Tres actores, una violinista y una silla en escena, y frente a ellos, a no más de un metro y medio, el público, que por función no debe superar las 30 personas. Más nada, según las indicaciones de su directora, Constanza Thum-ler. Eso, porque Sonata para un cuervo, la adaptación al teatro de dos cuentos y un poema del escritor Edgar Allan Poe, nunca pretendió alejarse de la intención original del texto: ser un relato tenebroso que obligue a reflexionar sobre la existencia humana desde su rincón más oscuro.
Thumler ya había sido inspirada por el padre del cuento corto y de terror hace poco más de un año, cuando llevó a teatros escolares su versión de El gato negro (1843), aunque con una propuesta más teatral, pensada para adolescentes. Esta vez quiso simplificarlo todo: eligió el poema El cuervo (1845) y los cuentos Berenice (1835) y El corazón delator (1843) del mismo Poe, a partir de los que hiló Sonata para un cuervo, que se presenta hasta el 3 de mayo en la Sala 15 de la Universidad Mayor.
Todo ocurre en una pequeña habitación, donde un desgarro público está por comenzar. Dos testimonios gatillados por crímenes y uno por un amor fúnebre, y un ejército de fantasmas ruidosos de los que sus protagonistas nunca más se librarán. Así, las historias combinadas entre sí se instalarán en medio de una íntima atmósfera, por el que tres personajes transitarán hacia los pasajes más horrorosos e inconfesables de sus vidas. El espectador será cómplice.
"A pesar de que sí hay una traducción y posterior adaptación, los textos no pierden el lenguaje ni la linealidad original que planteó su autor, aunque por mi trabajo de dirección los relatos se contaminan unos con otros, haciéndolos un montaje en el que tres personajes son expuestos en un desgarro público. Aún así siguen siendo lo que son, dos cuentos y un poema, aunque lejos de ser recitados. Yo prefiero llamarlos testimonios", dice Thumler.
Para la obra, la directora llamó a los actores Alexis Moreno y Francisca Márquez, sus maestros de escuela, y a Pablo Schwarz, con quien siempre quiso trabajar. El equipo se completa con el músico Francisco Núñez, quien compuso una sonata original, y la violinista cubana Angela Sánchez.
"La música le da tensión y distensión a cada palabra, marca pausas, apoya los textos. La Angela es, al final, un personaje más en escena, un testigo más de este confesionario público", cuenta Thumler. "Me sorprende que Poe no esté constantemente siendo traído de vuelta a las tablas, por ser quien es, el padre del relato corto, del terror, de escritores como Fiódor Dostoievski, Charles Baudelaire y Jorge Luis Borges", agrega.