Un cálculo hecho por un dirigente del fútbol con más de 30 años de carrete y hoy presidente de un club de Santiago, es ingeniero, señaló que un equipo de la B, con plantel baratito, costos operativos reducidos y cuyo único objetivo sea mantener la categoría puede generarle a sus dueños 300 mil dólares limpios de ganancias. Así, sin moverse del escritorio, sin preocuparse si el público va a o no al estadio, sin gastar nada en inferiores… sólo basta marcar el paso.
Es llamativo el poder que tienen los clubes que funcionan bajo este esquema. Son los que se agrupan alrededor de Felipe Muñoz (Copiapó) y Jorge Sánchez (Antofagasta), socios en el negocio de préstamos al borde del offside, que en cada consejo arman un verdadero cartel de los factoring. Un cáncer de nuestro fútbol profesional. Les da lo mismo el nivel del espectáculo que ofrecen o la ciudad que representan o la historia de sus clubes (Copiapó carece de ella), lo importante es no alterar la feroz rentabilidad del negocio. Ya hicieron un turro importante a través de Sergio Jadue cuando la ANFP asumió las deudas que tenían los clubes con su empresa, Factor One, y les pagó decenas de millones de dólares a través de un préstamo gestionado con la banca formal.
El mismo Jadue, un par de años antes, había decretado el canon de 50.000 UF para bloquear el ascenso de la Segunda Profesional a la B. Que fue después de inventar la Segunda Profesional para evitar que la Tercera se metiera en la ANFP y pudiera obtener su parte del CDF ¿Quién fue el gran titiritero e instigador de estos engendros antideportivos? El cartel del factoring. Ellos son los reales favorecidos de todo este desastre que tiene al fútbol profesional chileno estanco, sin fluidez entre las categorías, promoviendo la comodidad, el gasto mínimo y la competencia reducida (entonces damos la hora en las competencias internacionales y no sabemos por qué).
Después de esa movida cualquiera se calma un poco y por decencia, si es que se tiene, al menos intentaría gestionar un equipo mínimamente competitivo y disfrutar del juego. Por último como un desafío personal.
Pero, qué va, otra vez aparecen en los consejos con nuevos chantajes y avivadas que les permitan incrementar su ya muy abultado patrimonio a costa del fútbol profesional chileno. El viernes pasado Muñoz pretendía congelar los descensos a la Segunda Profesional a final de temporada. Ya les habían pateado el descenso un año completo. No les dieron el gusto y se fueron de la sala. Una vergüenza. Claro, capaz que se venda el CDF y venga la repartija. Todos quieren su pedazo y un estúpido descenso no puede ser obstáculo para ese gran negocio en ciernes.