Natalia Duco Soler siempre supo que sería deportista. ¿Qué disciplina exactamente? No era algo claro. En el Colegio Alemán de San Felipe, sin embargo, destacó desde pequeña. Fue en su casa de estudios donde también demostró las dotes de líder que hoy la tienen peleando voto a voto la elección del abanderada nacional para los Juegos Olímpicos de Río.

En el Alemán, Duco era una de las mejores estudiantes y no fue raro que haya sido elegida presidenta de curso e incluso del Centro de Alumnos. Hasta hoy la recuerdan en el colegio, donde cada logro internacional se celebra como si fuera propio.

Lo mismo en el resto de la ciudad, en especial desde que fuera declarada Hija Ilustre, en 2009.

Duco fue primero voleibolista y después atleta, pero se especializó como velocista. En algún momento de iluminación se le ocurrió dedicarse al lanzamiento de la pelotita, esa competencia para niños que antecede a los envíos de la bala de verdad.

En 2002 en el Colegio Alemán, pero de Valdivia, una niña de 13 años hacía un lanzamiento desde el foso, con escaso público mirando su presentación. El implemento que soltó se perdió, se fue. El espacio destinado para los disparos era insuficiente para ella, un foso chico de no más de 14 metros, y la esfera fue a dar a un bosque contiguo.

A esa edad, Duco ya era una deportista y una luchadora. Lo segundo, incluso desde antes de nacer, literalmente, pues su madre tuvo síntomas de pérdida durante el embarazo, pero Natalia salió adelante.

Lo primero, ser deportista, lo vivió desde pequeña, sabiendo que su padre, Luciano, había sido rugbista, y su abuelo, lanzador de bala. Esa pasión, las tres hermanas, Catalina, Natalia y Beatriz, ex lanzadora de bala y jabalina en su época escolar y hasta hoy voleibolista, aprendieron a seguir. Con esta última coincidieron en los Juegos Universitarios de Kazán (Rusia), en 2013. Las "sisters" o "mannys" aprovechan de juntarse cada vez que la Nati está en Chile.

Los campeonatos escolares hicieron conocida a Natalia, pero no fue hasta que fue redescubierta por la cubana Dulce Margarita García que dio el paso grande al profesionalismo.

García había llegado a Chile invitada por un amigo, después de retirarse de la jabalina competitiva, pero a poco de arribar conoció a Natalia, quien se convertiría en su pupila estrella.

Tenía apenas 15 años cuando en el estadio Playa Ancha de Valparaíso, la técnica caribeña la vio haciendo un lanzamiento de jabalina. García miró como todos, pero vio mucho más que el resto. Un momento después de la presentación se le acercó y le dijo que podían hacer algo grande, pero en otra disciplina, en el lanzamiento de la bala.

Con ella también ha desarrollado otro pasatiempo: la salsa, un baile que ha ido perfeccionado en sus largas estadías en Cuba para entrenar.

Por el contrario, la pintura no es un hobby, sino algo importante en la vida. El gusto por este arte lo aprendió de su madre y abuela, pues muchas de las obras de sus ascendientes han estado desde siempre en las paredes de su casa en San Felipe.

Ella misma ya tiene varias pinturas figurativas al óleo, obra en que el maestro Hernán Meschi, también profesor de su madre y abuela, ha sido fundamental.

Más aún, durante los viajes, aprovecha sus tiempos libres dibujando en su croquera. En sus cuadros, elaborados con pinturas acrílicas, predominan los colores fuertes, las formas abstractas y las figuras humanas y, según la deportista, son un completo reflejo de su interior.

Es la historia de Natalia Duco, la balista que va en Río por sus terceros Juegos Olímpicos y que quiere llevar la bandera chilena en la inauguración, la misma que muestra cada vez que compite en el exterior.