Entre los méritos reconocidos a Eduardo Cavieres (68), al conferirle el Premio Nacional de Historia 2008, estuvo su contribución a la "integración con las culturas colindantes", ilustrada por proyectos editoriales como Chile-Perú, Perú-Chile. 1820-1920, donde siete pares de investigadores chileno-peruanos generaron igual número de capítulos conjuntos sobre las ideas y los regímenes políticos, los proyectos educativos y la formación de las respectivas repúblicas, etc. La historia, piensa el también editor de Chile-Bolivia, Bolivia-Chile 1820-1930 (2008) y de Argentina-Chile, Chile-Argentina 1820-2010 (2012), puede ser un "instrumento de integración".
Así va, por lo demás, el subtítulo del último libro editado por este académico de la UCV y la UCh: Conversaciones en Lima: otra vez siete capítulos y siete pares de especialistas chileno-peruanos, pero ahora son diálogos. La idea es "despejar las brumas del pasado", "soldar las fisuras en la psiquis colectiva producidas por la Guerra del Pacífico y su larga secuela".
Ahora que se espera un pronunciamiento de la Corte Internacional de Justicia, dice Cavieres que conviene ante todo ir "mirando un poco hacia atrás: por qué Chile y Perú acudieron a ella". Y agrega: "Espero que La Haya sea un capítulo más en un verdadero proceso de integración entre nuestros países. Pero, siendo el Estado y los empresarios actores importantes para alcanzar esos objetivos, las sociedades no lo son menos".
¿Qué hacer con los héroes, con las gestas guerreras consideradas memorables?
Los héroes corresponden preferentemente a acciones del siglo XIX. No hay problemas con sus conmemoraciones si con ello no se pretende ofender a sus "enemigos" del momento. Sus descendientes, en la actualidad, no lo somos.
¿Defendería la cesión de territorio para que Bolivia obtenga salida al mar?
Nuestros problemas tienen que ver con la memoria de la historia nacional. Por ello es que no existe unanimidad en Chile sobre entregar mar con soberanía a Bolivia, lo cual no dice relación con los grados de simpatía e incluso de solidaridad que pueda haber en chilenos por los bolivianos. Y viceversa. El problema fundamental aquí tiene que ver con romper los círculos viciosos entre una historia del pasado y una historia del presente y para el futuro. Ahora, éste no es problema binacional, sino que afecta por igual a Chile, Bolivia y Perú y debe resolverse en conjunto.
El problema de la soberanía, tal como se presenta y discute actualmente, tiene contenidos que son del siglo XIX. Por otra parte, cuando se concede voluntariamente soberanía, se suma y no se resta.
Usted ha planteado el ideal de que se enseñe "una historia" en la escuelas de Chile y Perú.
No se trata de llegar a una sola historia como disciplina de formación escolar, ni de construir una nueva "verdad" histórica, que no existe o que no se puede describir. Así como los niños de Arica tienen realidades propias que no tienen los niños de Punta Arenas, ambos tienen, al mismo tiempo, otras situaciones en común. Esa es la historia de Chile. Del mismo modo, así como los niños chilenos tienen realidades propias que no tienen los niños peruanos, al mismo tiempo tienen cada vez más una serie de realidades que les son comunes. Esa es la historia binacional, o más aún, la Historia de América Latina.
Una historia inconclusa
Un año antes de que apareciera Conversaciones en Lima, el autor sacó a la calle un volumen que al decir suyo habla del país de hace 200 años, pero también del de esta semana. Se llama Sobre la Independencia de Chile. El fin del Antiguo Régimen y los orígenes de la representación moderna. Ahí plantea, de entrada, que la formación de una sociedad basada en derechos políticos modernos fundamentales fue un proyecto liberal y republicano cuya concreción se dilató "en algunos casos, hasta el presente". ¿A qué apunta?
"A pesar de los discursos, hemos construido sociedades desintegradas. Las revoluciones latinoamericanas tuvieron un basamento liberal y republicano que buscaba formación de ciudadanías y respeto a las libertades y derechos naturales. Ese liberalismo no es liberalismo económico. Planteó un ideal de sociedad que se fue enredando en sus propias contradicciones y también en el carácter de los desarrollos de las economías nacional e internacional. No se avanzó por carriles que permitieran hablar de ciudadanía y representación política, pero también de participación social en los beneficios económicos y culturales alcanzados. En ello, la historia del siglo XIX sigue inconclusa y no superada totalmente".
¿Fue el Bicentenario una ocasión perdida para hacer un examen de conciencia histórica?
Hemos tenido y tenemos oportunidades para pensar nuestras historias y para entrar definitivamente al siglo XXI. Los pesos del pasado siguen frenando nuestros pasos, que quieren entrar al futuro. ¿Es esto responsabilidad de los gobernantes? En parte importante, sí. Los sistemas educacionales están en crisis y las economías de mercado, positiva y negativamente, han restado a la historia sus miradas largas. Interesa fundamentalmente el presente, y el presentismo es ajeno a la conciencia y a la historia.