Marco Antonio Figueroa hizo su aparición luego de que sus dirigidos saltaran a la cancha del Estadio Monumental entre las pifias e insultos que caían desde las gradas. El técnico se dirigió a su espacio atravesando todo el gramado y con absoluta entereza, vistiendo su habitual terno y gafas oscuras.
Hector Tapia ya esperaba instalado en su sector. Mucho más sobrio, con el buzo de la institución y el indio en el pecho, esperó a que el estratego rival se acercara un poco más para salir a su encuentro. Conocidos desde 1999, cuando compartieron camarín en Universidad Católica, no se guardaron distancia y el apretón de manos vino seguido de un abrazo y un cruce de palabras que sacó sonrisas.
Ya desde los bancos, la buena relación quedaría atrás para dar paso a la rivalidad propia de un Superclásico. Los dos necesitaban retirarse del recinto de Macul con tres puntos en el bolsillo y sus decisiones y direccion táctica serían fundamentales para conseguirlo. Los que alguna vez fueron dupla en el ataque cruzado, ayer se enfrentaban lejos de San Carlos y representando nuevos colores.
Ambos técnicos destacan por el estilo que han utilizado a la hora de dirigir a los dos equipos más importantes del medio. El "Fantasma" deja su sello con su carácter confrontacional que hace juego con su comprometida y a veces desbocada vocación ofensiva, mientras que el interino de los albos opta por un más bajo perfil, pero siempre autocrítico y en asertivo en la lectura de los partidos.
Duelo de estilos
El contraste también se apreció en la cancha. Si Tapia se mostraba tranquilo, observando de pie los primeros minutos del partido, el ex Morelia solo aguantó cinco minutos sentado antes de comenzar a repartir instrucciones a gritos y con vistosos gestos. Su reacción vino tras el despeje pifiado de Luis Marín, que evidenciaba el nerviosismo azul y del propio meta, debutante en Superclásicos.
A partir de ese minuto, Figueroa vivió su propio partido. Inquieto, miraba como sus dirigidos no encontraban orden en el retroceso, y perdían notoriamente los duelos en el mediocampo. Cada pelota perdida se convertía en peligro gracias un iluminado Emiliano Vecchio.
La calma solo la encontró cuando ordenó el ingreso de Sebastián Martínez. El "chino" entregó el equilibrio que la "U" necesitaba a gritos, y tranquilizó al técnico que recién ahí, en los 30', nuevamente pudo regresar a su asiento.
En el minuto 36, los adiestradores volvieron a ser protagonistas en la escena. Apenas, se esbozó la mano de Luis Pavez, el "Fantasma" no se guardó ademanes para exigir el penal. Su airada demanda trajo frutos, pues el juez de línea atendió el reclamo y avisó a Jorge Osorio de la inexistente infracción.
En la otra vereda, Tapia guardaba silencio, incrédulo, hasta que Charles Aránguiz cambió por gol. Solo entonces se enfrentó al cuarto árbitro para hacerle llegar su molestia por la primera polémica del partido. Miguel Riffo era el más eufórico del cuerpo técnico del "Cacique", y lo demostró al encolerizarse minutos después, tras la agresión de Paulo Magalhaes a Juan Delgado.
El premio y el festejo
En el segundo tiempo, el duelo táctico comenzó ganarlo Hector Tapia. Recuperados del duro golpe que resultó ser el penal, Colo Colo volvió con confianza y continuó ganando por las bandas, y aprovechando la imprecisión de la visita, problemas insolubles para Figueroa.
Vino el gol de Delgado, el segundo del local, y que se festejó con todo. La mancomunión que
ostentan los albos en este nuevo proceso guiado por el ex futbolista se graficó con la desaforada celebración en el banderín, mientras que los que no estaban proyectados en ataque corrían a la banca a abrazarse.
El gran detalle que marcó la jornada, y que fue un guiño a todo el público que llenó el Monumental, fue la sustitución ultraofensiva de Sebastián Toro por Mathías Viddangossy en los minutos finales. Una declaración de principios de la dupla técnica, que señalaba no se conformaría con el empate.
La recompensa fue el tardío gol de Felipe Flores. La anotación que desató la fiesta en la casa de Colo Colo, y encontró a Hector Tapia, al que ya proyectan para seguir a cargo del primer equipo, recibiendo abrazos de todo el mundo, mientras Marco Antonio Figueroa regresaba a camarines con su mirada en el piso.