John Boyne (Dublin, 1971) estaba paseando a su perro por su barrio. Al ver una ardilla, el animal tiró fuertemente de la correa y el brazo del escritor quedó suspendido, flotando en el aire. De esa precisa imagen surgió la historia de El increíble caso de Barnaby Brocket . "A todos los novelistas que están en blanco les recomiendo que tengan un perro", aconsejó entre risas el autor irlandés
Este libro vuelve a tener un niño como protagonista, al igual que lo hiciera antes en su best seller El niño del pijama a rayas (2006), obra que ha vendido cinco millones de copias. Sin embargo, esta vez Boyne se aleja de los campos de concentración nazis para presentarnos a Barnaby, un niño australiano que es abandonado por sus padres porque flota y es considerado por sus progenitores como un fenómeno incapaz de poner los pies sobre la Tierra.
La intención de Boyne con este nuevo libro juvenil es lograr una metáfora sobre la diversidad, lo diferente, mostrar a Brocket como un niño especial que es capaz de levantarse frente a la adversidad que empieza por el rechazo en su propia casa e ir más allá. "Que el niño de mi libro flote es una metáfora de la homosexualidad", reveló al diario La Vanguardia de España. Brocket es, entonces, un niño que puede ser utilizado como ejemplo frente a los demás.
La apuesta del escritor irlandés va por las estructuras clásicas, los viajes iniciáticos que ayudan a los protagonistas a resolver sus problemas, a madurar ideas. En los libros de Boyne, el protagonista queda sólo frente al mundo, para que descubra una característica heroica con la que supera sus dificultades. "Me interesan los temas serios, no la literatura de vampiros y hombres lobo", señaló Boyne, haciendo una clara alusión a la exitosa saga Crepúsculo, de Stephanie Meyer.
Al igual que en otros textos del autor, destinados para jóvenes lectores (como El niño del pijama a rayas o En el corazón del bosque), El increíble caso de Barnaby Brocket explora intensamente la ingenuidad, a través de protagonistas puros, niños ingenuos, de buenas intenciones, que deben iniciar un camino forzado ante la adversidad y la mala fortuna. Quizás el autor disfruta venciendo, por medio de sus obras, la discriminación y la sensación heroica para encontrar motivos que derriben la adversidad. Para eso, la vida de Barnaby y su viaje por el mundo llega a ser más potente que la de seres que deben convertirse de manera obligatoria en monstruos chupadores de sangre o licántropos, incluso cuando el protagonista se topa con fenómenos de circo, a los que estimula y ayuda a soportar su cautiverio. Es la vida misma la que termina convirtiendo a los personajes infantiles de Boyne en luchadores, en los férreos dueños de sus propias e interminables batallas.