Cuando los alemanes lanzaron su primer ataque con gas en 1915 durante la I Guerra Mundial, los aliados estaban desesperados por saber qué sustancias químicas habían usado y cómo podían proteger a sus tropas en la línea de fuego.
El ministerio de Guerra en el Reino Unido recurrió a un académico de la Universidad de Oxford, un hombre que estaba dispuesto a arriesgar su propia vida a fin de crear la primera máscara de gas.
No muchos de los científicos de hoy en día estarían dispuestos a aspirar gases peligrosos, apenas contando con la ayuda de una adolescente para revivirlos en caso de desmayo.
Pero John Scott Haldane era poco ortodoxo, según el doctor Steve Sturdy, de la Universidad de Edinburgo.
"Haldane era conocido por las pruebas que hacía en sí mismo. Él pensaba que los experimentos en humanos eran mejores porque éstos podían comunicar su experiencia".
Lord Kitchener, el secretario de Estado británico de guerra, le pidió ayuda en persona a Haldane cuando los alemanes liberaron nubes de gas de cloro o dicloro en la línea de fuego en los alrededores de la ciudad belga de Ypres, el 22 de abril de 1915.
Medias empapadas de orina
En grabaciones que conserva el Museo Imperial de Guerra del Reino Unido, Bert Newman, del cuerpo médico del ejército británico, relata los efectos que un segundo ataque con gas tuvo sobre tropas canadienses.
Los soldados recibieron instrucciones de improvisar mecanismos de protección primitivos, incluyendo empapar medias con su propia orina y colocárselas en la cara.
"Uno podía ver todos estos pobres tipos tirados en la calle ahogándose por falta de aire", dijo el doctor Newman.
"Y el tema es que en ese entonces no había máscara de gas y todos estos soldados tenían que mojar sus pañuelos y colocárselos sobre la boca o hacer cualquier otra cosa".
Haldane ya tenía una vasta experiencia experimentando con gases en investigaciones que había hecho en la industria minera.
"El había visitado minas de carbón para evaluar la causa de muerte de mineros luego de explosiones y en la mayoría de los casos éstas eran resultado de envenenamiento por gases", según el profesor Sturdy.
"Él también había manejado equipos respiratorios que eran utilizados en las minas tras explosiones".
Después del ataque de Ypres, a Haldane y a un colega suyo los enviaron a Bélgica para investigar qué gases estaban usando los alemanes.
Encontraron que se trataba de dicloro por la forma como había descolorado los botones metálicos de los uniformes de soldados.
La hija estaba de guardia
En su laboratorio, en casa, Haldane se dispuso a encontrar un medio que permitiera a los soldados contrarrestar los gases, sin pensar en los efectos que la investigación podía tener sobre él mismo.
"Él siempre se sometió a sí mismo a experimentos y con la urgencia de la guerra terminó exponiéndose a unas dosis de gas muy superiores a lo que hubiera ocurrido en tiempos de paz", dijo Sturdy.
"Naomi (su hija de 18 años) permanecía de guardia afuera, próximo a la puerta del laboratorio, que tenía una ventana. Ella tenía instrucciones de entrar y sacarlo inmediatamente si se desmayaba por efecto de los gases".
El resultado inicial de sus pruebas no estaba muy lejos de los pañuelos empapados de orina que usaban los soldados.
"Se les llamaba velos respiratorios y consistían básicamente en almohadillas hechas de algodón y cubiertas de gasa que eran empapadas de una solución de tiusolfato de sodio, que neutralizaba los efectos del dicloro", explicó el doctor Sturdy.
"Éstas podían colocarse sobre toda la cara, la nariz o la boca, pero él reconocía que esta solución no iría muy lejos.
William Collins, uno de los camilleros, cuenta en otra grabación que él fue uno de los primeros en usar el velo respiratorio.
"Las llamadas máscaras de gas tenían dos pulgadas y media y consistían en almohadillas de lana cubiertas de gasa, y sostenidas con una banda elástica alrededor", dijo Collins.
"Después de dos minutos uno no podía respirar con esas máscaras y terminaba desplazándolas hasta la frente y absorbiendo los gases. No era una solución práctica", agregó.
Haldane pasó entonces a ayudar en el desarrollo de las llamadas cajas respiratorias, que resultaron más efectivas y fueron utilizadas posteriormente mientras duró la guerra.
Repudio a los alemanes
Sin embargo, el académico, nacido en Edinburgo, podría haber encontrado razones para no ayudar a las fuerzas británicas.
Su hermano Richard, que fue ministro de Guerra, y posteriormente de Finanzas, fue víctima de la ola de repudio a los alemanes que se apoderó del país al inicio de la Primera Guerra Mundial.
"Muchos periódicos orquestaron una campaña en su contra porque estudió en Alemania, hablaba alemán muy bien, y tenía lazos cercanos con muchos académicos de ese país.", según Sturdy.
"Richard fue acosado y perdió su cargo por esto, y creo que John Haldane también sufrió por esto".
Pero Haldane continuó colaborando con el gobierno durante la guerra y siguió haciendo experimentos que involucraban pruebas en sí mismo.
También uso a su hijo de más de 20 años en sus experimentos. Tal parece que esto no le hizo daño a este último, ni lo disuadió del mundo de la ciencia, ya que luego se convirtió en profesor de genética.