El Chile telúrico según Charles Darwin

El naturalista británico se encontraba en Chile cuando un fuerte terremoto afectó Concepción en 1835. Ahí, observó los estragos que causó el movimiento, el actuar de los habitantes y el levantamiento de la tierra. Su descripción es similar a lo ocurrido la semana pasada en Coquimbo.




La fuerza del movimiento se sintió en gran parte del país. El sonido de la tierra y de elementos cayéndose al suelo, se mezcló con el rugido de algunas casas de adobe que se desplomaron y el grito de los habitantes cercanos al epicentro, en Canela Baja. Esta descripción, correspondiente al terremoto de 8,4° Richter que el  pasado 16 de septiembre afectó la zona norte y centro de Chile, no es la primera que surge tras un sismo.

Los mismos detalles pueden replicarse en otros momentos de la historia de Chile. De hecho, aquella representación de la tragedia de Coquimbo no es distinta a la que Charles Darwin, naturalista inglés y quien postuló la teoría de la evolución, realizó cuando el 20 de febrero de 1835, en su paso por el país, vivió un terremoto de igual magnitud.

“Entre idas y vueltas, Darwin estuvo 20 meses recorriendo costas y el interior del país, aunque no consecutivamente, a bordo del buque británico Beagle, bajo el mando del capitán Robert Fitz Roy. También viajan a otros países, como Argentina o Brasil”, señala Claudia Urzúa, académica de la U. Alberto Hurtado, quien  el 2009 publicó “Chile en los ojos de Darwin”, en el que detalla el viaje que realizó el naturalista.

Fue durante esa expedición científica cuando el británico vivió el terremoto 8,5° Richter que sacudió Concepción. “Estaba en Valdivia cuando ocurre el sismo. Al día siguiente toma un caballo y se va con Fitz Roy a Concepción, y ahí ve los estragos que más tarde describe y narra”, dice Urzúa.

Lo que observó Darwin quedó plasmado, primero, en el Diario de la Real Sociedad Geográfica de Londres, donde se publicó un texto llamado “Bosquejo de los viajes de los buques de guerra británicos Adventure y Beagle”, y después, en el diario El Araucano, gracias a una traducción realizada por Andrés Bello, cuatro años después del terremoto.

Terremoto en Concepción

“Todo lo que estamos viendo ahora, las casas en suelo y los barcos en la mitad del pueblo, él lo vio en 1835 en Talcahuano”, afirma Urzúa.

La descripción de Darwin comienza una hora antes del terremoto. “Se notaron grandes bandadas de aves marinas que pasaban sobre la ciudad, trasladándose de la costa al interior”, relata.

Cuando Darwin llega a Concepción comienza recopilar historias e inicia su crónica.

“La horrorosa conmoción fue creciendo; apenas era posible tenerse en pie, los edificios se estremecían.  En menos de seis segundos, la ciudad era un montón de escombros. El ruido espantoso de las casas que se venían al suelo, el horrible crujir de la tierra que se abría y cerraba alternativamente en varias partes; los lastimeros alaridos de angustia y desesperación; las nubes de polvo que oscurecían el aire, la confusión, el terror de los infelices habitantes, presentaban una escena difícil de describirse”, señala Darwin.

A continuación vinieron las réplicas que, como ahora, renovaban el temor en la población. Así describió a la población de Talcahuano, recordando el maremoto de Penco de 1751: “Apenas habían vuelto en sí de la sensación de terror causada por los destructivos vaivenes de la tierra, cuando les llenó otra vez de espanto la retirada del mar. La ruina de Penco se presentó a su memoria; temerosos de una venida de las olas, corrieron a ponerse en salvo sobre las alturas vecinas”.

En efecto, poco tiempo después del terremoto, el mar retrocedió dejando embarcaciones varadas.

“Entonces -continúa el relato Darwin- vino una ola barriendo cuantas cosas movibles encontró, hasta 30 pies de altura sobre el nivel del pleamar. Inundó la mayor parte del pueblo. Después, otra, con más furia que la primera. Sus estragos, sin embargo, no fueron tan grandes, porque había ya poco que destruir”.

Resiliencia del chileno

Según Urzúa, el explorador británico se dedicó también a analizar las consecuencias científicas que tuvieron el terremoto y posterior tsunami. Fue así como notó que “por algunos días después del terremoto, el flujo (del mar) no subió hasta la línea ordinaria. Esto dio motivo a creer que se hubiese alzado la tierra. La prueba de haberse elevado es que la isla de Santa María fue levantada realmente unos nueve pies”.

Estas observaciones, agrega Urzúa, se pueden replicar en lo que se vio después del terremoto del 2010, cuando la misma isla Santa María que Darwin describió, se elevó tres metros.

Otro punto que revelan las narraciones de Darwin es que este tipo de eventos, no sólo afectan a todos por igual, sino que son recurrentes en la historia el país.

“Los terremotos son un evento impresionante: la tierra, considerada desde nuestra niñez como un tipo de solidez, oscila como una fina corteza bajo nuestros pies. Un segundo de tiempo hace que la mente sienta una extraña idea de inseguridad”, concluía el británico.

El explorador también abordó la resiliencia de los chilenos y, según Urzúa, piensa en qué hubiera ocurrido si el terremoto se hubiera producido en Reino Unido. “Si las fuerzas subterráneas, ejercieran su potencial (…) la bancarrota sería inmediata. Lo dominaría todo la violencia. El hambre se declararía en todas las grandes ciudades”. ¿Y en Chile?: “vi, con gran satisfacción, que todos los habitantes parecían más activos y más felices de lo que hubiera podido esperarse”.

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