El que en el campo de batalla de los 140 caracteres intente pasar una creencia por una verdad, recibirá las balas disparadas por @GaboTuitero. Con frases cortas y provocadoras pateará voladeros de luces, hará desaparecer actos de fe, destruirá cadenas alarmistas y golpeará en el suelo a astrólogos, homeópatas, floristas de Bach, predictores telúricos, biomagnetistas y antivacunas.
De polera y pantalones, sin una gota de solemnidad, ni luces de algún delantal blanco, está sentado en su oficina, en un moderno edificio de Las Condes donde ocupa el cargo de director del Centro para la comunicación de la ciencia de la Universidad Andrés Bello. Bioquímico y doctor en biología molecular, se ha convertido en una especie de activista de la ciencia, o en el que la predica para los ciudadanos de a pie. “La gente piensa que los científicos somos como los personajes de The Big Bang Theory, gente rara, súper nerd y solitaria que está metida en un laboratorio”.
Gabriel León comparte el tiempo en el laboratorio con las letras. De niño se entretenía escribiendo cuentos. “Varios de ellos muy malos, pésimos cuentos, pero me encanta escribir”, dice. Ahora de adulto, una lesión lo hizo profundizar en esa afición: en 2010, jugando fútbol se cortó el talón de Aquiles. Operado e inmovilizado por un yeso, tuvo que quedarse dos meses en cama, solo. “Y decidí escribir una novela”. Una novela policial que dejó tirada a las cinco páginas. “No me resultó”, dice sonriendo. “Mejor escribo de ciencia. Yo sé de ciencia”, pensó. Así nació su blog El efecto Rayleigh y le dio vida a @GaboTuitero. “Hay que tener cierta sensibilidad para comunicar ciencia. Hay que aterrizar conceptos, darles cierta textura, hacerlos familiares, contar historias, escribir bien”, agrega.
Partió escribiendo sobre una antigua obsesión. La historia de un científico francés, Jacques Benveniste, que publicó en la prestigiosa revista Nature un paper sobre el supuesto descubrimiento de que el agua tenía “memoria” y “recordaba”. “Si le habías puesto azúcar al agua y se la sacabas, el agua recordaba que había habido azúcar ahí. Algo que va contra todas las leyes físicas”, explica. El estudio resultó ser un fraude y el artículo fue retirado. “Pero este señor murió diciendo que todo era verdad. Se suponía que estos hallazgos le daban una base científica a la homeopatía.
Y la homeopatía, y demolerla, es uno de sus temas favoritos. “Es una seudociencia que funciona en base a compuestos de distintos orígenes que están diluidos hasta el infinito. Según ellos, sus componentes funcionan, pero según las leyes de la física y de la biología, no. No tienen por qué funcionar porque no hay nada ahí. Son pura agua. Existen preparados homeopáticos que se diluyen 100 veces, es decir, una parte del medicamento por 99 partes de agua. Y eso lo repiten doscientas veces”, dice.
Le gusta explicarlo en piscolas: “Si te doy una piscola con un dedo de pisco ¿te vas a curar más que con una con cinco dedos? Ese es uno de los principios de la homeopatía, que las medicinas más diluidas son las más potentes. ¿Raro, no?”
¿Por qué no se prohíbe?
(Suspira)
En Inglaterra el gobierno la eliminó del sistema de salud público. Aunque si quieres la puedes comprar por tu cuenta, es asunto tuyo, porque no hace nada. Pero ojo, porque puede llegar a ser peligrosa cuando la gente decide reemplazar su tratamiento convencional por la homeopatía. Existe un aspecto sicológico que explica que estas cosas funcionen, aunque no tengan nada y es el efecto placebo.
¿Les dices algo a tus amigos cuando toman homeopatía?
Sí. No me aguanto. A la gente que usa homeopatía primero les pregunto si saben lo que es la homeopatía y la gran mayoría no tiene idea. Muchos me dicen que es medicina natural. Falso, mentira. El otro día llegó mi hermana diciéndome que le dieron flores de Bach para sus hijos. ¿Sabes lo que es? Efecto placebo, lo mismo que la homeopatía, pero basado en extractos florales.
¿Fraude?
Sí.
¿Y los imanes?
También. Parten de una base superdivertida, que es que la sangre responde magnéticamente a los imanes, pero el hierro de la sangre no es magnético. Ahí se cae todo.
¿Cómo te explicas, entonces, que todas estas tendencias tengan tanto éxito?
