"Tendrán que conseguirse una mujer voluptuosa, si no nadie va a entrar aquí, no es para este barrio". Así le comentó un cliente a Patricia Moraga cuando decidió abrir su café-librería Lapsus, donde desde hace 11 meses, en General Holley, realiza algo más particular: ofrecer sicoterapia.
Luego de 23 años viviendo en Bélgica y Dinamarca (donde fue canciller del consulado chileno en Copenhague), volvió a Santiago para remodelar un antiguo pub del barrio Suecia. Primero lo planteó como un café literario con mesas y libros que se podían consultar o comprar. Luego, invitó a cuatro sicólogos para que atendieran en dos salas que quedaban vacías al interior. "Para reclutarlos pegué afiches en escuelas de sicología. Pasaron unos meses y unos terapeutas que venían después del trabajo al café quisieron poner su consulta".
Uno de ellos, Cristián Solar, cuenta que después de varios "ires y venires" pensaron en que podría ser una buena forma de trabajar. De lunes a viernes, se intercambian las salas para atender a cerca de 15 pacientes a la semana durante una hora. Por ésta cobran $ 20.000, pero no incluye el café ($ 1.000).
Escuela europea
Mientras estuvo en Europa, Patricia visitó el Museo Freud en Londres y su Casa-Museo de Viena. Ahí compró las ilustraciones que hoy adornan el lugar. El resto de la decoración, el espejo, las lámparas danesas y gobelinos del mercado de las pulgas de Estocolmo, lo traía en un contenedor a su regreso. Incluidos algunos de los libros que se exhiben en un estante y que los bebedores de café pueden tomar cuanto tiempo quieran adentro.
Tiene más de 350 títulos especializados. "Queremos que sean accesibles y buscamos compensar el precio con la venta de comida", dice Patricia.
Tanto ella como su hijo se certificaron baristas en el Instituto Chileno del Café. "Quería servir un café de verdad y tenía que entender cómo funcionaban las máquinas y cómo tratar los granos de café, darles temperaturas adecuadas", dice Patricia.
El "café-diván" está por cumplir un año y ha ido teniendo aceptación. "Al principio pensé que podía ser brusco para los pacientes que salieran de una consulta y se encontraran con gente tomando café. Por eso hicimos una sala de espera que les diera más intimidad", cuenta Patricia, mientras de fondo suena jazz y algunos títulos de la chanson française.