El calor de Guayaquil a veces asfixia. Te bajas del avión y un calor húmedo golpea, la camiseta se te pega al cuerpo como una segunda piel y tal vez en ese momento recién te percatas de que estás en la mitad del mundo. La verdad es que la cintura del planeta se encuentra a unos 600 km al norte, pero al parecer el sol no lo sabe y lanza sus rayos perpendiculares con fuerza a tu cabeza.
Hayas arribado por aire o tierra, ahora estás en la terminal de buses de Guayaquil buscando pasajes para, primera opción, recorrer los 150 kilómetros hasta el balneario de Salinas, en la península de Santa Elena, donde se inicia formalmente la Costa del Sol. Se trata de una ciudad con edificios al borde de la bahía, playas muy tranquilas y precios por sobre el promedio, razones por la que esta zona es denominada la Costa Azul ecuatoriana, y que reúne buena hotelería. Ahora, si vas con amigos y buscas de frentón carrete, playas y una atmósfera más hippie, recomendamos comprar un pasaje (7 dólares aprox.) al famoso balneario de Montañita.
Tras una tres horas de viaje desde Guayaquil, llegas al poblado que, como buen balneario, sufre un transición desde el lunes al fin de semana. Conforme pasan los días, ves crecer el número de surfistas tabla en mano de múltiples nacionalidades que pasean por las pocas calles, con el inconfundible pelo desteñido por el agua y el sol. La rutina diaria podría ser así: levantarse temprano para ver cómo están las olas, luego surfear un rato, salir del agua, hacerles el quite a unos cangrejos naranjos, almorzar un (barato) plato de pescado, camarones, arroz ypatacones; disfrutar del ocaso, guitarrear un reggae en alguna fogata e irse a la cama para comenzar de nuevo al día siguiente. Otra alternativa es levantarse muy tarde producto de la noche anterior, caminar por las calles con un batido de frutas en la mano, saludar a la chica (o) que te guiña el ojo mientras te preguntas si la (o) conociste la noche anterior, bajar a la extensa playa de arenas doradas, darse un chapuzón en sus tibias aguas, jugar una pichanga de 25 personas por lado del tipo Ecuador vs. el Resto del Mundo, caminar un kilómetro hasta La Punta, donde los que saben demuestran el porqué Montañita tiene una de las mejores olas de Sudamérica, luego comer rico y prepararte para la noche siguiente.
Algunas veces en Montañita te sientes como en la película La Playa, pero cuando Leonardo DiCaprio vuelve a la civilización y se topa con una turba de turistas con ganas de diversión non stop. Si el asunto se vuelve agotador, es el momento de ponerse la mochila al hombro y emprender rumbo norte hacia Puerto López, a 50 kilómetros de Montañita. Un pequeño poblado costero en la provincia de Manabí que sorprende por su sencillez. Está desprovisto de la avalancha turística y aquí la amabilidad es ley. Basta caminar un par de cuadras desde el "centro" para llegar al mar calmo y tibio de finas y amplias arenas.
Lo que sí encontrará por las calles de Puerto López son operadores que ofrecen tours al Parque Nacional Machalilla. Una de sus principales atracciones, situada a dos horas en lancha y por 40 dólares, es la Isla de la Plata, una suerte de Galápagos en miniatura, donde existe gran variedad de avifauna. Además, la zona es un famoso spot de avistamiento de ballenas jorobadas. De hecho, las cientos de ballenas que recorren esta parte de la costa ecuatoriana desde la Antártica buscando aguas templadas para aparearse, permiten que este mes comience el Décimo Festival de Observación de Ballenas que arranca en Puerto López hasta octubre próximo. Pero el Parque también tiene excelentes playas, como Tortuguita y Los Frailes: kilómetros de finas y doradas arenas en forma de herradura, pocas personas, aguas tibias y el Pacífico entero para ti y tus amigos.