Como el gran director de orquesta que es, Gustavo Dudamel (Barquisimeto, 1982), se ha pasado la vida buscando armonías. Pero también entiende como pocos de disonancias. Sabe que algunas pueden ser constructivas, pero es perfectamente consciente de que no resulta el caso en la Venezuela de hoy, su país de origen. "Democracia. Es la única manera en la que podemos salir de esto", afirmó el pasado miércoles en Madrid. Será donde actúe esta semana junto a la Filarmónica de Viena en una gira con la orquesta que también recalará, en marzo, en Santiago (ver ficha).
No le gusta la división. "Venezuela no son dos países. Es uno. Debemos llegar a una situación en la que podamos sentarnos en nuestras casas y estar en desacuerdo y nos entendamos. Del desacuerdo pueden salir cosas maravillosas, pero terribles, si no nos arreglamos". Denuncia la polarización que sufren sus habitantes: "No es justo y debo tener cuidado de no provocar polémicas si hablo. Pero creo que los políticos deberían hacer las cosas bien, apartar sus egos, sus ideologías y pensar en la gente".
Tampoco echar culpas, clarificó al ser preguntado por Nicolás Maduro. "No hay que buscar culpables, dejémonos de eso. Pasa como en las orquestas. Cuando algo falla, se tiende a culpar un causante: desde el director a cualquier músico. Nuestro objetivo es crear armonía. No hay un violín que suene igual, pero cuando afrontamos una obra, tienes que crear ese sonido único a la vez".
A su juicio, necesitan tiempo: "A veces veo Venezuela como un adolescente. Sé que iremos madurando, la situación es muy compleja y las crisis también se dan en los países que llevan cientos de años juntos. Hay que construir puentes y en lugar de eso, nos da por levantar muros y fronteras".
Un punto de encuentro, para él, puede ser el Sistema de Orquestas, donde se formó desde niño: "Fue creado hace 43 años por un hombre visionario como José Antonio Abreu. Al principio lo tomaron por loco, por utópico. Pero fue su determinación la que le llevó tan lejos. Venezuela ha estado en el ojo del huracán todos estos años. Pero el proyecto, en cambio, ha crecido. Es algo único. Por eso confío en el futuro de mi país. Sé que vamos a buscar la manera de salir", insiste.
De los once atriles con los que comenzó Abreu en un garaje de Caracas, en 1975, se ha pasado a que lo integren 900.000 niños y jóvenes en los núcleos de cada localidad. Hoy, todas las ciudades de Venezuela cuentan con una o más orquestas gracias al Sistema. Pero la situación lo está abocando a una crisis, reflejo de la sociedad y el enfrentamiento que sufre el país. De hecho, la Orquesta Simón Bolívar, la de máximo nivel entre las decenas que hay en el escalafón, ha tenido que afrontar la salida de 40 músicos tan sólo en 2017.
Dudamel es su líder y sigue al frente, pero con muchos de sus componentes en el exilio: "Estamos en contacto permanente y sigo siendo el titular. Dirijo esa orquesta desde hace 20 años, es mi proyecto. Cada vez que veo a un niño con un violín en la mano, me siento reflejado en él".
De hecho, confirmó su presencia en 2018 en Caracas para conmemorar el nacimiento del Sistema y mostró confianza en que las giras con la Simón Bolívar se reanuden tras las últimas cancelaciones de citas en Asia, América y Europa. Estas han sido atribuidas a un castigo más que a otro tipo de razones. Fueron anunciadas tras algunas declaraciones de Dudamel pidiendo diálogo.