Juan Capella, biólogo chileno radicado en Colombia, cuenta que desde hace unos 10 años viene a pasar la temporada de verano al Estrecho de Magallanes. "Hago el mismo recorrido que las ballenas jorobadas", dice. En efecto, si hay algo que distingue a esta especie cetácea en esta parte del Pacífico, es que luego de pasar los meses de invierno en las cálidas aguas de Colombia, Ecuador y Panamá para tener a sus crías, parte rumbo a las aguas australes de nuestro país para alimentarse.

No es todo: además, estas ballenas lo hacen con una alta fidelidad. "Nuestros estudios dicen que casi el 80% regresa cada año", dice Capella, cifra que coincide con datos recogidos por el Centro de Estudios del Cuaternario de nuestro país. La prohibición de la pesca industrial en la zona les permite encontrar langostino de los canales, krill y sardina fueguina. Esta última especie es alimento también de ballenas de aletas, orcas y delfines.

Conocidos los destinos, faltaba develar la ruta. Y es precisamente lo que Capella y Lilian Florez, bióloga y directora de la Fundación Yubarta, descubrieron con más de una década de observación. El resultado se dará a conocer en el documental "Ballenas: Travesía por América", que el canal de cable National Geographic estrena este viernes a las 20.00 horas.

CERCA DE LA TIERRA
Gracias al registro y seguimiento de ballenas jorobadas desde el Estrecho de Magallanes hasta Colombia, se dilucidó que su recorrido es más cercano a la tierra de lo que se creía y sigue el contorno del continente." Me sorprendió encontrarlas cerca de la costa peruana, por ejemplo. Esperaba que viajaran más lejos de tierra y que se acercaran en Colombia y Ecuador. De hecho, cuando se cazaban ballenas en Perú se hacía muy distante de la costa", comenta Capella.

El biólogo dice que aún hay temas en estudio -no se puede descartar un movimiento más oceánico-, pero se puede concluir que el trayecto de las jorobadas hacia los puntos extremos de su viaje es muy lineal. No como sucede en el Atlántico o en el Pacífico Norte, donde su ruta simula un abanico: salen de Hawai y México luego de reproducirse y se marchan a las costas de California, Oregón y Alaska.

Pese a que su ruta es mucho más extensa, casi el doble que en otros lados con 8.500 kilómetros, el hecho que sea lineal abre la puerta a uno de los fines de este trabajo: vincular las zonas de alimentación y reproducción para elaborar políticas de conservación. Chile tiene algunos avances en ese ámbito. Cuenta con tres Areas Marinas Costeras Protegidas y dentro de la Francisco Coloane -ubicada en el Estrecho de Magallanes- existe un parque marino en torno a la isla Carlos III. El año pasado, las aguas chilenas fueron declaradas libres de la caza de ballenas y este año, la jorobada fue clasificada en categoría de especie "vulnerable" por la Conama. "En Ecuador hay algunos parques marinos donde llegan a reproducirse, lo mismo en Colombia. Pero en las aguas peruanas no hay protección", dice Capella.

Hay más. Tener clara la ruta de las ballenas permite ajustar los criterios científicos para el desarrollo del turismo de avistamiento. De hecho, Conama ya trabaja en la elaboración de un plan de manejo para institucionalizar este ámbito.