La ciencia indica que cuando de amor se trata, estamos más a merced de nuestra bioquímica, que de otros elementos. Así lo sostiene la antropóloga y bióloga de la Universidad de Rutgers, Helen Fisher, luego de estudiar por más de tres décadas los factores presentes en el amor romántico.

Fisher comprobó que hormonas como la adrenalina, dopamina, serotonina, oxitocina y vasopresina, son las que intervienen en las funciones cerebrales cuando una persona se enamora. ¿Cómo actúan? Cada una tiene un rol específico en las tres etapas del enamoramiento. Todo se inicia con el deseo, con las hormonas sexuales como testosterona y estrógeno como protagonistas, y éstas últimas no sólo en los hombres, en las mujeres también. Es cuando la atracción sexual es intensa, lo que favorece el interés de conocerse.

La segunda etapa es el amor romántico. Acá participan tres químicos cerebrales: la serotonina, dopamina y norepimefrina, que respectivamente controlan la energía, la atención y la exaltación. En la práctica la acción de la serotonina, se manifiesta en que las personas enamoradas piensen con frecuencia en la pareja y resalten sus cualidades y no sus defectos. Por otro lado, la sensación de euforia al ver al otro o al solo imaginar un encuentro, es responsabilidad de la dopamina. La norepinefrina, en tanto, eleva la capacidad de registro de la memoria, por eso se puede, por ejemplo, recordar con detalle las primeras conversaciones o qué ropa usaba la pareja en la primera cita.

Luego de la etapa de atracción, se pasa al compromiso y al apego. Es el paso necesario, dice Fisher, para un lazo duradero. Aquí el químico más importante es la oxitocina, también liberada por ambos sexos durante el orgasmo, y que se cree promueve la unión.

Pero la oxitocina no actúa sola. Su liberación y acción dependen de otros neurotransmisores. Particularmente importante para la vinculación social son las interacciones entre la oxitocina y la vasopresina. La acción de estos componentes hacen que en esta etapa predomine la calma y la seguridad. Ello reduce la sensación de alerta en el cerebro, así se puede disfrutar del vínculo y planificar una vida en común.

El amor sana

Sue Carter, bióloga y directora del Instituto Kinsey, señala que el concepto popular de que “el amor sana”, biológicamente tiene coherencia. Esto porque las  moléculas asociadas con el amor, en especial la oxitocina, tienen propiedades reconstituyentes, por lo que tendrían la capacidad de curar y en especial el corazón.

Los receptores de oxitocina se expresan en el corazón, y los precursores para la oxitocina serían ser cruciales para el desarrollo del corazón fetal. A su vez, la oxitocina ejerce efectos protectores y restaurativos  a través de su capacidad para convertir las células madre indiferenciadas en cardiomiocitos (células del miocardio o músculo cardíaco).

Pero eso no es todo. Además, la oxitocina facilita la neurogénesis adulta, es decir, el proceso de generación de nuevas neuronas. Puede actuar también en la reparación de tejidos, especialmente después de una experiencia estresante.  “El corazón parece depender de la oxitocina como parte de un proceso normal de protección y auto-curación”, señala Carter.

Evolución

Robert Epstein, psicólogo del American Institute for Behavioral Research and Technology, con 15 años de investigación y una docena de libros sobre parejas, señala a La Tercera, que también la evolución tiene algo que decir sobre el amor. Las investigaciones sugieren, dice, que los seres humanos han evolucionado para seleccionar a  sus parejas según sus potenciales signos de aptitud y fertilidad.

“Las características físicas que la mayoría de las culturas definen como “bello” o “guapo” o “atractivo” en realidad son sólo signos de salud y de fertilidad, signos de que vamos a ser capaces de producir descendencia con esa persona”, aclara. Esa es la manera natural de garantizar la supervivencia de nuestra especie.

Y como de evolución se trata, dice, al vivir el ser humano por más tiempo esos patrones se han ido adaptando. “Las personas mayores más allá de la edad de tener hijos, a veces tienen pareja por razones más prácticas”, señala.

Parejas felices

Y si bien la química da el impulso, ¿se puede ayudar a la biología? La psicóloga clínica Terri Orbuch, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Michigan, luego de entrevistar a 375 parejas, dice que sí. La principal forma de mantener el amor, dice a La Tercera, es reafirmar a la pareja con frecuencia: “La afirmación es hacer que tu pareja se sienta especial, valorada, cuidada y con atención”.

Si su objetivo es que esa relación perdure, dice Orbuch, todos los días hay que dar al otro una frase o acción de afirmación. “Usted puede dar afirmación a través de palabras (gracias, te amo, eres el mejor padre, eres mi mejor amigo) o por medio de acciones (encender la cafetera de café en la mañana, porque usted sabe que necesita la cafeína, enviar un coqueto texto, conseguir su postre favorito, ellos pueden comprar una flor)”.

Y todo esto que suena simple, la psicóloga lo comprobó luego de su exhaustiva investigación. "Aquellas parejas que dan afirmaciones con frecuencia son más felices y tienen más probabilidades de permanecer juntos".

Las prácticas culturales hacen una gran diferencia en cómo las personas buscan y desarrollan amor, y la clave, sostiene Epstein, es la compatibilidad, es decir, compartir una mirada similar sobre el mundo y ser afines. “En culturas donde la gente se casa por amor; este sistema falla con frecuencia, en parte debido a menudo confundimos el amor con deseo. El deseo no es una buena base para una relación a largo plazo, porque nos hace ciegos a muchas de las características importantes de nuestro socio, incluyendo características que finalmente conducirá al fracaso de la relación”, enfatiza.

En cambio, emparejarse de acuerdo al grado de compatibilidad, y construir el amor con el tiempo, permite llegar a conocerse mejor y tener un mejor futuro que el amor inesperado. “La compatibilidad, el ser similares, realmente funciona bastante bien”, afirma el psicólogo.