El circuito de los libros más caros de Chile
En Chile existe un grupo de coleccionistas dispuesto a pagar casi dos millones por un libro de Neruda.

Venía con una misión difícil, pero traía dinero. Hace un par de años un académico holandés llegó a Santiago en busca de una escasa pieza de la literatura chilena de vanguardia: quería las siete revistas que el grupo surrealista local La Mandrágora publicó entre 1938 y 1943. Preguntó a especialistas y recorrió las principales librerías para coleccionistas de primeras ediciones. Estaba dispuesto a pagar 25 millones de pesos. Una suma excesiva para el mercado chileno y que sólo la podría imaginar el enviado de una universidad europea. Allá suceden cosas así: esta semana, en Londres, se subastó una primera edición de la novela Emma, firmada por Jean Austen, en 360 mil dólares.
A menor escala, en Chile también existe un selecto grupo de compradores de primeras ediciones o, sencillamente, de libros discontinuados, cuyo valor radica en el deseo o la necesidad de tenerlo. Son abogados, historiadores, escritores y coleccionistas que recorren el circuito de librerías especializadas de Santiago: un mundo con reglas propias, ubicado en San Diego, en los alrededores del barrio Lastarria y a los pies de las Torres de Tajamar.
LIBROS Y JOYAS
Los compradores andan, fundamentalmente, a la caza de poesía chilena e historia. Crónicas de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, ediciones originales de La Araucana (que puede costar más de $ 2 millones) y libros de Benjamín Vicuña Mackenna son algunos de los más codiciados hoy. En poesía, con 50 mil pesos se pueden comprar primeras ediciones de libros de Enrique Lihn o Raúl Zurita, entre otros. Pero para llevarse un ejemplar de Huidobro, De Rokha o de los miembros de La Mandrágora -Gómez Correa, Arenas, Cid- hay que desembolsar, por lo menos, $ 100 mil.
Neruda está a otro nivel. En la galería La Merced, Eduardo Morel tiene en su librería el ejemplar número 70 -de sólo 100- de una edición no venal de Cien sonetos de amor, de Pablo Neruda. Lleva la firma del poeta y una litografía de Nemesio Antúnez. Cuesta un millón 800 mil pesos.
COLECCIONISTAS EN RETIRADA
Jueves. Mediodía. El más famoso de los libreros de San Diego, Luis Rivano, vende tres folletos emitidos por el Instituto Geográfico Militar sobre el atentado a Augusto Pinochet por 30 mil pesos. En realidad, los papeles tienen escaso valor. Pero quedan pocos. "El que los necesita puede pagar lo que se pida", dice Rivano. Esa es la lógica.
En la segunda cuadra de San Diego, Rivano tiene una tienda que exhibe en la vitrina una copia de Poeta en Nueva York (1940), de García Lorca, editado por Séneca. No la vende. Es una excepción, pues en el local la mayoría son libros de segunda mano que empiezan en los $ 1.000. Lo valioso está en una oficina cercana.
Es que lo bueno no siempre está a la vista. César Soto lo sabe: muy rara vez abre su librería, ubicada en Merced al llegar a Lastarria. "No trabajo con el público de la calle; si fuera el caso pondría una fuente de soda y me pondría a hacer completos", dice. Sus clientes suelen ser universidades. Y aunque su fama lo precede, es pesimista: "Hasta los 60, había unos 20 coleccionistas en Chile que se disputaban las pocas cosas que había en las subastas. Desaparecieron", opina.
Casi enfrente a la librería fantasma de Soto está El Cid Campeador, de Carlos Vivar. Ahí fue comprada la edición del Abate Molina de la Historia Natural de Chile que el ex Presidente Ricardo Lagos le regaló al Papa Juan Pablo II en su visita al Vaticano. Con cerca de 25 años en el rubro, Vivar se ha especializado en libros valiosos, raros e históricos, como un volumen alemán, fechado en 1575, que, según él, "vale unos 1.200 dólares". La primera edición de los cuatro tomos de la Guerra del Pacífico de Vicuña Mackenna se vende en cerca de 500 mil pesos.
La procedencia de los libros es variada. En sus inicios, Rivano utilizó un modo convencional: "Compro libros. Pago mejor", decía un aviso que colocaba en el diario. Pero ha llegado a comprar libros entre los escombros. Los métodos más tradicionales son comprar lotes en remates, a familias que se deshacen de bibliotecas o simplemente reciben llamadas. Vivar y Morel aseguran que también viajan a Argentina. Soto mantiene discreción sobre sus fuentes.
Eduardo Morel añade que "los españoles arrasaron con casi todo lo de Neruda y de Huidobro". Pero siguen apareciendo. Hay otro problema más grave: desaparecen los compradores. Nurieldín Hermosilla, un conocido coleccionista del autor de Canto general, ya casi dejó de comprar. Morel es optimista: "Hay una nueva generación de alrededor de 30 años, ejecutivos de dinero, que están empezando a hacer colecciones", concluye.
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