Le quedaba un año de vida y Marcel Duchamp ya estaba pensando en el final del juego. En la primavera de 1967, el artista moldeó en bronce su rostro y su brazo derecho, en actitud pensativa, apoyados por el codo en la mitad de un tablero de ajedrez, donde sólo queda una pieza: el caballo. La escultura simboliza el deterioro y paso del tiempo para el propio artista, como sus dudas sobre cuál será su próximo movimiento. "En 1919, Duchamp realiza su primer tablero de ajedrez, en el qué todas las fichas están diseñadas por un artesano, menos el caballo que la diseñó él mismo. Sin duda, esa ficha lo representa a él y vuelve a usarla en esta última obra, premonitoria de su muerte", explica la curadora española Pilar Parcerisas, sobre Cast Alive (1967), la escultura del artista francés que estará presente en la muestra, que desde el 7 de noviembre reúne también piezas de Salvador Dalí y Man Ray y que se repartirán entre el MAC de Parque Forestal y el Espacio ArteAbierto de la Fundación Itaú.
Por estos días, se realiza el montaje de la 169 piezas, entre fotografías, documentos y objetos que antes se exhibieron en Murcia y que ahora,e n Santiago, se organizan en ocho capítulos, los que al mismo tiempo sirven como recorrido por la amistad que unió a los tres artistas por tres décadas. Los años entre 1958 y 1968 fueron clave: Duchamp, Dalí y Man Ray, todos ligados al movimiento surrealista de los años 20 en París, pasan los veranos en Cadaqués, balneario donde el pintor español tiene residencia. Allí, acompañados de sus respectivas esposas, se inluyen mutuamente: discuten ideas y crean obras juntos.
El primer vínculo lo establece Marcel Duchamp, en 1933, cuando llama a Man Ray, por petición de Dalí, quien desea que el fotógrafo ilustre un texto que ha escrito sobre el arte comestible (una de las obsesiones del español), con imágenes de las construcciones del arquitecto Antoni Gaudí, en Barcelona. Los tres quedan conectados para siempre.
Más allá de la amistad, los une el rechazo que sienten por el canon tradicional de belleza: para ellos la revolución en el arte pasa por un cambio estético. "Comparten un modelo de belleza maquinista, alejado del modelo de representación de la naturaleza. La máquina que todo lo hace por sí sola es la nueva Venus del siglo XX", cuenta la curadora. Si Man Ray consigue este cambio a través de su cámara fotográfica, Dalí inventa el método "paranoico crítico", bajo el cual dos imágenes que no están relacionadas entre sí, se conectan. Así, una barca puede ser al mismo tiempo una mujer o un caballo, y el retrato de Federico García Lorca puede ser también un frutero. En el caso de Duchamp, él realiza los llamados ready-mades, objetos cotidianos a los que les otorga un nuevo significado. El ejemplo más conocido es el de La Fuente, que no es otra cosa que un urinario invertido y, por esa acción, convertido en obra de arte, el cuál en 1917 revolucionó la escena artística.
En la muestra del MAC, auspiciada por el Banco Itaú y la Ley de Donaciones Culturales, se exhibe la Boite-en-valise, un maletín creado por Duchamp para contener miniaturas de sus ready-mades, realizados entre 1935 y 1942. Además se exhibe la Green box (1934), una caja que contiene las instrucciones y explicaciones de El Gran Vidrio, una de las obra más importantes del francés, perteneciente al Museo de Filadelfia, EE.UU, y que no itinera, ya que está rota.
La pieza, creada durante 10 años, es sin duda el arquetipo de esta nueva belleza planteada por Duchamp: una verdadera máquina del deseo, donde se representa a una mujer, que a través de un sistema de aspas se va desnudando al mismo tiempo que controla con hilos, a nueve hombres situados en la parte inferior, los que nunca pueden alcanzarla.
JUEGO Y EROTISMO
Fundadores del movimiento Dadá en Nueva York, Duchamp y Man Ray, se conocieron antes de que apareciera con Dalí, quien era unos años más joven. A los tres los cruzó el tema del erotismo. En las fotos de Man Ray, se reflejó en la experimentación con imágenes solarizadas, que además intervino con detalles surrealistas. Les fascinaba, además, descontextualizar partes del cuerpo. Dalí, por ejemplo, estaba obsesionado con el pulgar que sobresalía de la paleta al pintar, que para él tenía una alta carga erótica.
A su vez, Man Ray también fotografiaba ojos y bocas separadas del cuerpo, o éste realizando extrañas posiciones que lo desnaturalizaban. En la muestra se exhiben tres piezas que vuelven su mirada a la belleza clásica: Venus aus tiroirs (1971) de Dalí, donde una escultura de la diosa griega tiene cajones en los senos, estómago y frente, Mire universelle (1933) de Man Ray, una foto de clásicas esculturas de musas griegas mutiladas y Le Surrealisme en 1947 de Duchamp, donde se ve un seno cercenado hecho de espuma. "Es un juego erótico, donde los órganos liberados del cuerpo, cobran vida propia", señala Parcerisas.
Otro juego clave es el ajedrez, un deporte que se hizo muy popular a mediados del siglo XX. Es así, como además de artista, Duchamp fue un avezado ajedrecista, quien vio en el tablero y en las 16 piezas, una máquina de belleza mental. Escribió crónicas sobre ajedrez e incluso diseñó el afiche del campeonato mundial de Niza, de 1924. Sus primeros cuadros ligados al cubismo como Desnudo bajando la escalera estaría formado por varias piezas de ajedrez mimetizadas por el color ocre. Su amigo Man Ray, también diseñó varios tableros y piezas de ajedrez, mientras que Dalí, por encargo de Duchamp, para la American Chees Foundation de EE.UU., creó en 1964, unas originales fichas hechas a partir de los dedos de él y Gala, su esposa , los que también serán exhibidos en el MAC. "Poco se ha escrito de la amistad de estos artistas, pero lo cierto es que se citan todo el tiempo, hacen juegos de palabras, se pintan entre ellos, tejiendo una de las amistades más interesntes de la historia del arte", resume la curadora.