La afinidad de Allen con los personajes femeninos es legendaria y algunas de sus mejores películas las tienen a ellas de protagonistas, desde Annie Hall (1977) a La rosa púrpura del Cairo (1985), Hannah y sus hermanas (1986) o Match Point.
En una reciente entrevista a El País, Allen decía con meridiana claridad que es lo que encontraba en las mujeres y que es lo que no hallaba en los hombres a la hora de hacer una película: "En cierto modo, son más complejas que los hombres. Los hombres tienen menos dimensiones....Las mujeres viven, sienten y expresan más cosas. Cuando uno aspira a hablar de las emociones de la vida, las mujeres te lo ponen más fácil".
Los personajes femeninos también le dan vigor a A rainy day in New York, la película que Allen ya rodó y que debe estrenar en algún momento del año. Actúan, entre otros, Jude Law, Selena Gómez, Elle Fanning, Rebecca Hall, Diego Luna y Thimotée Chalamet. Se trata de un romance y el resto de la trama está bajo cuatro llaves, como es habitual con el cine de Allen hasta poco antes del estreno. Hay, para su desgracia, algunos problemas: al menos dos de sus actores (Hall y Chalamet) han hablado o tomado acciones en contra de Allen a la luz de las últimas denuncias. Otros, como la propia Selena Gómez, aún lo apoya. Además, The New York Post dice haber tenido acceso a parte del guión, donde se incluiría una escena de relaciones afectivas entre un hombre de 44 y una muchacha de 15.
Es, en rigor, una historia vieja: en Manhattan (1979), Allen era un cuarentón que se entretenía con una chica de 17 años (Mariel Hemingway). Es una de sus mejores obras y nadie lo cuestiona. Hoy, sin embargo, cualquier historia parecida cae bajo la lupa de otros parámetros.