En su primer día como residente del hospital de la U. de Yale, la estudiante de Medicina Lisa Sanders se enfrentó al enigma de un veterano de guerra que se quejaba de un persistente dolor de espalda. Todos los médicos lo calificaron como otro hipocondríaco, pero esta futura doctora decidió escuchar su historia. Luego, y con la autorización de un médico, realizó varios tests que justificaron sus temores: una toma de rayos X de la cadera del hombre reveló que el hueso había sido devorado por un foco canceroso, cuyo origen estaba en una gran masa ubicada en sus pulmones. ¿El diagnóstico?: cáncer de pulmón.

El diálogo con ese paciente en 1997 la convenció que había hecho lo correcto al cambiar de carrera. Luego de trabajar 10 años como periodista de TV -y ganar un Emmy por sus reportajes-, Sasnders se dio cuenta que la medicina era el frente que más la intrigaba. Gracias a una beca entró a  Yale y hoy es una de las internistas más respetadas de su Facultad de Medicina, además de cumplir otro rol que la mantiene ligada a la TV: la doctora es la consultora técnica de todos los casos que aparecen en la popular serie House.

El programa, protagonizado por Hugh Laurie, se ha hecho famoso por su protagonista, quien usa talentos propios de un Sherlock Holmes médico para identificar casi cualquier enfermedad. Todo a través de un acucioso diagnóstico y de análisis  de la vida personal de cada paciente, un método que, según la doctora, es clave y que a veces se deja de lado.

"Si dejas que los pacientes cuenten lo que les pasa, obtendrás mucha más información que si los sometes a un simple interrogatorio con preguntas y respuestas de 'sí' o 'no'", dice Sanders, cuya columna "Diagnosis" -publicada desde 2002 por New York Times- inspiró la serie. En su nuevo libro "Cada paciente cuenta una historia: misterios médicos y el arte del diagnóstico", Sanders se refiere a la comunicación entre doctores y pacientes y los puzzles médicos que enfrentan las versiones de carne y hueso de House.

OÍDO DE MÉDICO
"Hay dos estudios que muestran que los doctores dejan hablar a sus pacientes 20 segundos en promedio antes de interrumpirlos.  Así, la opción de que la persona termine su historia es casi nula, porque se distrae; tener su historia es la forma más eficiente de obtener datos, pero casi nunca los reunimos", dice Sanders.

Esto provoca que los diagnósticos sean erróneos hasta en 15% de las ocasiones, una tendencia que se agrava por la creciente dependencia de los doctores en los test de laboratorios y la renuencia a utilizar una técnica tradicional como el examen físico. Sanders todavía recuerda el caso de una joven  doctora que llegó a emergencias porque su corazón latía demasiado rápido, sus ojos eran muy sensibles a la luz y hablaba incoherentemente.

Fue llevada a una habitación y cuando el doctor encendió la luz, la mujer insistió en que la apagara porque dañaba sus ojos. "El médico accedió porque no quería incomodarla, pero pasó por alto cosas importantes. No se fijó en que su piel tenía una color rojo brillante, ni que su boca estaba seca y que sus ojos estaban dilatados; todo provocado por el envenenamiento de una planta que ella halló en su jardín y confundió con una lechuga. Pero ya que no valoraba lo que podía lograr con el examen físico, el doctor apagó la luz, bloqueando los datos que lo habrían llevado a un diagnóstico".

PISTAS DE UNA ENFERMEDAD
¿Hay doctores reales capaces de diagnosticar de una forma casi mágica como House? "Existen. Si vamos a cualquier comunidad médica, sus miembros nombrarán tres o cuatro doctores que parecen saberlo todo. Y no se trata de que tengan más coeficiente intelectual, sino que aprenden constantemente y van sumando datos. Eso es clave, porque una enfermedad en un libro es diferente a la de una persona".

Es el caso de Crystal Lessing, una mujer de 22 años que cayó a la sala de urgencias del Centro Médico de la U. de Nassau (EE.UU.). Todo partió con una visita al dentista para remover su muela del juicio, pero el dolor persistía y una semana de antibióticos no hizo efecto: luego surgió la fiebre de 39,4° C, la diarrea, la piel amarilla y la destrucción de glóbulos rojos.

Los doctores lo intentaron todo, pero nada funcionaba. Hasta que el médico Steven Walerstein se sentó al lado de la cama de Crystal y escuchó  el caso relatado por la madre. Luego leyó el historial de la joven y su memoria se activó. Corrió a la biblioteca y halló la respuesta: el mal de Wilson, un cuadro hereditario en que el cuerpo absorbe el cobre y lo deposita en el hígado hasta matarlo, además de entrar a la sangre. Tras confirmar  el diagnóstico, Crystal fue sometida a un trasplante y sobrevivió a un cuadro que la habría matado en días.

Según Lisa Sanders, historias de este tipo y otras que han llegado a la serie House -como la de la cirugía intestinal que terminó con los gases interiores estallando en llamas- suceden sin parar. De hecho, el actor Hugh Laurie alguna vez le preguntó si la serie se quedaría sin ideas: "Le respondí que no, porque cada paciente entra por mi puerta con una historia distinta".