Al derrumbarse el sistema comunista, en Europa del Este quedaban tres estados multinacionales y Checoslovaquia era uno de ellos, junto a la Unión Soviética y Yugoslavia. De la misma forma tranquila y pacífica en que se produjo la llamada "Revolución de Terciopelo" de 1989, que terminó con la dictadura entonces encabezada por Gustav Husak, los checos y los eslovacos firmaron un divorcio muy civilizado, del que en 1993 nacieron dos países que habían compartido bandera, moneda y gobierno durante 75 años. Desaparecía Checoslovaquia y su territorio quedaba dividido entre la actual República Checa y Eslovaquia.
La caída del Muro de Berlín en 1989 favoreció un clima social contra el sistema autoritario checo que fue aprovechado por el dramaturgo e intelectual Vaclav Havel junto a otros destacados intelectuales para poner en marcha el Foro Cívico, plataforma que integró a las fuerzas de oposición al régimen comunista y lideró el proceso de transición democrática denominado "Revolución de Terciopelo". Así, tras la caída de Husak, en diciembre de 1989 Havel fue nombrado como el último Presidente de Checoslovaquia.
De 1989 a 1992 las diferencias entre checos y eslovacos eran constantes y por cualquier motivo, desde el presupuesto, los impuestos y hasta el nombre del país. "Poco después de la caída del comunismo comenzó a despertar el nacionalismo y ya nada pudo pararlo. Las encuestas mostraron invariablemente que ni los checos ni eslovacos querían romper el país, pero los eslovacos no estaban satisfechos con su forma actual", recuerda Izabela Barlinska, politóloga polaca de la Universidad Complutense de Madrid.
Bajo ese escenario, en 1992 comenzaron las negociaciones para la separación de los dos Estados. Finalmente, el 26 de agosto de ese año el primer ministro checo, Vaclav Klaus, y su contraparte eslovaca, Vladimir Meciar. firmaron el acuerdo sobre la separación de la República Federal Checa y Eslovaca. Su decisión, aplaudida por unos y criticada por otros, provocó grandes pasiones en ambos lados. Sin embargo, el llamado "Divorcio de Terciopelo" sucedió de manera pacífica y ambos países mantienen desde entonces una relación muy amistosa.
Contrario al proyecto de no someter la división del Estado checoslovaco a referendo, el 20 de julio de 1992 Havel dimitió. Sin embargo, aceptó ser el primer presidente de la recién creada República Checa el 26 de enero de 1993, cargo que finalmente ostentó hasta 2003. Durante su gestión, Havel trabajó por la integración de su país en las instituciones europeas y por la apertura de las relaciones diplomáticas. Así, impulsó la incorporación de Praga tanto a la OTAN como a la Unión Europea.
Vaclav Klaus, quien sucedió a Havel en la presidencia checa hasta 2013, subrayó el hecho de que Eslovaquia sacó más provecho de la partición del Estado común. "No cabe duda de que la separación de la Federación Checoslovaca benefició más a Eslovaquia. En los últimos 20 años, el PIB checo aumentó un 50%, mientras que el eslovaco creció un 100%", señaló al cumplirse 20 años del "Divorcio de Terciopelo".
Según Reuters, en 1992 el desempleo, había saltado al 10,4% en Eslovaquia, frente al 2,6% en la República Checa. "La fuerte caída de la industria pesada de la era comunista estaba haciendo daño también a Eslovaquia. Y el gobierno de Bratislava fue tremendamente lento en implementar la reforma económica, en contraste con el gobierno checo, liderado por el economista liberal Vaclav Klaus", señala la agencia de noticias británica.
Después de la contracción de un 3,7% en 1993, la economía de Eslovaquia creció en 1994. El comercio entre Eslovaquia y la República Checa se recuperó después de una caída del 25% en 1993 y el comercio con la Unión Europea creció. La moneda eslovaca se devaluó en un 10% a mediados de 1993 y se mantuvo más débil que la corona checa hasta la entrada de Eslovaquia al euro en 2009.
A juicio de Barlinska, "después de 1993-1998, el peor período de las relaciones entre los nuevos Estados, en el día de hoy ambos están orgullosos de este divorcio de terciopelo".
"Los checos se han curado de la ilusión de su propia superioridad, y los eslovacos sorprendieron con el radicalismo de sus reformas. Mientras que la economía checa crecía lentamente, Eslovaquia en 2007 registró un incremento del 10%", agrega la politóloga polaca.