El gobierno de Estados Unidos no ha comunicado al gobierno de Michelle Bachelet ninguna decisión con respecto a la reelección de José Miguel Insulza como secretario general de la OEA, afirmaron fuentes del Departamento de Estado a La Tercera.
Tanto la oficina de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, como fuentes cercanas a Tom Shannon, subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, afirmaron que la única conversación entre representantes de Washington y el gobierno chileno con respecto a Insulza se dio con ocasión de la visita de la Presidenta Bachelet a Washington, a fines de junio. "En esa ocasión", dijo un funcionario del Departamento de Estado, "la Presidenta insistió mucho en las reuniones con nosotros en que apoyáramos la reelección, pero nosotros nos limitamos a tomar nota de ese interés y no comprometimos nuestra posición prematuramente". Consultado por La Tercera, el propio Shannon se limitó a afirmar que "Estados Unidos no ha expresado una posición al gobierno chileno sobre este tema".
Lo que sí es cierto -y es de amplio conocimiento entre quienes se ocupan de América Latina en la capital norteamericana- es que las relaciones entre Washington y la secretaría general de la OEA se tensaron mucho en las últimas semanas. Ya venían algo resentidas por la papel de Insulza en la Asamblea General de la OEA realizada a comienzos de junio en Honduras, cuando el secretario general se puso de lado de los países de la órbita de Hugo Chávez que pedían la reincorporación de Cuba al sistema Interamericano sin condiciones. La posición de EE.UU. pedía que se mantuviera una condicionalidad, lo que finalmente se aprobó, aunque de un modo sumamente ambiguo.
Las cosas empeoraron con motivo de la destitución de Zelaya en Honduras, pues la respuesta de la OEA, estrechamente cercana a la adoptada por Venezuela, complicó las cosas al gobierno norteamericano, que rechaza el golpe contra el mandatario Manuel Zelaya pero entendía que el contexto complejo y el repudio generalizado de las instituciones hondureñas a la conducta del depuesto Presidente exigían mantener canales de comunicación para buscar una salida democrática y pacífica. También temía mucho el gobierno norteamericano que la contradicción entre la expulsión de Honduras y el pedido de reincorporación de Cuba a la OEA generara conflictos en el Congreso, del que depende el 60 por ciento del presupuesto de dicho organismo hemisférico.
Según comunicaron a La Tercera fuentes del Departamento de Estado, se espera ahora que Arias logre negociar una fórmula inteligente, que permita restituir la normalidad sin que Zelaya pueda ser instrumento de los planes de Chávez. Eso ya no pasaría necesariamente por la restitución de Zelaya sino por las elecciones hondureñas de noviembre, que eventualmente podrían adelantarse. La negociación podría dar alguna garantía a Zelaya desde el punto de vista judicial pero nada más. En ese escenario, las fuentes de La Tercera indican que "la OEA volverá a tener un papel como observador de los comicios, de manera que no se trata de que la organización quede fuera del juego por completo, sólo de hacer posible una salida democrática, pacífica y alejada de los intereses de terceros países en la región".