Alemania ya tenía la guerra perdida y las fuerzas del Tercera Reich huían desde todos sus frentes. El grupo de las Wafen SS que resguardaban al dictador fascista Benito Mussolini se sumaban a este escape de nazis ante la arremetida de las fuerzas Aliadas.
El Duce, así, quedaba solo. Desde 1942, Mussolini se mantenía en el poder sólo por el apoyo militar alemán, después de un intento de golpe de Estado en que participaron, incluso, algunas facciones fascistas, molestas por la injerencia de Hilter en Italia.
Los nazis escapaban de Italia y desesperado, el Duce su sumó a ellos, pero en las cercanías del lago Como, el convoy fue detenido por guerrilleros italianos comunistas. Así, el 27 de abril fue capturado el dictador. De inmediato la noticia llegó a las principales ciudades italianas a través de la radio y se desató la alabaría de la gente.
Al día siguiente, los partisanos comunistas decidieron fusilar a Duce y a su amante Clara Petacci. Ahí se inició un triste peregrinar del cadáver del aliado de Hilter que se extendió por 12 años.
Apenas fusilado, los cuerpos de Mussolini y Petacci fueron trasladado a Milán, donde en la plaza pública fueron colgados desde los pies para ser sometidos a la ira de la gente.
Golpeados y mutilados, los restos del otrora dictador terminaron absolutamente desfigurados. Después fueron trasladados a la morgue de la ciudad, donde siguieron los ataques a los cadáveres.
Las nuevas autoridades decidieron enterrar al Duce en el cementerio mayor de Milán, en una tumba sin nombre, pero no paró ahí el peregrinar de Mussolini. En abril de 1946, el cuerpo fue robado por seguidores fascistas, que luego lo entregaron a un convento.
Pasaron varios meses hasta que los curas informaron de esto a sus superiores y al gobierno central. Preocupados por un resurgimiento fascista, las autoridades trasladaron a Mussolini a otro convento, donde estuvo escondido por años, hasta que en 1957, el gobierno decidió entregar los restos a sus familiares. Así se puso fin a 12 años de incertidumbre sobre el cadáver de la persona que, en su momento, se hizo llamar el Duce.