Cien kilómetros separan a Nazaret de Jerusalén. Tres horas de viaje, desde el norte al sur de Israel, que Bishara Haroni y Yaron Kohlberg recorrieron más de una vez para estar en la casa de cada cual. La razón, siempre sobre la fuerza de cualquier conflicto político, era la música. Rachmaninov, Schubert, algún compositor local, cierta composición propia o la mutua admiración hacia el director indio Zubin Mehta, suerte de mentor para ambos desde que formaron el dúo Amal.
Nacidos en el mismo año de 1983 y criados bajo el sino de pertenecer a dos pueblos en conflicto, el palestino Bishara Haroni y el israelí Yaron Kohlberg tocaron por primera vez juntos en 2008, con motivo del acuerdo de paz del 2008 en Oslo. Desde aquella oportunidad han realizado una seguidilla de presentaciones en escenarios de gran exposición y prestigio, como el Metropolitan Museum de Nueva York, el Kennedy Center de Washington o el Kremlin de Moscú, siempre alternando entre compositores clásicos y modernos, entre lo conocido y lo que se está creando ahora.
"Siempre nos ha gustado todo tipo de música", cuenta Haroni, que es de Nazaret, la ciudad con más población árabe de Israel. Educado con diferentes profesores de la ciudad, en un hogar donde la música clásica era más bien un actor secundario, Haroni cuenta que durante mucho tiempo sólo tocó un órgano casero. No había dinero para pianos.
"En mi hogar, en Jerusalén, era diferente", dice Kohlberg. "Mis dos padres tocan piano y escuchábamos música clásica desde que era pequeño, pero a mí me gusta de todo. De hecho, una de nuestras ideas es incorporar música popular en nuestro próximo disco. Tal vez algo de Radiohead, una de mis bandas favoritas", agrega.
Por ahora, sin embargo, el menú es clásico. En tal plan, el dúo Amal visita el país para tocar mañana, en el Círculo Israelita, a las 19.30 horas, en el llamado Concierto por la Paz. Allí interpretarán la Fantasía en Fa menor, de Franz Schubert; el Concertino en Sol menor, de Dimitri Shostakovich; la Suite Scaramouche, de Milhaud; la Primera suite para dos pianos, de Rachmaninov, y Karsilama, pieza moderna del músico Avner Dorman.
"Tocar de a dos es una experiencia curiosa", explica Haroni. "Hay que dejar los egos en otra parte, pensar siempre como equipo, colaborar escuchándonos mutuamente. Los ensayos son una suerte de master class diaria que uno le da al otro. A veces toco demasiado fuerte y no me doy cuenta y, bueno, ahí está Yaron para decírmelo", agrega y recuerda que varias de estas piezas están en el disco Debut, recién publicado.
"Grabamos con un sello japonés, con gente muy perfeccionista. Estamos contentos con el resultado, aunque me parece que un disco nunca va a reemplazar la espontaneidad de un concierto", prosigue el pianista palestino, que durante algún tiempo integró la Orquesta West-Eastern Divan, formada por Daniel Barenboim con instrumentistas israelíes, palestinos y de naciones árabes.
LA REALIDAD
Para ambos, esta es su primera visita a Sudamérica (en una gira que los llevará también a Argentina y Colombia) y el viaje desde Europa les tomó nada menos que 25 horas de vuelo. "Fue extenuante. Ambos vivimos en Berlín y tocamos allá. Este año, por ejemplo, haré varios conciertos en la sala de la Filarmónica de Berlín", explica Kohlberg, que además ha sido dirigido por conductores como Lorin Maazel y Simon Rattle.
Desde Europa, Kohlberg y Haroni observan el conflicto palestino-israelí con cierta perspectiva que muchas veces no tienen en casa. "En una ciudad como Berlín uno es más objetivo. En cambio, estando en tu hogar tiendes a ser mucho más comprometido y a tomar parte por un bando fácilmente. Claramente, estamos por la paz en la región, pero es un tema difícil", sostiene Kohlberg. Consultado por la actual escalada de violencia tras el asesinato de un joven palestino, Bishara Haroni se encoge de hombros y dice: "Hablar de paz y justicia en este contexto puede ser demasiado idealista. Si vas atrás en la historia, te darás cuenta que es un cuento que nunca acaba". Su compañero agrega: "Todo el mundo allá está conflictuado y creen tener razón. Y mi posición es que hay razón y equivocaciones en ambos lados".
Los pianistas reconocen que tienen posiciones claras sobre el conflicto palestino-israelí, pero también que la música es un lenguaje universal. El mejor para comunicarse entre personas de pueblos en constante conflicto. "Es una de las ventajas de la música. Siempre permite llegar y acercar a todas las naciones. Creo que detrás de la iniciativa de Barenboim está esa idea también", explica Haroni.