Es originario de Australia, mide unos 60 cm y pesa casi medio kilo. Pero su sello está bajo su garganta: las escamas en forma puntiaguda que exhibe en esa zona le dan su nombre al dragón barbudo, actualmente comercializado como mascota en todo el mundo, incluyendo Chile. En 2015 figura junto a la iguana verde, los hurones y los petauros del azúcar en la lista de especies exóticas introducidas al país para venta o exhibición, aunque es la comercialización de este tipo de animales la que lidera la demanda.

Un fenómeno global que también se ve reflejado en las cifras del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG): si en 2010 recibían 41 solicitudes para ingresar especies exóticas, en 2015 fueron 239, casi seis veces más. De ellas, el 18% son rechazadas.

Y es que así como ha aumentado la demanda por estos animales, también lo ha hecho la vulnerabilidad de los ecosistemas frente a la invasión de especies introducidas.

Por eso, el Subdepartamento de Vida Silvestre del SAG acaba de perfeccionar el sistema existente -desde 2010- para evaluar el nivel de riesgo que tienen estos animales de establecerse en nuestro territorio y así definir con mayor certeza si éstos deben ser autorizados o no para ingresar a nuestro país, explica Rafael Asenjo, jefe del área.

Nuevas variables

Una especie exótica es aquella que no vive naturalmente en un determinado territorio. En Chile, ninguno de estos animales puede ingresar al país sin autorización del SAG y sin pasar por una serie de protocolos y certificados que acrediten no sólo que no son un riesgo para la salud de la fauna local o las personas, sino que no constituirán un riesgo para la vida silvestre.

Según cifras del SAG, los reptiles son los más demandados para mascotas, representando un 67% de todas las solicitudes de ingreso. Pero no todos pasan la prueba. Y se analiza caso a caso, explica Asenjo.

La reciente actualización del sistema del SAG, apoyado por el proyecto Especies Exóticas Invasoras del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), introdujo nuevas variables a ser consideradas, entre ellas, especificaciones climáticas y diferenciación por clase (aves, reptiles, anfibios y mamíferos). "Buscamos definir con la mayor precisión cuál es la probabilidad de que se establezca o desarrolle en nuestro territorio. Es un análisis preventivo para proteger el equilibrio ecológico del territorio", dice.

Nadie quiere que se repitan casos como los de los castores y visones, originarios del Hemisferio Norte, introducidos a mediados del siglo XX a Tierra del Fuego por la industria de pieles y que tras su quiebra fueron liberados al medio ambiente. Hoy son una especie declarada dañina para la diversidad biológica del extremo sur de Chile y Argentina.

Un mapa de riesgo

Alexis Cádiz, analista técnico del Subdepartamento de Vida Silvestre del SAG, indica que el sistema que usan les permite ingresar cada una de las variables a considerar por especie. Por ejemplo, cuánto tiempo tardan en reproducirse, cuantas crías tienen por año, si tienen potenciales predadores en nuestro país, los recursos alimenticios que tendría a disposición o cuáles son las características climáticas en las que viven. Todo esto se compara luego con los datos del país, incluyendo datos históricos de clima. "Eso nos entrega un mapa que nos muestra qué parte del territorio nacional reúne las condiciones de que esa especie pueda quedarse, reproducirse y eventualmente convertirse en un riesgo". Basta que un lugar tenga alto riesgo para negar el acceso.

Y es que cuando se trata de mascotas, solo las empresas que las venden están normadas y sujetas a sanción. ¿Pero qué pasa con quien la compra? "Un lagarto x, puede ser de bajo riesgo para Punta Arenas, porque no tiene las condiciones para reproducirse, por ejemplo. Pero no puedo autorizarla para esa región, aunque allí su riesgo sea bajo. Porque en el norte sí sería un peligro ¿Quién me asegura que a esa persona no le ofrezcan un trabajo en Arica y se vaya con todo, incluido el lagarto? Nuestra misión es proteger todo el territorio, explica Asenjo.