Insólito y lleno de incomodidades resultó el viaje que realizó ayer Michelle Bachelet con 50 empresarios a Sao Paulo, para participar en un seminario económico. El problema se suscitó porque la Fuerza Aérea envió el nuevo avión presidencial a Haití para el recambio de las tropas chilenas en misión de paz, y en su reemplazo dispuso un estrecho boeing 737-300, habilitándole una sección especial para que viajara la Presidenta.
Por ello, cuando la comitiva de empresarios comenzó a subir a la nave no pudieron disimular el rostro de sorpresa al observar las hileras de asientos clase turista, el pasillo atiborrado de gente y los compartimentos para el equipaje llenos, donde no cabían sus bolsos. Entre ellos, el presidente de Cencosud, Horst Paulmann; el presidente de la Sofofa, Andrés Concha, y el líder de la CPC, Rafael Guilisasti. El presidente de Lan, Jorge Awad, y el presidente de Fundación Chile, Oscar Guillermo Garretón, debieron acomodarse entre otros empresarios, para soportar el viaje de tres horas y media y comprobar que los asientos apenas se reclinaban.
En medio de empujones y la inquietud de varios empresarios porque no tenían tarjeta de embarque y debían buscar a tientas sus asientos, la Presidenta caminó hasta el final del pasillo saludándolos a todos, preguntándoles si tenían dónde sentarse y bromeando con que "esto sí es una convivencia activa".
Durante el vuelo, los incidentes siguieron con la larga fila que se formó para ocupar el único baño.
El presidente de Vinos Chile, René Merino, se lo tomaba con humor y decía que "esto es absolutamente atípico, es el reality de los empresarios".