El escenario que se desarrollaría luego de la promulgación de la nueva Ley de Matrimonio Civil en 2004 no era claro. Por incorporar el divorcio, algunos consideraron que sería el fin del matrimonio como institución. Pero para otros, fue la posibilidad de finalizar esa unión sin mentir, es decir, sin apelar a la incompetencia del oficial del Registro Civil para dejar sin efecto el vínculo.

Trece años después, la caída en los matrimonios no se produjo. Al contrario, aumentaron. Si en 2005 fueron 53.842 uniones, el año pasado, según el Registro Civil, estos llegaron a 64.431.

¿Pero qué pasó con los divorcios? Tras un peak en los años 2009 y 2010, en que las disoluciones llegaron a 53.555 y 52.539, respectivamente, los divorcios comenzaron a estabilizarse, incluso, con un descenso sostenido entre 2012 y 2015 (ver infografía).

Sin embargo, 2016 vuelve a mostrar un alza, registrándose 48.608 divorcios, su nivel más alto desde el mencionado peak de 2010, donde muchas parejas separadas por años sinceraron su situación legalmente.

Actualmente, los matrimonios atraviesan por más tensiones que generaciones anteriores, resume Arturo Roizblatt, académico del Departamento de Psiquiatría de la U. de Chile, explicando el hecho de que cada año unas 100 mil personas se divorcian en el país.

Conflictos que parten porque se hacen demasiadas exigencias al matrimonio. "Se pide calidad, muchas personas idealizan esta calidad y no son capaces de satisfacerla. Además, hay baja tolerancia a los períodos bajos del matrimonio, no se le ve como las estaciones, cuando hay invierno, hay que pensar que llegará la primavera, si es que se trabaja en ese sentido", señala.

La pareja está hoy mucho más demandada, dice Juan Yáñez, terapeuta de parejas y coordinador de la Clínica de Atención Psicológica de la U. de Chile (CAPs), por la crianza, mantenimiento y educación de los hijos. "Las parejas se desgastan y agotan con cumplir con la función social de la crianza de los hijos, desentendiéndose de la función de la pareja".

Los conflictos conyugales pueden ser de diverso tipo, "pero en nuestro país la infidelidad sigue siendo la causa principal del divorcio", explica Eliana Heresi, psicóloga y académica de la U. Diego Portales. Otras causales, dice, pueden asociarse a distanciamiento progresivo de la pareja por conflictos maritales no resueltos, que pueden llegar incluso a violencia en la pareja o una vinculación muy lejana y distanciada de ambos miembros de la dupla conyugal.

Falta apoyo y educación sobre el matrimonio y lo que ocurre luego de un divorcio, sostiene Roizblatt. "Por un lado, hay un discurso de que lo primero es la familia, pero no hay acciones concretas. Obtener una terapia de pareja es difícil a nivel público, no existe coherencia en las palabras".

Se requiere de esfuerzo a nivel estructural y país, agrega Diana Rivera, académica de la Escuela de Psicología de la U. Católica. "Si nos interesa que las personas tengan la oportunidad de trabajar su relación de pareja, el Estado debería generar espacios en la salud pública para esas intervenciones y formar profesionales en esa temática".

Hay poco apoyo social en los casos de divorcio, sostiene Heresi, "siendo una realidad que cada vez es más frecuente en nuestro país".

Estabilización

Pese al alza de 2016, en la Corporación de Asistencia Judicial, que procesa el 40% de las demandas de divorcios del Poder Judicial, las cifras desde hace algunos años se mantienen estables. "Se aprecia una estabilización del divorcio. Muestra que había una necesidad no sólo en un momento. Luego de la ley se ha mantenido y tenemos cifras entre 15 mil a 16 mil causas al año", explica el director general de la CAJ, Alejandro Jiménez.

El divorcio entrega un marco legal que regula las relaciones de manera que queden protegidos todos los miembros de la familia después de un quiebre, destaca Rivera. "Permite que la familia quede protegida, en un contexto en que la mayoría de las mujeres no está incorporada al mercado del trabajo".

El número de divorcios y el valor de la pareja como institución social no se relacionan, aclara el psicólogo del CAPs. "Lo que veo en la práctica es que el valor de la pareja es trascendente. La pareja es el resultado de un fenómeno evolutivo, histórico, ancestral, y su sentido no se ve vulnerado por las dificultades o facilidades de poner fin al matrimonio".

Que las personas se divorcien no implica que se valore menos la pareja. Para la psicóloga de la U. Católica, ese es uno de los principales mitos, junto con que los matrimonios al primer problema se separan. "No sé de dónde se ha sacado eso. Las personas valoran la familia y la pareja. No es ese el motivo. Hoy, hay un marco cultural más aceptador, antes las personas no tenían alternativa, ocurría, pero vivían en el mismo techo en una situación de sufrimiento".

Esa relevancia del matrimonio lo refleja la tasa de nupcialidad (número de matrimonios por cada 1.000 habitantes) que según las últimas Estadísticas Vitales del INE (2014), hoy es de 3,6, la que en 2005, a un año de aprobada la ley, era de 3,3.

Lo que cambió es la posibilidad de un segundo o tercer intento. Si bien en la mayoría de los matrimonios el estado civil previo de los cónyuges es de solteros (84,0% mujeres y 79,4% hombres), aumentó el número de matrimonios de divorciados.

Datos del INE indican que en 2000 esos matrimonios eran el 7 % del total, hoy la cifra es de 12,6%.

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