Se habla de una generación maldita. Por más años que pasen, pareciera que los héroes del grunge no pueden escapar de una oscura tendencia; una muerte trágica y prematura. Andrew Wood ni si quiera alcanzó a comprobar en persona la influencia que su figura nunca alcanzó en vida; Kurt Cobain se quitó la vida en el peak de su popularidad y Layne Staley no pudo con la depresión y las adicciones.
Los tristes finales de Scott Weiland en 2015 y Chris Cornell han dejado sólo a uno de los viejos ídolos del género en pie: Eddie Vedder. Coincidentemente, el líder de Pearl Jam ha sido el menos propenso a los escándalos públicos y las adicciones. El músico en más de una ocasión se mostró crítico de las tendencias autodestructivas. "Se me hace difícil entenderlo, cuando ves a alguien que podría elegir un camino mucho más positivo para avanzar", dijo respecto al tema en 1998.
La muerte de Cornell es un golpe directo al hombre de Alive: aliados artísticos desde sus primeros días, siendo ambos parte del supergrupo Temple of the Dog, mantuvieron una cercana amistad por décadas. Vedder quedó como el último sobreviviente de una generación a las que los demonios personales le privaron el lujo de un final feliz. Y el último que podrá llegar a la adultez y convertirse en un clásico.