UN MURO blanco rodea gran parte de la casa esquina de P. de Valdivia 942. Adentro, las habitaciones simulan un elegante buque en plena navegación: salones revestidos de madera, pasillos angostos y salas tenuemente iluminadas. Afuera, una gran "cubierta" cumple el rol de restaurante.

Se trata de El Caleuche, que de embarcación fantasma y chilota no tiene nada. Sólo el guiño navegante. En marzo de 2013 se cumplirán 80 años desde que el Centro de ex Cadetes y Oficiales de la Armada fue creado en Santiago; primero navegó por Mc Iver y sólo en 1998 "encalló" en Providencia.

Adentro y a toda hora se juntan los ex compañeros de la Escuela Naval a recordar la vida a bordo de los buques de instrucción. También a celebrar eventos familiares. Pero, sobre todo, a comer. El jueves el menú es único, tal como sucede en la Escuela Naval: incluye empanada, cazuela y mote con huesillos. Así lo dicta la tradición.

Para disfrutar de las comidas, se dirigen a la terraza del primer piso, acondicionada como proa, con mástil y salvavidas incluidos. Un poco más allá reposa una réplica del puente de mando (donde está el timón) del buque escuela Baquedano . Este "dirige" la embarcación hacia el puerto de Valparaíso, que se muestra en una fotografía ubicada frente a la "cubierta".

Independiente del rango que hayan tenido en la Armada, los 550 socios del club se consideran cadetes, porque -como dicen- "aquí muere toda diferencia".

Según registros que guardan en sus oficinas, la crisis económica de 1929 hizo que muchos aspirantes a oficiales dejaran la escuela por problemas económicos. Catorce de ellos se reunían en la Plaza Brasil y en mayo de 1933 decidieron llevar esas tertulias al Centro de Ex Cadetes Navales e Ingenieros de la Armada, en la calle Estado. Años más tarde, compraron una propiedad en Mac Iver.

El primer presidente que tuvo el directorio fue el capitán de navío en retiro Santiago Zavala Aguirre, abuelo del ex ministro de Defensa y actual precandidato presidencial Andrés Allamand Zavala.

Ives Godoy, socio desde hace más de 50 años, cuenta que se junta ahí con su generación cada semana. "Los prolongados períodos en que los oficiales conviven a bordo hacen que entre ellos se desarrolle una amistad muy particular", explica.

O los reúne una simple conversación o una comida. Para las tertulias se dirigen a las "cámaras", salas pensadas para reuniones sociales. La Esmeralda es la más importante de cuatro que existen y está dedicada a Arturo Prat. Sus mamparas son de acero y los faroles y adornos fueron extraídos de antiguos buques.

Lo más preciado que tienen es una suerte de museo que crearon en los pasillos y lugares comunes del edificio, formado a partir de los objetos donados por sus socios, como los documentos que constatan cuando Arturo Prat ascendió de capitán de corbeta a capitán de fragata el 25 de septiembre de 1877. Hace tres meses que se exhiben sólo las copias, ya que los originales fueron donados al Museo Naval de Valparaíso.