La mecha ya está encendida. Hace dos semanas, en entrevista con La Tercera, el artista Gaspar Galaz decretó que la vanguardia ya no se manifestaba en el lenguaje de la escultura, sino en el arte conceptual o la instalación. Su visión crítica respecto a la disciplina surgió en noviembre pasado, cuando se repuso la instalación de Juan Pablo Langlois, Cuerpos blandos, en el Museo de Bellas Artes. En esa misma fecha, los escultores Federico Assler y Mario Irarrázabal presentaban sus retrospectivas. A su juicio, sólo Langlois obtuvo una reacción del público, que se impactó frente a su propuesta.
"A veces la gente pasa al lado de una escultura y no la mira. Eso no pasaba en los años 40 ó 50. No sé si es culpa nuestra, que no invitamos a detenerse o si las personas perdieron el gusto estético", señalaba Galaz, autor, junto a Milan Ivelic, del libro Chile, arte actual, (1988), texto referencial sobre la escena chilena de artes visuales. "Hasta cuando los escultores van a seguir haciendo objetos tridimensionales estéticos para decorar plazas o parques. La escultura como lenguaje ya no es capaz de interrogarse críticamente sobre los grandes problemas y preguntas del mundo".
Figuras del arte nacional decidieron replicar los dichos de Galaz y confirmar la capacidad de la escultura de llegar al gran público.
El crítico Guillermo Machuca, curador de la actual muestra de Galaz en Sala Gasco, asegura que "lo que es inactual es un tipo de escultura. A eso se refiere Gaspar. A un tipo de escultura que viene de la tradición, obras que se ensamblan en el taller por un trabajo mecánico, no digital, como son los proyectos actuales de muchos escultores. Ahora, en este debate sobre la vanguardia y la escultura, una polémica como la estatua del Papa en Bellavista, por ejemplo, queda fuera, porque se trata de una escultura sin ningún quiebre formal ni actualización".
Por su parte, María Elena Comandari, directora de Artespacio, rebate la tesis de Galaz en forma empírica. La galerista señala que Santiago exhibe varias propuestas de artistas chilenos contemporáneos, destinadas a enriquecer el patrimonio urbano de la ciudad: "Hay muchos artistas jóvenes que trabajan la escultura con nuevos materiales y que tienen propuestas interesantes. Invito a ver la escultura de Julen Birke instalada en Isidora Goyenechea, en el edificio Territoria, frente a la Plaza Perú. Fueron 11 escultores los que participaron en ese concurso y los proyectos fueron sorprendentes". Comandari señala que el buen momento de la escultura también es comprobable en el extranjero, donde el arte público ocupa un espacio privilegiado.
El éxito en concursos públicos de esculturas minimalistas como las de Birke, de 35 años, radica en citar objetos familiares y reinterpretarlos a través de cambios de escala. Su obra en acrílico y metal de Isidora Goyenechea tiene una dimensión lúdica, que se manifiesta en la luz, que es parte integral de la obra y se obtiene directamente del alumbrado público y la interacción con los transeúntes.
Para el también escultor y académico Cristián Salineros, una obra en volumen siempre debe ser reflexiva: "Gaspar Galaz está profundamente equivocado. El es un gran académico y muy lúdico en su enseñanza, pero su propio ejercicio de la escultura es anacrónico. Quizá en su propio trabajo ve reflejada su opinión. En comparación con otras disciplinas, la escultura es la que tiene mucho más campo por desarrollar".
ESCULTORES DE PESO
Asimismo, el premio nacional de Arte 2009, Federico Assler, señala que una de las razones del éxito de la escultura es la posibilidad que el espectador explore la obra y hasta la pueda tocar. A su juicio, el transeúnte debería incluso entrar a la obra e interactuar con ella, transformándose en el verdadero protagonista. Precisamente, Assler prepara para enero el emplazamiento temporal de una de sus esculturas de hormigón de 10 toneladas de peso en pleno centro de Santiago, en medio de la ciudad.
"Obviamente no estoy de acuerdo con Galaz. Creo que sus dichos provienen de una sensación de que en Chile a la escultura no se le da la importancia que debería tener. Para mí, toda escultura debe ser un lugar de encuentro, un acontecimiento. La obra es más que una pieza y debería funcionar como lugar de atracción y saber resistir toda la violencia de la ciudad. Lo que ocurre es que las obras de Galaz son para interiores y no resisten las dimensiones del espacio público", señala Assler.
Para el reciente Premio Nacional, uno de los referentes más importantes en el mundo son las momumentales obras escultóricas en metal de Richard Serra. En Nueva York, el MoMA le dedicó en 2007 una extensa retrospectiva a la que Assler asistió. De hecho, la nueva sala del museo había sido expresamente creada para que pudiera soportar una exposición de Serra de cientos de toneladas de peso. Sus obras son transitables. Elipses, laberintos serpenteantes y espirales. "Sus inmensas esculturas de acero, a pesar de su enorme peso, parecen flotar y se sostienen por sí mismas, lo que perturba al espectador. Lo considero el escultor vivo más importante", apunta Assler.
Para los expertos, otra figura que comprueba que el formato no está agotado es Jeff Koons y sus gigantescos perros cubiertos de flores o de acero cromado. La eliminación del pedestal de la escultura, que la alejaba del ciudadano de a pie, más la apropiación de imágenes pop, marcan los nuevos rumbos de una disciplina que persiste y cuyas señales de vida están a la vista por todas partes, fáciles de encontrar para el transeúnte.