El recado llegó para David Bowie el año pasado, cuando Where are we now?, el primer single de The next day, hacía su sorpresivo debut a través de la web. La aparición de ese sencillo fue de las raras ocasiones en que una de las mentes más inquietas del rock se atrevía a mirar atrás. Bowie -siempre tres pasos adelante de sus compañeros de generación- bajaba la guardia y esbozaba un pequeño acto de nostalgia: quizás la única actitud vedada en medio siglo de transformaciones.
Era, sin embargo, una nostalgia dirigida: en Where are we now? Bowie reflexionaba sobre sus paseos en Berlín bajo la compañía del productor Brian Eno, sobre un periodo que cuenta con la venia crítica para una racha brillante: Low, Heroes y Lodger.
Ahora, el retrovisor apunta a un período menos célebre. El 17 de noviembre, sale a la venta Nothing has changed, una antología que reúne canciones de toda la carrera del músico británico y que funciona como celebración de sus cinco décadas de carrera. Una que marca su punto cero en la publicación de Liza Jane, el primer single en que el artista inglés aparece acreditado: un fracaso rotundo, primer traspié en días que el Camaleón recién salía del huevo.
En rigor, la carrera de David Bowie suma más de 50 años. Junio de 1962 marca la primera vez en que David Robert Jones subió a un escenario, con un saxo colgado al cuello y como parte de la banda instrumental The Kon-Rads en un acto de verano de su escuela, el instituto Bromley Tech. Se hacía llamar "David Jay". Pocos semanas antes, uno de sus compañeros de esa banda -y su mejor amigo- George Underwood, le había asestado el puñetazo en la cara que le regaló su faz bicolor: una infantil pelea de faldas, pronto perdonada, que encluastró a Bowie por varias semanas de 1962 en su casa familiar de Bromley.
Cuando pudo retomar las clases, ahí en un suburbio al sureste de Londres, Jones emprendió el proceso de inventarse a sí mismo: como a varios de su generación, la primera vez que escuchó a Little Richard sintió el llamado del rock 'n' roll. Pero mientras David Jones apenas era un niño cool en su reducto, muy cerca, Mick Jagger y Keith Richards se sumergían en la tradición blusera, Eric Clapton ya era un intrumentista requerido y Peter Frampton ya andaba ganando concursos televisivos. Bowie, antes que Bowie, iba atrasado. Trabajó como empleado de la única tienda de música en Bromley, tomó clases de saxo y estuvo más de un año con los Kon-Rads, hasta que se retiró frustrado por dos audiciones desperdiciadas: la primera junto al legendario productor Joe Meek y otra en un salón del sello Decca, la primera casa de los Rolling Stones.
LIZA EN EL CIELO
Y de esos fracasos, vino la presión: tras "botar" sus exámenes para los estudios superiores, Jones consiguió un trabajo de nueve a cinco como ilustrador en una agencia de publicidad (breve, pero suficiente para reforzar en él la importancia de la imagen frente a una audiencia), mientras trataba de escalar la ola del blues en 1963 con una banda llamada The King Bees, con la que firmó su primer contrato a los 17 años bajo el consentimiento desconfiado de sus padres. Marc Bolan fue su compañero en esa oficina y bajo la tutela del mánager Les Conn, comenzaron a crecer los brotes del glam rock. Ahí, con nuevos galones, Bowie va una vez más hacia Decca para registrar las voces del debut y cobrar su venganza personal.
Sin mucha bulla, sin un éxito explosivo, ahí comienza la cuenta regresiva para el despegue: en 1964 graba Liza Jane, el punto cero de una carrera que avanza hacia los 50 años. Que todavía lo presentaba como un imitador de Bob Dylan con acento británico. Que le depararía -ya desarmados sus grupos The King Bees, The Manish Boys, The Lower Third-, pronto, su nuevo apellido, inspirado en uno de sus ídolos del cine y para evitar el tope con el cantante de The Monkees y un pintor de Londres. Comenzó así el desfile de mánagers, amigos, bandas y avatares.
Liza Jane se grabó, de nuevo en Toy, el álbum perdido de Bowie. En otro de esos gestos raros de nostalgia, Bowie la cantó en 2004, a bordo de la que sería su última gira a la fecha (ver recuadro), el Reality tour.
En la única imagen que se conoce del arte de Nothing has changed aparece Bowie frente a un espejo. Con el rostro limpio y desprovisto de todo artificio, se ve de frente y de espaldas. Medio siglo después, el Camaleón sale a proclamar que nada ha cambiado.