Michael Stuetzenberger viajó cinco horas desde Munich hasta Dresde, en el este de Alemania, para sumarse a la manifestación contra el gobierno por ignorar sus miedos por la abismante llegada de inmigrantes de la eurozona y refugiados al país. "Estamos inundados de personas en busca de asilo y el 70% no tiene derecho a estar aquí", dijo Stuetzenberger a la agencia Reuters en la protesta del lunes pasado, junto a otros 15.000 manifestantes.
La mayoría de esas personas pertenece a Pegida, (acrónimo para Europeos Patriotas contra la Islamización de Occidente), el movimiento nacido en octubre en Dresde para combatir contra lo que ellos consideran la "islamización de Europa". La semilla que se gestó en esa ciudad del este ya se ha expandido a otras localidades como Düsseldorf y Kassel, con manifestaciones no tan numerosas, pero igual de desconcertantes. El rápido crecimiento exponencial de Pegida (que pasó de cientos a miles en pocas semanas) preocupa al gobierno de Angela Merkel, que en los últimos años ha jugado un rol importante en impulsar medidas de integración de los inmigrantes de la misma Unión Europea (UE), y que a la vez, ha recibido una avalancha de refugiados que huyen de los conflictos de Medio Oriente. De hecho, en el último año, Alemania ha sido el país occidental que más refugiados ha recibido -con cifras que rodean casi las 200.000 peticiones de asilo-, de los cuales al menos un 30% recibió algún tipo de protección social.
Merkel ha señalado que Alemania necesita a los inmigrantes para ayudar a combatir la crisis demográfica a causa de la caída en la tasa de natalidad. Sin embargo, Merkel se ha encontrado con gestos poco amigables hacia los inmigrantes incluso dentro de sus propias filas. Hace un par de semanas, la Unión Cristianosocial (CSU), socio hermanado de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel, puso en la agenda una reforma que proponía que aquellos inmigrantes que quisieran permanecer en Alemania debían hablar alemán incluso dentro de sus propias casas. La propuesta fue vetada antes de que viera la luz pues representaba una enorme contradicción con la agenda integracionista de Merkel.
El Director del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de Dresde, Werner J. Patzelt, advirtió, en diálogo con La Tercera, que la razón por la que muchos alemanes se sienten molestos es porque el gobierno "a nivel nacional y estatal trata de obtener presupuestos balanceados, y el dinero que necesitan para la acomodación e integración de los inmigrantes debe ser sacado del total del ingreso estatal, como sus impuestos".
La mayoría de los inmigrantes que llegan a Alemania provienen de países miembros de la Unión Europea. Esas cifras comenzaron a subir considerablemente desde 2007, cuando Bulgaria y Rumania se integraron al bloque.
Hasta ahora Alemania no ha tomado ninguna medida como la propuesta por Reino Unido que planea reducir los beneficios sociales a los inmigrantes. Cambios en esa dirección se ven lejanos, ya que en esa oportunidad el gobierno alemán declaró a la cadena BBC que el derecho de las naciones de la UE de vivir y trabajar libremente en otros estados miembros es "sagrado".