Durante la Segunda Guerra Mundial, a un selecto grupo de soldados estadounidenses se le encargó una extraña misión. Desplegados en el teatro de guerra europeo después del desembarco en Normandía, los miembros de la 23ª unidad de las Fuerzas Especiales debían hacer creer a las tropas de Hitler que el Ejército norteamericano tenía más efectivos y armamento, y, sobre todo, distraer a las tropas nazis para que los aliados pudieran avanzar sin contratiempos. Tanques y aviones inflables, efectos de sonidos bélicos y falsas transmisiones radiales fueron solo parte de los recursos empleados por este llamado "Ejército Fantasma", cuya existencia se mantuvo en secreto hasta 1996, cuando el Pentágono desclasificó parcialmente información sobre esta unidad. Recién estrenado en EE.UU. por la cadena PBS, el documental "The Ghost Army" revela más detalles de este singular equipo.
"Se trata de la creatividad y la imaginación y cómo se usan en la guerra no para matar a tu enemigo, sino para salvar vidas". Así resume el filme su director, Rick Beyer. El documentalista y escritor dedicó ocho años a este proyecto, el cual se gestó tras una conversación en un café Starbucks de Lexington, Massachusetts. "La sobrina de un veterano del 'Ejército Fantasma' me trajo las acuarelas y bocetos de guerra de su tío y me contó la historia. Me enganché", recuerda Beyer, quien desde entonces se decidió a llevar la historia de estos soldados a la pantalla.
Los 1.100 uniformados que integraban la 23ª unidad de las Fuerzas Especiales aterrizaron en Francia en junio de 1944, dos semanas después del Día-D. Sus integrantes fueron reclutados en escuelas de artes y agencias de publicidad por sus habilidades como artistas, diseñadores y expertos en sonidos. Entre ellos se encontraban el diseñador de modas Bill Blass, el pintor y escultor Ellsworth Kelly, el pintor de vida salvaje Arthur Singer y el fotógrafo Art Kane.
Grupos especializados
La unidad tenía varios grupos especializados. Por ejemplo, el 603° Batallón de Ingenieros en Camuflaje estaba a cargo de construir y operar tanques (de 42 kilos) y piezas de artillería inflables. Estos se colocaban cerca de la línea del frente, con el objetivo de que los alemanes pensaran en un inminente ataque. En tanto, los bulldozers de la 406ª Compañía de Combate de Ingenieros se encargaban de dejar huellas en la tierra simulando el paso de tanques, los cuales, en verdad, eran de goma. Los efectos de sonidos corrían por cuenta de la Compañía de Servicio Sónico 3132, que mediante parlantes de casi 230 kilos emitían ruidos -pregrabados en Fort Knox- de tanques, camiones y otros movimientos de tropas que eran audibles a 24 kilómetros de distancia. Conscientes de que los alemanes interceptaban sus frecuencias, el "Ejército Fantasma" contaba con cerca de 100 operadores de radio, los cuales en realidad eran actores encargados de leer guiones con falsas posiciones de las divisiones del Ejército.
Entre el Día-D en 1944 y la rendición alemana al año siguiente, el "Ejército Fantasma" participó en más de 20 operaciones en Francia, Bélgica, Luxemburgo y Alemania. Durante los días finales de la guerra, este enfrentó su máxima prueba: el paso de las tropas norteamericanas por el río Rin, en el oeste de Alemania. Allí emplearon cerca de 400 vehículos de goma, trucos sonoros y efectos especiales que pusieron en jaque al Ejército nazi, que creía que el paso sería por un sitio, mientras que fue por otro. "Es la clase más alta de creatividad en el arte de la guerra", afirma en el documental el general retirado Wesley Clark, ex comandante en jefe de la OTAN.