Un largo paneo que empieza con un camión de basura y luego se agiganta hasta introducir la inmensidad de un anónimo vertedero, es la introducción visual de Aurora, la película del director chileno Rodrigo Sepúlveda que ayer se impuso en la competencia internacional de Sanfic. Anuncia que el mundo que habitamos no está para cuentos y que los basurales pueden ser el prólogo a cualquier película chilena con ansias de mostrar un pedazo de realidad. Luego se ve la imagen de perfil de Sofía, una mujer más bien melancólica que vive cerca de aquellos territorios del desecho urbano y que, tarde o temprano, encontrará ahí a Aurora, la pequeña persona que le da el nombre a esta película.
La tercera cinta de Rodrigo Sepúlveda, tras Un ladrón y su mujer y Padre Nuestro, es la historia de una obsesión. Inspirada en un caso de la realidad policial chilena, sigue el comportamiento irrefrenable de Sofía, mujer de mediana edad que busca adoptar a un niño, pero que por una razón u otra nunca logra los permisos legales del caso. Al enterarse del hallazgo del cadáver de un recién nacido en un basural cercano, exprime todos los recursos anímicos que le quedan con tal de ser ella la que le dé una justa sepultura a la criatura. Por el diario se entera de que al neonato le espera la incineración y ella, casi asumiendo el rol de auténtica madre, se convence de que ese no es el modo de hacer las cosas. Se propone recuperar el pequeño cuerpo y llevarlo a un cementerio.
La cinta, protagonizada por Amparo Noguera como Sofía y Luis Gnecco en el rol de su esposo (ver página 57), venía de presentarse en el Festival de Cine de Busan (Corea del Sur), pero ya antes había sido premiada con el galardón mayor del Festival de Miami y con el reconocimiento de Cine en Construcción del Festival de Toulouse (Francia). El largometraje de Sepúlveda utiliza con gran eficacia dramática el sombrío y contaminado paisaje de la localidad costera de Ventanas, donde transcurre gran parte de la acción. Su estreno comercial será el próximo 6 de noviembre, en varias ciudades del país.
De la once al cordero
En la competencia nacional del Festival de Cine Sanfic, que sigue exhibiendo sus cintas hasta hoy, se impuso el documental La once, de Maite Alberdi. De próxima exhibición en el Festival de Documentales de Amsterdam, La once ganó Mejor Película y Mejor Director. La segunda cinta de la autora de El salvavidas parte de una experiencia familiar, para ampliar la mirada a un hecho de características generacionales: Alberdi se vale de las reuniones mensuales que su abuela tiene religiosamente con un grupo de ex compañeras de colegio para mostrar una galería de costumbres, recuerdos, añoranzas y verdades irrefutables. El paso del tiempo, la desaparición de los seres queridos, la tragicomedia de lo cotidiano. Si en El salvavidas utiliza la playa para disectar ciertas costumbres clásicas del chileno medio, en La once recurre a una tradicional hora del té para indagar en la vida de compatriotas ubicadas en un espectro social y etario totalmente diferente.
La vitalidad del género de la no ficción no sólo se expresó a través del doble premio a La once, sino que a las menciones honrosas a los documentales Escapes de gas, de Bruno Salas, y Genoveva, de Paola Castillo. De las nueve obras en la competencia nacional, más de la mitad eran documentales, mientras que en ficción destacaban No soy Lorena, de Isidora Marras, y Ventana, de Rodrigo Susarte, entre otras.
En la competencia internacional, donde había largometrajes del peso de Whiplash, de Damien Chazelle, o El ardor, de Pablo Fendrik, el premio a Mejor Director recayó en el debutante chileno Juan Francisco Olea, por su cinta El cordero. Protagonizada por Daniel Muñoz, es la historia de un hombre de rutinaria existencia familiar súbitamente sacudido por las circunstancias: mata por accidente a su secretaria.
Las menciones honrosas en la competencia internacional fueron para la citada Whiplash, cinta ganadora de Sundance 2014, sobre un joven baterista de jazz, y El gigante egoísta, largometraje en que la británica Clio Barnard adapta el relato de Oscar Wilde a un sector industrial y empobrecido del norte de Inglaterra.