Porque contra la experiencia personal hay poca evidencia que tú puedas aportar. Es muy difícil cambiar una opinión cuando a ti te ha pasado algo.
¿Y qué hay de la intuición?
La intuición sirve para muchas cosas. Cuando vas a ver una película, te preguntas cuál te tinca más. Pero la intuición es muy mala para entender el mundo. Si tú te paras afuera en un parque y miras el horizonte vas a ver que la tierra es plana porque el horizonte se ve recto. Lo que pasa es que la gente le tiene pánico a las preguntas, especialmente a las que no tienen respuesta. Tenemos tendencia a estar incómodos cuando no tenemos respuestas y las inventamos. Cuando no sabíamos por qué llovía, inventamos a un dios de la lluvia y matamos a un montón de gente para tratar de agradar a ese dios para que lloviera.
¿Eres ateo?
Totalmente
¿Desde siempre?
No, de hecho estudié en un colegio católico, de los Legionarios de Cristo. Pero a medida que me desprendí del colegio y empecé a estudiar una carrera científica se me hizo incompatible. Yo sé que hay científicos que son religiosos, cada uno sabe cómo vive su vida, pero hubo un momento en que me pregunté ¿qué respuestas tengo de la vida desde el lado religioso? Ninguna. Para mí la vida es ahora, yo me muero y se acabó y eso tiene una consecuencia en la forma en que vivo. Como tengo conciencia de que no hay después, yo quiero ser feliz. Estoy revisándome permanentemente y eso me hace vivir con mucha intensidad.
Gabriel León fue un niño curioso que se metía en las herramientas de su padre, un técnico electrónico, y desarmaba y reparaba artefactos como quien juega a los autitos. A los seis se quemó los dedos soldando con un cautín el reloj averiado de su abuelo. A los diez se devoraba los reportajes de la revista Muy Interesante. Para un cumpleaños le regalaron un microscopio y se pinchó la yema del dedo para observar su sangre. “Dicen que para ser un buen científico hay que mantener la curiosidad de niño. De hecho las preguntas más sencillas son a veces las más complejas de responder y las más interesantes, pero en algún minuto eso se pierde porque los colegios no tienden a fomentar la curiosidad, sino que lo importante es llegar a un set correcto de respuestas. Los colegios están matando a los niños, que tienen que buscar respuestas y si están malas, tienen un uno. No usan el pensamiento crítico, no hacen preguntas. Los científicos vivimos en la incerteza todo el tiempo, esa es una de las gracias de la ciencia. Vivimos en ese límite”.
Como científico, ha publicado papers en revistas especializadas y llevado a cabo algunos descubrimientos sobre las consecuencias de “apagar” ciertos genes en las plantas, estudios que lo ayudan a entender mejor la naturaleza, pero que cree, están lejos de cambiarles la vida a las personas. En sus manos, piensa, la divulgación es un arma mucho más potente. “Doy charlas donde me inviten. Ahí tengo un impacto más grande que haciendo ciencia. Estamos pensando muy poco como sociedad, estamos tomando decisiones apresuradas”.
¿Te ganas muchas peleas en Twitter?
Muchísimas. Me dicen que estoy pagado por las transnacionales de la agricultura, de los productos lácteos, de las vacunas... Hace poco me agarré con los antivacunas.
A Chile está llegando la tendencia de padres que no quieren vacunar a sus hijos.
Pasó algo parecido que con el experimento del agua. Este señor, Andrew Wakefield, publica en Inglaterra un artículo que dice que las vacunas causan autismo. Se demostró que era fraude, que estaban los estudios mal hechos, que había pagos a padres de niños con autismo y se retira el artículo, pero el daño ya está hecho.
¿Qué hay con las hormonas en los pollos?
Ese mito de que los pollos son grandes porque usan hormonas es supertriste porque oculta la verdad. Los pollos son más grandes gracias a los agricultores, que han hecho un trabajo de joyería cruzando a los pollos más vigorosos. Lo mismo que con los perros, los perros no existían hace años atrás. Pero la gente se cree estos cuentos y los reparte y los publica. A mí se me ocurre que es para ganar notoriedad; ver cómo un virus parte y se disemina.
¿No te agobia tanta polémica?
Soy supersensible, me daba angustia, pero es lo mismo que en la ciencia, los ataques no son a ti, son al mensaje. Por algo me están atacando y si yo no lo hago no lo hace nadie. Y no es que tenga delirio mesiánico.