"Sé que Bernstein es un comunista inscrito, no tengo pruebas, pero lo sé por su forma de hablar", decía una fuente del FBI en 1958. La oficina había estado siguiendo hacía 10 años a Leonard Bernstein (1918-1990), el compositor y director de orquesta norteamericano de mayor fama del siglo XX.

El FBI de J. Edgar Hoover acumuló 800 páginas dedicadas a Bernstein, a las que la revista The New Yorker tuvo acceso. Esta semana, la publicación reveló la intensa vigilancia del FBI sobre el autor de Amor sin barreras. 

La primera investigación fue encargada por el Presidente Truman, en 1949, a propósito de un evento al que asistiría el primer ministro de Israel, donde se presentaría el conductor. El FBI concluyó que el compositor se relacionaba con grupos "de riesgo": refugiados antifascistas, consejos de amistad "americano-soviético" y grupos de apoyo a la comunidad negra.

Hacia 1951, Bernstein formaba parte de la lista de "individuos prominentes", personas que "el FBI cree peligroso que estén libres en el evento de una guerra o gran confrontación con la Unión Soviética", señala el reportaje del New Yorker. Ese año, fue puesto en la lista negra del canal CBS y su colaboración con la Orquesta Filarmónica de Nueva York se paralizó. Se reactivó en 1957, cuando fue elegido conductor principal de la agrupación.

Mientras su fama crecía, sus actividades "riesgosas" continuaban. Una de las mayores investigaciones fue para una fiesta de alta sociedad que el compositor organizó en 1970 a beneficio de los Panteras Negras, que un año atrás había sido descrita como "la mayor amenaza para la seguridad interna del país".

Un año después, Bernstein desató el temor de Nixon y el FBI al crear una vanguardista pieza para el Kennedy Center, en pleno Washington D.C. Aunque ninguna de sus sospechas probó ser cierta, la vigilancia continuó hasta la muerte de J. Edgar Hoover, en 1972.

MISA, LA OBRA QUE INQUIETÓ A NIXON
En 1971, Jackie Kennedy Onassis invitó a Bernstein a crear una pieza para la inauguración del Kennedy Center, en Washington. Según el FBI,  Bernstein conspiraba para "avergonzar al gobierno de Estados Unidos". Misa, en realidad, era un espectáculo de variados estilos, que incorporaría cantantes, bailarines e instrumentos. Pero los asesores gubernamentales temían que se tratara de una creación "antibélica y antigubernamental". Incluso, sospechaban de la colaboración entre Bernstein y un sacerdote: aseguraron que el párroco estaba introduciendo al montaje protestas en latín. Finalmente, Nixon fue instruido a no asistir. Al día siguiente, apareció una mala crítica en The New York Times. Nixon, señala la nota del New Yorker, ya lo sabía: lo habían discutido (y aprobado) el día anterior, en su oficina de la Casa Blanca.