Sin embargo, con apenas dos semanas para conocer Ecuador, planeamos un recorrido que no incluía el archipiélago. Con mi marido optamos por visitar las montañas, las selvas del sur y finalmente la costa.

Más de uno nos dijo que estábamos locos y pensaron que Ecuador no ofrecía atracciones suficiente como para pasar dos semanas sin ir a las islas.

La realidad es que Ecuador ofrece más atractivos naturales y culturales que la mayoría de los países y dos semanas apenas alcanzan para empezar a saborearlos.

El país es mucho más que las islas que cautivaron a Charles Darwin. Nosotros decidimos visitar cinco sitios: Quito, un alojamiento en la selva, la ciudad colonial de Cuenca, el pueblo de surferos Montañita y Guayaquil, la ciudad más grande del país.

Planificamos el viaje nosotros mismos, usando guías turísticas, la internet y recomendaciones de amigos que ya estuvieron en el país. No empleamos agentes de viajes ni contratamos visitas guiadas, aunque en Guayaquil nos dejamos llevar de la mano por unos parientes que tengo allí.

Nuestro objetivo fue experimentar la diversidad del país, igual que lo haría un ecuatoriano.

QUITO

Primero visitamos Quito, sus espectaculares volcanes y un revitalizado centro histórico, lleno de plazas, iglesias y arquitectura colonial.

Por la mañana nos sentábamos en un banco en la Plaza Grande --la plaza central-- y veíamos pasar a parejas tomadas de la mano, ejecutivos apresurados, mujeres indígenas que vendían objetos artesanales y niños lustrabotas.

Hicimos una cola de una hora para visitar el Palacio del Gobierno, donde observamos su grandioso salón de fiestas, la sala donde el presidente se reúne con su gabinete y un sector con los retratos de todos los presidentes.

Desde el teleférico que lleva al volcán Pichincha tuvimos una vista panorámica de la ciudad. No pudimos llegar a la cima del volcán porque había nubes bajas ese día.

COCA

Seguidamente volamos hacia Coca, ciudad petrolera en la selva amazónica, donde tomamos una lancha que nos llevó al Yachana Lodge, en el río Napo, tributario del Amazonas.

Hicimos caminatas de día y de noche en las que vimos monos, tucanes, murciélagos, lagartijas y numerosos insectos.

Visitamos un curandero y soplamos cerbatanas, tratando de hacer blanco en un papagayo disecado.

El hotel --cuyas habitaciones tienen terrazas privadas con hamacas-- es administrado por la Fundación Yachana, sin fines de lucro, que también dirige una escuela secundaria técnica para estudiantes indígenas y mestizos de la zona.

CUENCA
De la selva nos dirigimos a la hermosa Cuenca, conocida por sus calles de adoquín y sus artesanos. Llegamos en un mal día, un domingo, en que los museos y tiendas están cerrados.

Vimos lo que pudimos, incluido El Sagrario --la antigua catedral, hoy un museo religioso-- y el Museo de Arte Moderno. Por la tarde paseamos junto al río Tomebamba y admiramos las casas coloniales a sus costados. Nos sentamos en la escalera de la Catedral de la Inmaculada Concepción, la más nueva de las dos catedrales que hay en la plaza central.

MONTAÑITA
De la quietud de Cuenca pasamos al alboroto del puerto de Guayaquil, donde abordamos un autobús para un viaje de tres horas que nos dejó en el pueblo pesquero de Montañita, paraíso del surf.

Mi esposo, quien hizo surf en California, probó una tabla de madera balsa, muy común en Ecuador.

GUAYAQUIL
Tras un día de playa regresamos a Guayaquil. La ciudad más grande de Ecuador fue renovada en la última década y su bonito Malecón atrae tanto a turistas como a lugareños.

Al norte del Malecón se encuentra el barrio bohemio de Las Peñas, el más viejo de la ciudad y donde hay numerosas galerías de artes y casas coloniales reconstruidas. Subimos los más de 400 escalones del faro y como premio pudimos observar vistas espectaculares de la ciudad.

Luego de dos semanas ajetreadas, nos quedaron muchas cosas por hacer: un viaje en autobús por la Avenida de los Volcanes, recorrer en auto la Ruta del Sol a lo largo de la costa del Pacífico y acampar en algún parque nacional.

Y ni hablar de las Galápagos. En nuestro próximo viaje --seguro que volveremos-- haremos un desvío para visitar las islas.