Chile tiene el mayor gasto privado en educación superior entre los 34 países de la Ocde. De hecho, el 76,6% de las matrículas del sistema es financiado con recursos privados, según un reciente estudio difundido por la entidad. Desde 1990 a la fecha, en tanto, la matrícula en universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica se ha cuadruplicado, superando el millón de alumnos, de acuerdo a antecedentes del Mineduc.

Tras cruzar datos históricos con la información recogida por la Encuesta Casen 2011, un estudio elaborado por Libertad y Desarrollo (LyD) concluyó que lo anterior se ha traducido en una sistemática y notoria incorporación a la enseñanza superior en todos los segmentos, con especial vigor en los sectores más pobres.

El informe asegura que la población de entre 18 y 24 años perteneciente al primer quintil -o el 20% más pobre del país- fue la que avanzó más en ese proceso, ya que su cobertura neta de educación superior aumentó siete veces en 22 años, al pasar de una tasa de 3% en 1990 a 21% en 2011. Agrega que en el segundo quintil el avance también fue relevante: si en 1990 el 5% de los jóvenes de ese segmento estaba matriculado en la educación superior, en 2011 subió a 26%.

En el tercer quintil se triplicó hasta ubicarse en un 25% de los jóvenes de ese segmento en 2011 y en el cuarto quintil subió 2,5 veces, desde 15% hasta el 38%. En tanto, en el 20% más rico la cobertura se duplicó, subiendo de 30% al 58%.

El trabajo de LyD, sin embargo, advierte que persiste un desequilibrio importante en las matrículas por grupos de ingresos. "Se observa que la cobertura ha aumentado sostenidamente en todos los quintiles, incluyendo los primeros. Sin embargo, aún falta, pues en 2011 la cobertura de los quintiles uno a tres aún se mantenía bajo el 30%", advierte el trabajo de la experta del Programa Económico de LyD, María Paz Arzola.

La mayor integración de los hogares chilenos a la educación superior ha generado una positiva movilidad en las matrículas por parte del 40% más pobre, destaca LyD. Por ejemplo, si en 1990 el 5,3% del total de estudiantes de educación superior era del primer quintil o 20% más pobre, en 2011 llegaba a 12,5%. El segundo quintil pasó de representar el 10,4% a un 18,8% en 21 años.

Así, el 40% de la población que percibe menores ingresos subió su participación en la matrícula total desde el 15,7% al 31,3%.

"Sin duda, un cambio que evidencia cómo ha ido mejorando el acceso a la educación superior de segmentos que antes estaban postergados", dice el reporte de Libertad y Desarrollo.

En contraste, y por el ascenso de los sectores más pobres, los estudiantes de más altos ingresos bajaron su peso en el total. En 1990 un 40,6% de las matrículas provenía de los estudiantes del 20% más rico; en 2011, fue un 27,4%.

DIFERENCIAS PERSISTEN


Según la entidad, la Encuesta Casen 2011 reveló que el principal motivo por el cual los jóvenes de 18 a 24 años, de los dos primeros quintiles de ingreso, no asisten a educación superior es porque trabajan o buscan empleo en el 37% de los casos. Un 23% dijo haber terminado de estudiar, mientras que el 12% esgrimió no hacerlo por embarazo o paternidad. Un 11% adujo dificultades económicas.

"Las razones son similares a las que dan los jóvenes de otros quintiles. Esto sugiere que más que el aspecto económico, lo que los limita al momento de estudiar son factores asociados al contexto en que se han desarrollado, que los ha restringido al momento de estar en edad de ingresar a la educación superior", según Arzola.

Lo anterior, agrega, "debiera tenerse en cuenta al tomar decisiones de políticas que pretenden mejorar el acceso. La intervención debe ser antes y no cuando ya se tiene más 18 años".